A las seis y media de la tarde del 13 de septiembre de 1974 el juez instructor solicitó un examen de la bomba que había estallado cuatro horas antes en la cafetería Rolando. Entre los 13 fallecidos y 70 heridos por el atentado había agentes ... de la ley y el lugar de los hechos estaba justo enfrente de la Dirección General de Seguridad, el organismo que dirigía y coordinaba el Cuerpo General de Policía y la Policía Armada. Sin embargo, el encargo recayó en el Parque y Maestranza de Artillería de Madrid. Si bien la Guardia Civil contaba con técnicos en explosivos desde marzo de 1973, las dos policías gubernativas del régimen carecían de ellos. Los artificieros del Ejército de Tierra concluyeron que el artefacto estaba compuesto por dinamita y tuercas para hacer «el mayor daño posible».

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La masacre de Rolando fue una pequeña muestra de la tercera oleada internacional de terrorismo. Afectaba a países de todo el mundo, desde democracias consolidadas como Reino Unido, Italia y Francia hasta dictaduras como la franquista, aunque no a las comunistas del Bloque del Este. Buena parte de dicha violencia se llevaba a cabo con explosivos. Por ejemplo, la del IRA, los lealistas de la UVF, los neofascistas italianos y ETA.

De acuerdo con la Global Terrorism Database (GTD), durante la tercera oleada, que datamos entre 1970 y 1989, se cometieron 41.070 atentados en el planeta. En 18.455 casos se utilizaron bombas: el 45% del total. Su uso fue predominante en Europa occidental, llegando al 50% de los 9.458 ataques registrados. En ese periodo se perpetraron 2.242 acciones terroristas en España, 1.224 de ellas mediante explosivos: el 54,5%.

La GTD no especifica el número de atentados indiscriminados, pero bastantes fueron planeados como tal o, aunque no lo fueran, tuvieron idéntico desenlace. Ocurría con cierta frecuencia. Los terroristas sabían que las bombas eran un método poco o nada selectivo de matar, pero lo consideraban uno de las más baratos y destructivos. Además, permitía a los autores materiales situarse a una distancia prudencial, reduciendo el riesgo de ser detenidos o de tener que enfrentarse cara a cara con agentes de la ley. En resumen, se trataba de una forma efectiva de asesinar a muchas personas de una sola vez y, por ende, de alarmar a la prensa, atemorizar a la sociedad y presionar a las autoridades políticas.

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A principios de los años 70 era evidente que los terroristas habían tomado la delantera a las fuerzas del orden, que no disponían de formación, herramientas y técnicos suficientes como para afrontar los cada vez más abundantes atentados con bomba. Los gobiernos se vieron obligados a dar una respuesta legislativa, judicial y policial a la amenaza. En ese contexto, y como secuela de Rolando, el 31 de enero de 1975 el Ministerio de Gobernación creó la especialidad de los Tedax de la Policía y constituyó los equipos de desactivación de explosivos, que sustituirían a los artificieros del ejército.

Los miembros del grupo han pagado un alto precio. A los tres últimos los mató ETA en Madrid en 1991

Precisamente a los expertos militares les tocó instruir a las primeras promociones de técnicos policiales. Y se toparon con un problema. La misión habitual de quienes hacían de profesores, inutilizar proyectiles de guerra y volar infraestructuras, era muy distinta a la de sus alumnos: neutralizar bombas de factura artesanal que a menudo eran colocadas en lugares concurridos. Los Tedax tuvieron que desarrollar sus propios protocolos. En un primer momento, además, lo hicieron con material insuficiente, aunque se les iría dotando de medios adecuados, como trajes de alta protección y robots.

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Según la GTD, desde 1970 a 2020 (el último año que analiza) ETA, los Grapo, Terra Lliure, los ultraderechistas, los GAL y las redes yihadistas cometieron 1.909 atentados con explosivos en España. Aunque tales bombas causaron víctimas, el trabajo de los técnicos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado impidió que fueran muchísimas más.

Han pagado un alto precio. El 25 de febrero de 1978 el independentista MPAIAC puso una bomba en una oficina bancaria de La Laguna (Tenerife). Temiendo que la detonación afectase a tres niños que vivían en el piso de arriba, el tedax Rafael Valdenebro Sotelo cogió el artefacto. No le dio tiempo a depositarlo en un lugar seguro y le explotó en las manos. A consecuencia de las heridas, falleció el 8 de marzo. Natural de Montilla (Córdoba), de 27 años, estaba casado y tenía dos hijos.

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Valdenebro fue el primero de la larga lista de tedax de la Policía Nacional que han dado su vida por salvar la de sus conciudadanos. A los tres últimos los mató una bomba de ETA el 1 julio de 1991 en Madrid. Ahora que se cumple medio siglo de su especialidad es buen momento para tributarles un merecido homenaje.

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