![Gernika y la oficialización de la memoria histórica](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202204/22/media/cortadas/cavamesa22-koBG-U1601743757040nBB-1248x1800@El%20Correo.jpg)
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Han pasado años desde que Santos Juliá expresó ante la Ley de Memoria Histórica de 2007 que «una democracia -en relación con su pasado- no puede hacer más que garantizar que pueda haber tantos relatos como personas que han participado o sufrido aquella escisión». Por ... supuesto, «los Estados democráticos tienen que garantizar que las memorias se expresen». Pero como han dicho otros historiadores que me han precedido ante el debate sobre esta misma legislación a nivel de Estado: «El uso público, político, del pasado es otra cosa».
La creación de Gogora en 2014 quedó perfectamente definida al explicar su rol: promoción articulada e integral de las políticas públicas vascas de memoria. A partir de ello, el articulado del reciente proyecto de ley sobre Memoria Histórica de Euskadi hila muy fino sobre su ámbito competencial, lo que evidencia la centralización, además de la supervisión, coordinación y vigilancia de toda acción encaminada a promover el objeto de la futura ley por este órgano colegiado. Tarea muy compleja, por cierto. Pone orden, sin duda, a la dispersión de iniciativas y pretende regular con políticas únicas las, quizás, excesivas intromisiones en la gestión de una política pública precedente.
Pues bien, las declaraciones de Zelenski ante el Parlamento español han servido de espoleta para innumerables reflexiones sobre el caso Gernika desde posturas contradictorias, con relación a la interpretación política de la memoria histórica. Ahora se acerca la fecha conmemorativa del bombardeo de Gernika; y como habitualmente, el 26 de abril capitaliza toda la atención, aunque los bombardeos de Otxandio y Durango fueran igualmente precedentes dramáticos en la estrategia de «guerra total» del ejército de Franco.
En los años 90 tuve la oportunidad de llevar a cabo una investigación sobre la memoria colectiva del bombardeo de Gernika, resultado de la cual los 84 supervivientes que localicé resumieron -entre otras consideraciones- el recuerdo de lo padecido con una insistente actitud de no olvidar, pero sí de fomentar una concordia que en aquellos días parecía lejana, debido a la violencia terrorista que azotaba al País Vasco. Tanto Gernika Gogoratuz como el Ayuntamiento de la villa foral y Bakeaz auspiciaron este trabajo que, desde el rigor científico, reunía las experiencias de quienes habían sido testigos presenciales del bombardeo y víctimas del mismo.
Los planes cuatrienales de Gogora incorporan, actualmente, actividades de difusión y la memoria histórica de Euskadi y el caso Gernika quedan oficializados -con dinero público- mediante unas Jornadas a celebrar en las que se encorseta lo que, supuestamente, se erige como voz autorizada. Se reúnen líneas de trabajo que excluyen la larga trayectoria de asociaciones como Aldaba y Gernikazarra y eluden la noticia que provenga de otros historiadores que no sean parte del nicho ligado a una portavocía del nacionalismo oficialista, y con la presencia de una tríada de historiadores que tutelan lo que se presenta como verdad sin paliativos. Los señores Irujo, Preston y Viñas, convertidos en tríada capitolina, vuelven a la carga con sus tesis. En 'Noticias de Navarra' (22-8-21), los tres historiadores firmaban un artículo en el que concluían: «Pero, fundamentalmente, la Historia tampoco puede esgrimirse para reducir gratuitamente el número de víctimas causadas por los rebeldes ni para disfrazar la naturaleza de sus atrocidades. Hacerlo es ética y moralmente reprobable». Por supuesto. Es más, que la campaña de Franco fue la peor de la Historia al pretender negar lo sucedido… es una obviedad resuelta hace muchos años. No se descubre nada al respecto.
Las Jornadas que se programan sobre 'Gernika 85 años. Memoria, legislación e historiografía' compendian desde lo monocorde una imagen repetitiva, como si se tratara de un mantra, reiterando elementos «fundacionales» que además de no significar novedad historiográfica, ponen mojones en el camino de una línea excluyente. Solo hace falta ver los títulos de las intervenciones. Eso, y empeñarse en inflar la cifra de muertos tachando de falsarios a quienes estimaron otras cifras. Entre ellos, muchos que estuvieron en Gernika en abril de 1937 y sobrevivieron al bombardeo, además de Monks.
Como es sabido, los registros documentales no permiten afirmaciones maximalistas. Y una cosa es mentir, como en verdad se mintió sobre la autoría del bombardeo, y otra aferrarse a una taxonomía que esgrima el label de autenticidad.
Una sociedad democrática y civilizada debe asumir -desprovista de consideraciones emocionales- soluciones por la vía política, sin dejarse guiar por aspectos en exceso personalistas. Y si la recuperación de la memoria histórica camina institucionalizada con cedazo, flaco favor haremos a esta sociedad que, sin olvido, como en 1995 me repitieron muchas víctimas del bombardeo, supo valorar lo sucedido sin el acentuado carácter de sesgo ideológico que fija el altavoz de un instrumento al servicio, exclusivamente, de una línea interpretativa.
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