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Me fascina la capacidad que tiene el lenguaje de construir realidad social, cómo somos capaces de otorgar significado a través de las palabras. Me gustan, sobre todo, las nuevas palabras. Recuerdo que José Ignacio Ruiz Olabuenaga, gran maestro y gran sociólogo, era un gran creador ... de conceptos para definir nuevas realidades sociales. La 'no fiesta' es, sin duda, un nuevo concepto para definir una nueva realidad social, una realidad surgida como consecuencia de la pandemia, de las prohibiciones y de la necesidad de festejar, celebrar, socializar, ligar y divertirse -y no solo por parte de la juventud, aunque sí de forma más mayoritaria-.

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Empezamos a hablar de 'no fiestas' el verano pasado, nuestro primer verano de pandemia, cuando muchos medios de comunicación comenzaron a ilustrar las fiestas que no se iban a celebrar con imágenes de las fiestas que sí se habían celebrado otros años. A riesgo de parecer aleccionadora, en su momento pensé que no era la manera más adecuada de informar sobre la prohibición de las fiestas. Cuando llegaron las fechas señaladas, las fiestas populares, las Aste Nagusiak… y alguna gente celebró de forma alternativa la festividad, empezamos a hablar de 'no fiestas', y un concepto que debería significar la prohibición o negación de la fiesta se convirtió en un concepto que significa, más bien, la forma alternativa -y no legal- de celebrar la festividad. Hemos construido realidad social a través de otorgarle un nuevo significado al lenguaje.

El surgimiento de este concepto es un claro ejemplo de dos cuestiones que suelo explicar en mi clase de Sociología General: la idea de que la realidad social es un constructo social y la idea de que el lenguaje construye realidad. La Teoría Crítica enfatiza la incidencia que el poder tiene en la construcción de la realidad, Robert Cox nos decía que el conocimiento lo produce siempre alguien y con algún propósito, y Sandra Harding, de la Feminist Standpoint Theory, insistirá en la exclusión de las mujeres y de las minorías en la construcción de conocimiento y de realidad social. Es un hecho que en la transmisión del conocimiento y en la definición de los hechos sociales a partir del lenguaje, quienes ostentan el poder tienen mayor incidencia en la atribución de significados.

Sin embargo, parece constatarse también que el grado de asunción de un nuevo concepto -y de una nueva realidad- también son determinantes en la generalización de su uso. Las 'no fiestas' han venido a definir la celebración de las fiestas a pesar de la prohibición, es un concepto que se ha asumido rápidamente y que permite definir y concretar un nuevo hecho social, algo que podríamos llamar 'el lado oculto de la fiesta', la celebración que respeta la tradición, por cuanto preserva las fechas y algunas de las particularidades del festejo (disfraces, colores en la vestimenta, comidas o cenas) y que, dada la prohibición vigente, se camufla, se disimula o se esconde, con el beneplácito de gran parte de la comunidad que comparte dicha festividad.

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Hablando de nuevos conceptos para nuevas realidades, voy a aprovechar este artículo para para presentarles -y proponerles- dos nuevos conceptos surgidos en mi cuadrilla que, en este caso, más que definir nuevas realidades sociales, lo que hacen es proponer y proyectar acciones o futuribles deseables. Uno es la 'no boda', que se definiría como aquella celebración que organizan los progenitores cuando sus hijos e hijas se emparejan y emancipan. Esta celebración no requiere -necesariamente- la presencia de los susodichos jóvenes. El otro concepto es 'zaharrasmus' y se refiere al viaje que una persona adulta realiza con ánimo de desconectar, divertirse y vivir nuevas experiencias. Como habrán adivinado, mi cuadrilla está integrada por personas que ya han superado los cincuenta años…

Una lengua que está viva crea conceptos y palabras para definir y explicar con precisión los cambios sociales, las nuevas vivencias y sucesos. Una lengua que está viva nombra a las personas que han estado excluidas y asigna significado a nuevas identidades y maneras de relacionarse. Una lengua que está viva se adapta a su entorno y asume los cambios y las nuevas propuestas que implican mayor inclusión, visibilidad y justicia social. Una lengua viva es una lengua inclusiva.

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