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Tras semanas de estéril diplomacia, que dejará para la historia la imagen de una alargada mesa de reuniones, Vladímir Putin invade Ucrania y se hace con el control del país. Busca hacer inviable la economía y la política del Gobierno de Kiev, hasta derrocarlo y ... sustituirlo por un nuevo presidente más amable hacia sus intereses. Si lo consigue en el corto plazo, quizás retorne a la diplomacia para negociar una retirada parcial, manteniendo una parte del territorio invadido y asegurándose un espacio de prudente distancia con la OTAN y el modo de vida occidental. Por el contrario, si este Gobierno logra sobrevivir y las sanciones producen efecto, el tiempo juega en su contra, porque una cosa es invadir y otra, mantener el control del país. La llave del asunto la tiene China, su principal socio comercial, que de momento se ha puesto de perfil, sin criticar la invasión, y al que quizás lo que le pueda interesar en este asunto es iniciar la demolición del viejo orden mundial, lo que puede darle alas en sus aspiraciones de aterrizar en Taiwán.
En cuanto a Occidente, Estados Unidos ha descartado la intervención militar en Ucrania y desea frenar las aspiraciones de Putin, pero manteniendo su prioridad en el Pacífico. Respecto a Europa, nuestra Unión crece, pero va por detrás de los retos y cuando hay una crisis se nota, porque carecemos de una política exterior común y de un ejército a su servicio. Quizás estamos demasiado convencidos de los valores del sistema y del Derecho Internacional para resolver los conflictos, pero lo malo es que no todo el mundo está de acuerdo en ello y algunos buscan nuevos valores en un choque entre democracia y autocracia. En cuanto a Ucrania y a su aliado europeo, resulta duro decirlo, pero quizás han olvidado un principio básico de la política exterior, el realismo, al apostar sin cartas y sin valorar la posible reacción del jugador que tienes enfrente.
En todo caso, esta invasión es un gran palo en la rueda de la recuperación económica. De hecho, la noticia ha golpeado a los mercados financieros, que ya venían mostrando una cierta debilidad. Europa depende del gas ruso en un 40% y de su petróleo en un 25%, por lo que aprovisionarse de Arabia Saudí supondrá un nuevo aumento del coste, que nos afectará negativamente en la industria, la electricidad y los hogares. En cuanto a las cuentas públicas, el Presupuesto actual del Gobierno español está elaborado con un petróleo a 60 dólares, cuando JP Morgan maneja previsiones de 125, por lo que habrá que ver cómo gestionamos la diferencia.
Está por calibrar la eficacia del conjunto de sanciones propuestas. Lo que sí sabemos es que se dificultarán las importaciones de productos alimenticios -maíz, trigo, aceite de girasol...- y fertilizantes, lo que probablemente genere un incremento de precios en alimentación. La industria deberá, además, asumir mayores costes en ciertos productos donde Rusia tiene una posición relevante: paladio, platino, titanio y aluminio. En resumen, el impacto indirecto de este asunto va a ser la subida de precios, que provocará una inflación aún más elevada y persistente. Por ello, habrá que ver las decisiones que toman la Reserva Federal y el BCE, porque una recuperación más débil obliga a pensar más la retirada de estímulos y el aumento del precio del dinero. Para España, los estudios hablan ya de perder un punto del crecimiento del PIB y ganar dos de inflación en 2022; una mala combinación. En cuanto al impacto de las sanciones, Alemania es el país más afectado. Las modestas relaciones comerciales entre España y Rusia no resultan directamente dañadas, salvo nuestras empresas de automoción y maquinaria. Tampoco debemos notar una gran escasez de gas, porque nos llega el suministro por el sur y, además, contamos con un buen número de compañías regasificadoras en los puertos.
Podemos hacer un primer inventario de víctimas de la invasión, empezando por los propios ucranianos y sus familias, con un buen número de refugiados que, según Naciones Unidas, puede ir de uno a cinco millones. Otra víctima, más que posible, parece el actual presidente ucraniano, que si el plan ruso funciona puede ser sustituido por una persona más afín al Kremlin. Desde luego, una víctima será la recuperación económica global, y especialmente la europea. Y está por ver si el asunto abre la idea de un nuevo orden internacional, que es la cuestión de fondo.
Putin, inspirado en la tradicional idea rusa de que la única manera de defender las fronteras es expandiéndolas, piensa en las próximas elecciones rusas de 2024 y no atiende a razones; desde luego, no a las europeas del ideal de democracia. Conviene que Europa se dé cuenta y se organice para su defensa porque, después de Crimea, ya deberíamos haber sacado conclusiones. Para concluir, me quedo con el testimonio del entrenador Carlo Ancelotti, maestro del sentido común, que al ser preguntado por Ucrania traslada: «Mi abuelo estuvo en la Primera Guerra Mundial; mi padre, en la Segunda. Es horrible, nada más».
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