En el verano de 1970, en el momento en el que España se había consolidado como una potencia turística internacional, el general Charles de Gaulle visitó nuestro país, acompañado de un amplio séquito y siguiendo la ruta de los paradores nacionales. No quería morir sin ... conocer España, cuya historia y cultura apreciaba sinceramente. Quería conocer las tierras que Don Quijote recorrió y aquellas en las que los ejércitos napoleónicos libraron sus batallas.
Publicidad
Aquellos días de descanso le permitieron, además, avanzar en la redacción de sus memorias. Los paradores, alertados de su llegada, dispusieronn nuevas alcobas a fin de asegurarse de que el general francés no se viera obligado a sacar los pies de la cama. Hoy, las habitaciones en las que el viejo general pernoctó son conservadas como reliquias.
La ruta de De Gaulle tuvo un eco social muy importante, contribuyó a difundir la singularidad de la oferta de los paradores y fue un reflejo más de que España estaba rápidamente transformándose. De Gaulle evitó las aglomeraciones que se agolpaban ante sus lugares de descanso y, seguramente por ello, introdujo cambios en su ruta inicial. Visitó también a Francisco Franco, aunque más por curiosidad y protocolo que por simpatía.
De Gaulle costeó de su bolsillo su estancia, insistiendo en pagar todas sus facturas y negándose, de este modo, a ser invitado por el general Franco y la dictadura. Es más, en el parador de Ojén (Málaga) llegó a dejar a los empleados una propina de 50.000 pesetas de las de entonces. En definitiva, su caballerosidad, honestidad y elegancia no defraudaron. Esto, unido a su estatura de 1,96 metros, condujo a que su persona, por sí sola, evocara durante décadas la grandeza de Francia.
Publicidad
Precisamente la principal pasión del general galo fue defender la independencia de Francia en todos los órdenes y su relevancia internacional, a la vez que la puesta en valor de su cultura y de su legado histórico. De Gaulle ha sido la personalidad más notoria de Francia, desde los tiempos de Napoleón Bonaparte, y así también se ha convertido en una de las personalidades políticas más significativas de la Europa del siglo XX. Murió en noviembre de 1970, poco después de visitar España, apenas unos días antes de cumplir 80 años y año y medio después de abandonar la presidencia de la Quinta República que él diseñó en 1958.
De Gaulle enseguida se convirtió en la cabeza visible de los militares y civiles que se habían negado a secundar la rendición del general Philippe Pétain y a ponerse a las órdenes de la 'Francia de Vichy'. Hasta entonces era un personaje casi desconocido en el país y había ascendido a general en el momento en el que el ejército francés era barrido en su propio territorio por las tropas de la Wehrmacht.
Publicidad
Desde su exilio londinense, a través de la radio, arengó una y otra vez a sus compatriotas a no rendirse y continuar en la lucha. Rápidamente se convirtió en el principal interlocutor de la resistencia francesa, si bien los aliados planificaron a sus espaldas el desembarco en las playas de Normandía. En cualquier caso, fue recibido como un héroe en los Campos Elíseos cuando París fue liberado en agosto de 1944.
Años después, en 1967, De Gaulle fue recibido con similar entusiasmo en Montreal por la población francófona. Se repitieron algunas escenas que parecían evocar al día de la liberación de París. Había arribado a Quebec en un barco de guerra y tenía intención, en efecto, de mostrar algún tipo de respaldo al movimiento independentista. Pero fue más lejos de lo que él jamás pensó cuando, al ser jaleado por decenas de miles de quebequeses, desde el balcón del Ayuntamiento gritó, sin preocuparle lo más mínimo crear un incidente diplomático, «Viva Quebec libre» y «Viva el Canadá francés».
Publicidad
Respaldó con gran convicción la incipiente Comunidad Económica Europea (CEE) y no aceptó la tutela de EE UUen la Guerra Fría. Su último gran combate lo libró poco después contra los estudiantes universitarios de Mayo del 68. No era de esperar que huelgas y barricadas amedrentaran a un viejo general, a quien le silbaron las balas en las dos guerras mundiales o que se decantó finalmente por la independencia de Argelia para poner fin a una guerra que desangraba a su país, aun siendo consciente de que cientos de miles de colonos franceses iban a tildarle de traidor.
Era un lector voraz, adalid de los valores tradicionales, católico devoto y padre de un hijo y dos hijas, una de ellas con síndrome de Down que murió con 20 años y fue su predilecta. En 1962, cuando terroristas contrarios a la independencia de Argelia dispararon cerca de 200 balas contra su automóvil presidencial, una se incrustó en el retrato de su hija fallecida que siempre llevaba consigo. Esto fue lo que más le disgustó. «Estos no saben disparar bien», le comentó lacónicamente a su mujer.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.