![Macron, le pen y la fábula de esopo](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/07/07/opi-iniguez-kBh-U220643535952XcG-1200x840@El%20Correo.jpg)
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La segunda vuelta de las elecciones francesas, convocadas por el presidente Emmanuel Macron tras su clara derrota en las pasadas elecciones al Parlamento Europeo, pondrá fin hoy a cuatro dramáticas semanas de campaña. Pese a su victoria en la primera ronda de hace siete días, ... la posibilidad de un gobierno encabezado por el partido de Marine Le Pen parece haberse reducido significativamente. A lo largo de la última semana, la coalición 'macronista' y el Nuevo Frente Popular, la alianza de izquierdas, han alcanzado numerosos acuerdos para retirar candidatos y evitar la división del voto anti-Le Pen. Sin embargo, el triunfo de Reagrupación Nacional sigue siendo una posibilidad real. A su vez, aunque el 'macronismo' y la izquierda fuesen capaces de frenar a la ultraderecha, su victoria podría ser pírrica: los problemas que atraviesa la política francesa son estructurales y una estrecha ventaja del llamado «frente republicano» no haría sino acentuarlos.
En las elecciones de 2017, Macron se presentó como un soplo de aire fresco en un clima de profunda desafección política; una candidatura joven y europeísta que transcendía los partidos tradicionales y que, mediante un ensanchamiento del centro político, acorralaría política e ideológicamente a la ultraderecha del (entonces) Frente Nacional. Siete años después, las limitaciones de su estrategia son cada vez más evidentes.
En primer lugar, y como atestigua la baja participación en sucesivas elecciones, el presidente se ha mostrado incapaz de devolver a la ciudadanía la confianza en la política. A su vez, su personalismo y su desdén -casi populista- por los partidos le han impedido construir una organización política con la suficiente implantación, poder territorial y cuadros para poder sobrevivirle cuando finalice su segundo mandato. También sus llamadas al voto útil se han mostrado cortoplacistas, como quedó claro en las elecciones presidenciales y legislativas de 2022. Como el pastor mentiroso en la fábula de Esopo, Macron pidió el apoyo de los franceses para frenar a la ultraderecha; y como los habitantes del pueblo, el electorado le creyó, respaldando a su presidente para evitar la llegada del lobo. Ya en 2022, advertían los analistas, la victoria de Macron pareció pírrica: ganó las presidenciales y se impuso en las legislativas, pero lo hizo a costa de los dos pilares básicos de la Quinta República: el Partido Socialista y la derecha tradicional de Los Republicanos.
Mientras Macron se quemaba y los partidos tradicionales luchaban por su supervivencia, las sucesivas formaciones de Le Pen crecían, y se imponían en numerosas elecciones municipales; acercándose a votantes -mujeres, profesionales liberales- a los que no habían sabido atraer en años anteriores; y distanciándose del racismo y la xenofobia de su padre, Jean-Marie Le Pen. Hace escasas semanas, cuando disolvió la Asamblea Nacional, Macron se vio como el pastor de Esopo. El lobo estaba a las puertas y él advertía del peligro que acechaba, pero el electorado francés parece haber dejado de escuchar.
Con independencia del resultado con el que amanezca Francia mañana, las elecciones legislativas tendrán consecuencias importantes para el funcionamiento de la Unión Europea. Si Reagrupación Nacional accediera al gobierno, Francia se verá abocada a una dura cohabitación, entre ultraderecha y 'macronismo', que daría lugar a una guerra interminable entre el ejecutivo y el presidente de la República. Incluso si el partido de Le Pen no lograra formar un gabinete, el resultado electoral podría dejar tocada, y prácticamente hundida, la autoridad política de Macron. Frente a una Asamblea Nacional sin mayorías claras, con un gobierno al borde del precipicio y con unas elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, un Macron dedicado a apagar incendios en París tendría menos capacidad para imponer sus prioridades políticas en Bruselas, como quedó claro recientemente cuando aceptó, a regañadientes, la propuesta de Ursula von der Leyen para repetir al frente de la Comisión Europea.
En gran medida, la crisis de Francia es eminentemente francesa, fruto de su sistema presidencialista, de la travesía del desierto que sufren sus partidos tradicionales y de las tensiones sociales y económicas que subyacen en la política gala. Sin embargo, de ella se desprenden tres lecciones importantes para Europa.
En primer lugar, con un Macron débil y un Gobierno alemán gripado, los Estados miembros deberán aprender a sobrevivir más allá del tradicional eje francoalemán, mediante alianzas más heterogéneas y la consolidación de liderazgos alternativos por parte de países como Polonia o España. En segundo lugar, la caída del 'macronismo', reflejada en las últimas elecciones al Parlamento Europeo, requerirá la articulación de alianzas políticas amplias, que defiendan la integración europea -y la propia democracia- frente a una ultraderecha crecientemente radicalizada. La próxima investidura de Von der Leyen, con la posible suma de los Verdes a su tripartito de populares, socialistas y liberales, podría proporcionar un punto de partida para un nuevo frente amplio.
Por último, y pese a la necesidad de este frente amplio, las elecciones francesas proporcionan una importante lección para todos aquellos sistemas políticos que quieran hacer frente a la ola ultraderechista. Frente a la estrategia defendida por Macron -un planteamiento netamente defensivo, con el cordón sanitario y el cerrojazo político como único mensaje electoral-, un proyecto político sostenible deberá contar con un mensaje positivo, que plantee políticas redistributivas y proporcione motivos de peso para ignorar los cantos de sirena de la extrema derecha. De lo contrario, el riesgo para las democracias occidentales será existencial: a las puertas de Roma aguardará Aníbal, listo para hacerse con el poder, y el electorado hará caso omiso de las advertencias de los partidos tradicionales.
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