'Fake news'

Antonio Machado lo dejó muy claro en 'Proverbios y cantares': «Tu verdad, no, la Verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela». Sí, la verdad y la Historia se han construido desde tiempo inmemorial, no es nuevo. Echo la vista atrás y repaso 'fakes' de esas que circularon por el mundo hace muchos siglos para hacer la puñeta al contrario, porque entre racionalidad y emoción, dice Hugo Pardo Kulunski en 'La microfísica de la posverdad', «los ciudadanos, como bien saben los políticos, elegimos siempre la emoción».

Por ejemplo, «con ruin intención», durante el reinado de Felipe II se propagó la noticia de que el emperador había muerto de un arcabuzazo, noticia que por unos segundos hizo que se tambaleara el imperio. Pongo otro ejemplo, este muy siniestro. En la Navidad de 1942, durante la batalla de Stalingrado, el pueblo alemán se reunió alrededor de la radio para escuchar una retransmisión radiofónica que conectaba a los soldados de los diferentes frentes para que se sintieran acompañados en esas fechas. Al final, todos los soldados cantaron juntos 'Noche de paz', la emoción fue enorme y también fue enorme el sentimiento de que el 'führer' cuidaba de todos.

Bueno, pues nunca hubo tal conexión, se trató de un vil montaje para tranquilizar a la población. Ese mismo día de Navidad murieron en Stalingrado 1.280 soldados alemanes, solo se enteraron sus familias.

Pero también hay otros tipos de 'fake news' menos dramáticos. Hay uno concretamente que en este momento me gusta mucho. El 30 de octubre de 1938, un joven Orson Welles empezó a retransmitir, en el programa de radio 'On The Air' de la CBS, una adaptación del guion de 'La guerra de los mundos', de Herbert George Wells, pero transformándolo en una historia real que estaba ocurriendo en ese momento. Lo hizo magníficamente.

En uno de los cortes del programa, cuando sonaba el tema 'Stardust', interrumpió la emisión para comunicar a los oyentes que tenía que anunciar una grave noticia. «Por increíble que parezca, tanto las observaciones científicas como la más palpable realidad nos obligan a creer que los extraños seres que han aterrizado esta noche en la zona rural de Jersey son la vanguardia de un ejército invasor procedente del planeta Marte». El susto fue mayúsculo, hasta los periódicos más serios del día 31 recogieron la noticia en primera plana.

Pues yo quiero algo así, quiero que me digan que una nube de ángeles muy guapos, espada en mano, brillante coraza y alas poderosas, ha oscurecido el cielo de Rusia y ha llegado al refugio de rata donde está Putin; entonces Vladímir, rodilla en tierra ante la majestad de los ángeles, se ha arrepentido de lo que está haciendo y ha decidido parar la guerra.

Y, a continuación, quiero que me digan también que otra tropa de ángeles, esta vez con batas blancas y enormes redes caza-virus, ha barrido el cielo del mundo y nos ha librado del puto bicho este.

Y el último 'fake' que me gustaría recibir sería que se ha visto a un grupo de ángeles, ahora vestidos con túnicas, cucuruchos de mago y una botella de un extraño elixir bajo el brazo, entrar en las casas de los dirigentes de todo el mundo, pillarles por el cuello sin muchos miramientos y obligarles a beber la pócima. La noticia terminaría diciendo que, tras ingerir el brebaje, los políticos se han vuelto buenas personas, virtuosos, no corruptos, inteligentes, con sentido común, eficientes, eficaces y la madre que nos parió (perdón por la ordinariez, se me ha 'escapao').

Con esas cosas me entretengo para borrar esta realidad tan fea.