![El fiasco de Kabul: causas y consecuencias](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202109/16/media/cortadas/mozo16-kOjF-U150543891220sUG-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Afganistán, ubicado a caballo de las antiguas Persia e India, por donde la historia ha visto pasar a árabes, mongoles y turcos, jugando luego un papel de tapón entre los imperios ruso y británico. Tierras áridas gestionadas por tribus que siempre perduran en un Estado ... débil y dependiente que ha visto fracasar sucesivamente a británicos, soviéticos y ahora a americanos. Tierras que vieron la expulsión de los talibanes, que ahora vuelven por la puerta grande tomando la capital y su aeropuerto, con un guion que rememora Vietnam y que ni el mejor propagandista talibán hubiera podido escribir para mayor gloria de su causa y descrédito occidental.
Hay que diferenciar la decisión de la retirada del modo de hacerla. La salida anunciada y planificada hace años no encaja con el fiasco del último mes, que tiene en las escenas del aeropuerto un regusto a Saigón y a chapuza difícil de entender, especialmente bajo la presidencia de Joe Biden, experto en relaciones internacionales que parece haber lidiado de forma excelente con su lío interno. Todo un borrón americano -y, por extensión, occidental- cuyas derivadas se dejarán sentir en el futuro.
Una vez concluida la caótica evacuación occidental, interesa escuchar la intervención de un desafiante Biden, que habla solo para la sociedad americana calificando de éxito la operación de salida y recordando su compromiso de acabar con una guerra no prioritaria, cuyo objetivo inicial -desmantelar la base de Al-Qaeda- está conseguido. Argumenta que solo había dos opciones: irse así o volver a enviar tropas y enzarzarse en la guerra desatendiendo los retos prioritarios: Rusia y China. Pero no deja bien a sus socios, que creían estar allí para dejar una estructura de Estado.
Solo una cadena de errores, asociada al tormentoso relevo de poder en la Casa Blanca, puede explicar el asunto. Errores que se inician con una negociación apresurada de Trump, desesperado por exhibir un acuerdo de retirada antes de las elecciones, acordando la fecha de salida el día 1 de mayo sin un compromiso previo de alto el fuego. Biden se equivoca al dar por buenos los informes que aseguraban la capacidad del Ejército afgano para contener la ofensiva talibán y permitir una operación de salida ordenada. Pero el Ejército local resulta todo un fiasco y no aguanta un asalto tras el anuncio americano de retirada, lo que resulta extraño en gente acreditada en mil batallas y pone el dedo en la llaga del problema porque, tras veinte años de presencia occidental, no parece haberse construido una sintonía entre el Gobierno derrotado y la población rural. Como declara de forma expresiva un ex alto mando americano, «parece que hemos estado veinte veces un año y no veinte años». En línea similar se puede leer en 'The Economist' que si el antiguo Gobierno afgano hubiera sido menos corrupto e inepto en el trato con los agentes de poder tribales, podría haber demostrado ser más resistente.
Ahora debemos pensar en lo que dejamos atrás: un país falto de alimentos y dinero y una población asustada que busca adecuarse o escapar. La diplomacia occidental necesita moverse para sacar a miles de ciudadanos marcados y no quedarse fuera del nuevo tablero geopolítico en el que China, Rusia y Pakistán se mueven ya con prudencia e interés, preocupados por el fundamentalismo y los espacios vacíos. China se adelanta con una donación millonaria en alimentos y vacunas para el nuevo Gobierno, cuya composición no hace concesiones: una fuerte Administración interina de 33 hombres repleta de incondicionales y con un ministro del Interior buscado por los americanos con una recompensa por su cabeza.
Sobre todo nos queda el problema de fondo: las escenas de Kabul conforman un guion que puede generar un efecto dominó en los estados más pobres y débiles, donde los yihadistas aspiran a controlar el territorio o, al menos, a evitar que el Gobierno lo haga. Nos queda también un discurso y una posición americana para el futuro que insiste en que el mundo ha cambiado y que no se pueden gestionar los nuevos retos con presencia militar permanente, aunque está por ver lo que pasa si China se acerca a Taiwán.
Finalmente, el asunto nos fuerza a recuperar el sentimiento europeo de contar con una mayor autonomía estratégica que reclama Macron porque una conclusión emerge en el resto de aliados, que ven que no han participado en la decisión americana ni han sido capaces de contar con una fuerza militar propia que asegure el perímetro del aeropuerto y el acceso de los suyos. La amarga conclusión la podemos tomar prestada de Emilio Lamo de Espinosa, fundador del Instituto Elcano, que nos dice que no es un mundo postamericano el que anuncia la salida de Afganistán, sino un mundo postoccidental.
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