El partido de la selección vasca contra Uruguay congregó a 35.461 personas, vimos a nuevos valores como el fichaje del jugador Álvaro Djaló para el Athletic, que demostró su buen fútbol, además de marcar el gol que a la postre fue el empate. Pero ... hay algo que me llamó la atención.

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No sé qué cantidad de público uruguayo acudió, pero creo que podrían ser más de 2.000 y que, como es natural, apoyaban fervientemente a su equipo. Al inicio del partido suena el himno uruguayo y, con los jugadores de su equipo, todos y cada uno del público uruguayo cantaba el himno que retumbaba en el campo. Llegó el himno oficial de Euskadi: silencio, ningún acompañamiento participativo. Me acordé de aquella frase atribuida a Voltaire, año 1756: «Los vascos, un pequeño pueblo que canta y baila al pie de los Pirineos».

Sabemos que un himno ha de tener una especificidad, en la que letra y música instiguen datos de referencia simbólica-histórica-cultural. Y, sobre todo, ha de enaltecer y alabar los valores en unión y esperanza del pueblo que lo canta. Y puede que el 'Gernikako Arbola' se tome como una de las canciones que concita mayor unión de diferentes tanto en nuestra tierra como en la diáspora y que todos lo hacen propio y lo cantan con facilidad. En fin, sea uno u otro, cuando hay un acto participativo, como es el caso de un partido de fútbol, exige la comunión entre jugadores y público que anima a los protagonistas y engrandece el fervor por su equipo.

Si en el inicio del partido fue llamativo que nadie cantara el himno actual oficial, también fue llamativo que, en el intermedio, la actuación musical coreográfica bien trabajada, pero a mi entender poco representativa, nos dejara un tanto fríos al expectante público.

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En San Mamés, todo el público uruguayo cantó el himno

Y me explico. Cuando un andaluz expone su cultura y folclore al mundo, es obvio que presenta algo muy propio; cuando un gallego presenta sus canciones, suenan las gaitas reforzadas con bailes que son rasgos característicos de su cultura. Si nos vamos más lejos, el japonés, en uno de los países más avanzados del mundo, nos muestra su tradición, raigambre y cultura ancestral orientada al mundo moderno.

Pues nada de esto se vio en San Mamés. Y al no contemplar ninguna especificidad o estilo propio, el mundo no sabría distinguir si estábamos en Bilbao, Marsella o Bogotá. Un buen reflejo de lo contrario fue el recorrido inaugural del Tour de Francia por tierras vascas, que hizo que el mundo contemplara una visión global de nuestra geografía con sus paisajes coloristas, y detalles característicos de nuestra cultura y nuestra autoestima. Y, por supuesto, con una participación de público que se recordará en años.

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Retomando lo que afirmaba Voltaire, hay algo que todos hemos oído alguna vez: «El vasco habla poco, sin embargo canta mucho» o «todos los vascos saben cantar y ello sin haber tenido clases de canto: cuestión de oído. De la misma manera que un africano adquiere el sentido del ritmo desde su nacimiento».

Tenemos un cancionero rico y extenso, hay canciones memorables que reflejan cada instante de la vida: canciones populares de cuna, infantiles, amorosas, pastorales, satíricas, festivas, épicas, folclóricas, urbanas…

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El 'Gernikako Arbola' es una de las canciones que concitan más unión

Pero qué duda cabe de que hay tiempos en los que se cantaba más; de hecho, casi todos los pueblos cuentan con su coro, y los hay que albergan varios, aunque es cierto que prima la edad madura. Una pasión y arraigo muy cultural, donde hace un tiempo había bares que ponían el cartel de 'Se prohíbe cantar'.

Los jóvenes, tal vez por la influencia de las redes, se han vuelto más oyentes que cantantes. Los desafíos de los bertsolaris con una personalidad propia son también un buen referente. Pero seguimos siendo escuchantes más que activos participantes, que es lo que requiere un evento futbolístico. Y en mi penar como cantante, viendo que el público no participara en el canto que se le daba, recuperemos la herencia del canto haciendo caso a los refranes de «quien ama la música ama la vida» y «un pueblo que canta nunca muere»».

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«Pueblo que canta, pueblo que espanta sus males». Vienen días de celebraciones. Afinemos pues nuestras gargantas, cantemos en comparsa al compás de nuestras penas y alegrías y gocemos colectivamente al son de nuestros bailes.

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