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Muchos se sorprendieron en su día de que para dirigir el Ministerio de Sanidad fuera nombrado no un médico, sino un filósofo, Salvador Illa, que ... acaba de cesar en sus funciones para encabezar la candidatura del PSC a las elecciones catalanas del 14 de febrero. Es curioso: esos mismos no se asombraron cuando algunos de los anteriores ministros de Sanidad no tenían la licenciatura en Medicina o, incluiso, ninguna otra. Los últimos ministros de Sanidad del PP han sido Celia Villalobos (ningún título académico para los cargos que ostentó), Dolors Montserrat (Derecho), Alfonso Alonso (Filología y Derecho), Ana Mato (Políticas y Sociología) y Ana Pastor (Medicina). Los ministros del PSOE más próximos han sido Salvador Illa (Filosofía), María Luisa Carcedo (Medicina), Carmen Montón (Medicina), Leire Pajín (Sociología), Trinidad Jiménez (Derecho), Bernat Soria (Medicina) y Elena Salgado (Ingeniería y Económicas).
¿Por qué un filósofo al frente del Ministerio de Sanidad? ¿Y por qué no? ¿Quién es el más competente para dirigir una empresa? Un ingeniero, un matemático, un economista, un psicólogo o un filósofo. Quien tenga más capacidad de coordinar, saber dirigir. En Estados Unidos hay grandes empresas dirigidas por filósofos, psicólogos y matemáticos. Por su formación académica son mentes especialmente capacitadas para marcar objetivos, planificar, organizar, motivar y decidir. Son más flexibles para captar aspectos globales fuera de un campo concreto. Ese es el buen dirigente, el coordinador de especialistas. Para Aristóteles la política debería ser la aplicación de la filosofía a la polis, pues la filosofía se desarrolla en un tiempo y un espacio concretos. «Saber mucho da ocasión a dudar más», dice Montaigne.
Cuando Tierno Galván fue elegido alcalde le preguntaron que cómo un intelectual del Derecho iba a poder gobernar una ciudad tan dura como Madrid. Con aquel tono monocorde, respondió que él no entendería de muchas cosas, pero sí colocaría en cada puesto a la persona más competente, aun cuando no fuera de su partido, y que él sabría coordinar.
Tal vez el mejor periodo del gobierno de Roma fueron los dos años en que fue dirigido por Séneca. Él era un brillante filósofo estoico y escritor, y, con su inteligencia e influencia ante el joven Nerón, fue gobernante de facto durante dos años. Era un hombre cultísimo, de mente amplia, que supo dar directrices humanísticas en distintos campos que sin él no hubiera sido posible. Dice Trajano que su gobierno fue «el mejor y más justo gobierno de toda la época imperial». Eran otros los ejecutores, pero él era el guía; él no gestionaba el gobierno, pero daba las ideas («Lo que las leyes no prohíben puede prohibirlo la honestidad», dice) y como filósofo sienta las bases de la dignidad de los esclavos como seres humanos.
Esto solo lo hace un filósofo estoico, un buen piloto para gobernar un barco, un país. Pero los políticos lo retiraron, como le ocurrió a Sócrates. Los dos fueron consecuentes, llevaron sus ideales filosóficos al juego de la política y los dos fueron liquidados por la cicuta del trapicheo del poder. Mala coyunda hacen la política con la ética, pierde la segunda. No hay más que echar una ojeada al ruedo patrio, y mundial. Nos han quitado la filosofía y el decoro del bien pensar para sustituirlo por la mentira organizada, la bazofia ideológica y la gresca, cuando la base del 'zoon politikon' está en no pelearse y unirse para un objetivo común.
Si observamos la trayectoria de muchos (muchísimos) políticos mirando a posteriori, da vergüenza. Colocados en puestos clave sin la titulación requerida o experiencia laboral demostrada, con la única valía de haberse apuntado a las juventudes de y corriendo de puesto en puesto con sueldos que no se merecen. Si no se valora la preparación, la capacidad de gestión, la valía para el cargo, sino el amiguismo y la adulación, así nos va.
La lista de petimetres vacuos sería interminable y de vergüenza. Por eso este país camina a la pata coja, no termina de ser una democracia desarrollada, plena, madura y europea. Seguimos sin cerrar heridas, con los mismos temas, con atavismos que nos lastran, sin un hermanamiento, divididos, a la gresca como si la mal llamada Guerra Civil hubiera ocurrido ayer, incapaces de aunar. Sobran todos esos que hacen ruido y nos faltan pilotos de altura que sepan dónde poner la vista y que ayuden a bregar todos juntos en el mismo barco. El mismo barco.
Sí, dejemos que nos gobiernen los que saben pensar, no toreros, famosillos, amigos, padres de o hijos de. ¿Se imaginan lo que sería un Gobierno de políticos supervisado de cerca por un senado (los senior, los mayores) formado por eméritos filósofos, escritores, investigadores, científicos, empresarios, hombres de bien, gente con toda una vida de valía demostrada? Un soñador.
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