Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Cualquiera que considere que la democracia es esa escalera que nos saca del infierno de la dictadura y que sabe que es un bien de primera necesidad, arrancado con no poco dolor a caudillos y fanáticos, debe sentirse preocupado por el resurgimiento de las extremas ... y ultraderechas en el viejo continente. Lo curioso es que nadie del arco parlamentario se reconoce en ese ámbito exaltado en lo patriótico y en las ideas puras de una sociedad monolítica y de regreso a un añorado pasado. Quienes entendemos que la diversidad, el respeto, la igualdad real, los derechos sociales y la justicia sin adjetivos son principios básicos irrenunciables solemos detectar a aquellos por la vehemencia de su verbo que esparce odios, sus ademanes bélicos, sus himnos cargantes y sus verdades inequívocas. Sí, los conocemos. Los que llevamos 60 años o más por esta esquina del mundo los reconocemos; sí, hemos sufrido diversas variaciones de fanatismo y fascismo.
Aquí, en Euskadi, de momento, son residuales los que añoran tiempos de prohibiciones, persecuciones, castigos y ejecuciones sin las mínimas garantías de un juicio de fundamento. Pero si de fascismo hablamos, de persecuciones, de hostigamiento y amenazas, de ejecuciones sin una mínima defensa a civiles, uniformados, niños, periodistas, conductores… tenemos que hablar imprescindiblemente de las personas que hoy en día, en la reciente campaña electoral, están enarbolando la bandera de la paz y el antifascismo: EH Bildu. Bienvenida sea la izquierda abertzale al antifascismo, a la lucha por la paz permanente y justa, al respeto a todas las personas y a todas las ideas, siempre que estas puedan defenderse sin rasgar los derechos humanos. Derechos humanos, ni más ni menos.
De crío tuve un profe de gimnasia que hizo un fugaz y sorprendente viaje desde los encantos del palo y tentetieso -«me hace diez flexiones y dos padrenuestros»- hasta toda una suerte de frases hechas sobre las maravillas de la democracia que entraba con decisión en nuestras vidas. De las gracietas falangistas y tratarnos de usted y por el apellido al cachondeo del destape y la libertad, «ay, si a mí me hubieran dejado», resoplaba el muy chaquetero, todo ufano, dándonos clase de educación física y espíritu nacional, dos en uno.
Del mismo modo sorprende Pernando Barrena hablándonos de paz y de las bondades de una Europa pacificada. A mí me encanta, he de decirlo, pero me choca que no haya habido un recorrido entre sus proclamas bélicas y esta angelical demanda de paz. Incluso en la cartelería de esta formación figura la palabra mil veces maldecida por ellos: paz. Hasta hace nada, sus chicos nos miraban con desprecio, por encima del hombro y con la mano en su makuto rascando el 'molotov', gritándonos que paz es la de Franco (se ve que se gustan) y que 'borroka da bide bakarra'; nos arrancaban la pancarta, daban unos empujones, nos insultaban en plan 'carceleros' y 'asesinos' y se iban a celebrar la hazaña bélica.
Lo último ha sido proclamarse antifascistas. 'Gaur eta beti'. Hoy y siempre. Lo de hoy puede colar porque la izquierda abertzale está en apostar todo al futuro y lo del pasado, ni tocar. Nuestro buen amigo Gorka Landaburu comenta que eso de mirar adelante está muy bien, pero sin perder de vista todo lo que hemos aprendido del pasado; es decir, sin romper el retrovisor, sin olvidar lo que hicimos bien y mal. Y aquí es donde entra en juego la inmensa contradicción de proclamarse antifascista ahora, cuando hasta ayer a la mañana el modo de proceder de las gentes de ese mundo era lo más parecido al comportamiento de los 'camisas negras'.
Señalar desde sus medios afines o con pintadas en las calles al resto de la prensa como espacio enemigo a batir; pasear una hucha por los bares y comercios para que el dueño colabore con la causa de los presos y, si no, noche de cristales rotos o, directamente, agresión personal; capucha, bidón de gasolina, rociamos y salgan ustedes o se abrasan dentro del bus, y venga, la pira de la vergüenza en medio del Arenal o del 'Bule'; tener que salir escoltado y abucheado del pleno de tu pueblo porque no piensas que a un asesino se le pueda declarar hijo predilecto y te atreves a decirlo; recibir en la Kale Nagusia con salvas, himnos y bengalas a un hombre que asesinó a seis personas; amenazar de muerte a un artista que se opuso al crimen; humillar desde una pared con un 'Lacalle, jódete' tras su asesinato; llamar 'el hijo del chivato' a un crío al que acaban de dejar huérfano… y así podríamos continuar enumerando decenas de actos profundamente fascistas para acojonar y neutralizar a la sociedad vasca.
Nada de todo eso habría sucedido si la izquierda abertzale no lo hubiera creado, promovido y protegido. Sus métodos de propagación del silencio y el miedo hasta anteayer han sido su marca de la casa. Y ahora vienen con que son pacifistas y antifascistas. Bien; usen el retrovisor y digan algo coherente sobre todo aquello.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.