![Los fantasmas de Vietnam](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202108/17/media/cortadas/opi-aramayo-kjLC-U150260308753t5F-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Después de cuatro años padeciendo las extravagancias del trumpismo, Biden supuso una bocanada de aire fresco. En lugar de añorar una perdida grandeza norteamericana, su pretensión era poner de nuevo a su país en el escenario mundial. Sus aliados podían volver a contar con su ... influencia para preservar la democracia y los derechos humanos. Rusia perdía un presidente demasiado afín a sus intereses y poco atraído por sus relaciones con una Unión Europea que ya no cuenta con Reino Unido. Por su parte China debía contar otra vez con este contrapeso en el podio de la hegemonía geoestratégica.
Desde un principio el estilo y las medidas de la nueva presidencia norteamericana daban una imagen muy distinta, como reflejaba su eficacia en un proceso de vacunación que marchó a buena velocidad hasta topar con el recalcitrante colectivo legado por la psicopatología social trumpista. Sin embargo, Biden y su Administración también quedarán asociados a las imágenes de la evacuación del cuerpo diplomático estadounidense con helicópteros, como sucedió hace casi medio siglo en la Embajada de Saigón.
El fantasma de Vietnam acude con facilidad a nuestro imaginario colectivo, aunque no parezca obvio establecer grandes paralelismos. La Guerra Fría no lo fue tanto en algunos lugares del planeta. Corea quedó dividida en dos mitades, como lo había sido Alemania. Berlín era el símbolo del telón de acero, pero su muro tenía correlatos como el paralelo 17 que debía separar provisionalmente al Norte del Sur hasta celebrarse unas elecciones libres. Entre 1954 y 1975 se cometieron muchos errores de todo tipo, que convendría repasar para tenerlos en cuenta y no repetirlos.
Los norteamericanos fueron involucrándose cada vez más, aunque se cuidaban de no reconocerlo así, para eludir el varapalo de su propia opinión pública. En Vietnam cada nuevo paso lo era hacia el abismo. No se supo reconocer una tradición cultural que había sobrevivido al colonialismo francés y la invasión japonesa. Se apoyó a un presidente dictatorial que hacia gala de su catolicismo entre una población mayoritariamente budista. La expresión 'quemarse a lo bonzo' se debe al monje budista que decidió inmolarse prendiéndose fuego para manifestar su protesta. Una bala en la sien de un prisionero maniatado y una niña desnuda que corría por la carretera con la piel quemada por el napalm son otras estampas de la guerra del Vietnam.
Quienes pretendían oficiar como liberadores de un pueblo expuesto a los grilletes del comunismo pronto fueron considerados nuevos invasores. Los marines norteamericanos quemaban aldeas y ejecutaban a campesinos porque no puede distinguirse a unos guerrilleros que no llevan uniformes. Estas tropelías reclutaban a voluntarios para el ejército enemigo. La diferencia es que los marines no sabían por qué luchaban y tampoco entendían que no fueran jaleados como héroes en su patria, mientras que los vietnamitas defendían con ardor su independencia para liberar a su país de una nueva opresión, sumándose así a quienes creían en el socialismo.
Recién finalizada la guerra de Vietnam se declaró un conflicto bélico en Afganistán. Como la Unión Soviética prestó su apoyo al Gobierno comunista en la flamante República Democrática de Afganistán, EE UU y sus coaligados hicieron lo propio con la guerrilla islámica. Esta guerra civil acabó generando el Emirato Islámico de Afganistán en 1996. La reacción estadounidense por el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York fraguó una coalición internacional que derrocó a los talibanes y auspició la constitución de una república islámica, dando lugar a una nueva guerra civil.
Las negociaciones tendentes a instaurar la paz fueron tan exitosas como los intentos de acabar con el conflicto entre Palestina e Israel. Biden declaró hace unos días que Afganistán contaba con un ejercito regular de 300.000 efectivos perfectamente pertrechado y entrenado. Sin embargo, al retirarse las tropas estadounidenses, los talibanes han avanzado hacia la capital sin encontrar resistencia. En estas condiciones hablar de una transición pacífica y ordenada no parece muy atinado.
Basta ver a los rezagados corriendo por las pistas del aeropuerto para abandonar Afganistán, al temer las represalias que puedan sufrir los sospechosos de colaborar con el Gobierno saliente. La comunidad internacional no deja de reconocer implícitamente al poder talibán, a cuya merced quedan muchos ciudadanos afganos y todas las mujeres que no hayan podido escapar. Por el mero hecho de serlo, la mujer se ve privada del acceso a la educación y es considerada sólo un objeto incitador de la lujuria del varón, causa por la que no se le permite mostrar ni un centímetro de piel.
Para este viaje no se necesitaban semejantes alforjas. Históricamente los ejércitos más poderosos no han doblegado a una guerrilla que conoce su territorio. Va siendo hora de aprender la lección y utilizar otro tipo de instrumentos, evitando engañar a la opinión pública de las democracias liberales con pantomimas que no se sostienen.
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