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Se ha suscitado un fuerte debate, con opiniones muy encontradas, acerca de la OPA anunciada sobre Euskaltel. Como no cuento con toda la información al respecto, no puedo opinar con criterio fundado sobre el tema, pero soy de los que tratan de ver las oportunidades ... de la operación y, quizás, las tiene para nuestro país en el marco de la revolución tecnológica en la que estamos inmersos (5G, Internet de las cosas...). No obstante, creo que, en muchos niveles de responsabilidad institucional y privada, y también como sociedad civil, podemos encontrarnos en una situación como la que describe el aforismo del árbol que no deja ver el bosque; es decir, cuando alguien no es capaz de ver una situación en su conjunto porque está prestando atención a los detalles, como en mi opinión ocurre en este caso.
Para intentar ver el conjunto, es muy útil un estudio presentado hace unas semanas por las Cámaras de Comercio acerca de la evolución del PIB en el Estado español desde 1975 a 2019. En él, la economía de Euskadi aparece como la de menor crecimiento de todas las comunidades autónomas al haber perdido un 24% de peso en ese período. Es una cifra enorme; por cierto, ¿cuánto habríamos perdido de no contar con el Concierto Económico y su mayor capacidad de financiación pública? El dato es tan espectacular que un diario económico subtitulaba: «…y el País Vasco se hunde».
Parece que se nos ha olvidado, y quizás no estamos trabajando en la adecuada dirección, que lamentablemente durante más de 50 años la acción terrorista de ETA «ha ido quemando una gran parte del bosque de nuestro tejido empresarial» y, por tanto, destruido empleo y riqueza. Por su larga duración, coincidente con varias crisis económicas, no es posible medir con exactitud el daño económico causado, pero los estudios publicados, desde los primeros de los profesores Abadie y Gardeazábal en 2003 (en la 'American Economic Review'), han ido aproximando un coste de la actividad terrorista muy elevado y seguro cercano a la cifra de PIB perdido.
Si revisamos otros datos, la situación es impactante. La inversión extranjera se mantuvo en ese período muy por debajo de su potencial (representaba un 6,7% del conjunto del Estado en los años 60 y se desplomó hasta el 2,7% en las décadas posteriores). Además, el País Vasco no aprovechó el efecto inversor internacional de la entrada en el Mercado Común (en los informes de inversión de la época, especialmente de empresas americanas, se indicaba siempre que era zona económica con actuación de grupos terroristas).
Hay que recordar la larga historia de la extorsión, el mal llamado 'impuesto revolucionario', los numerosos secuestros y asesinatos de empresarios, directivos y empleados. Y los ataques indiscriminados hacia las empresas. En el 'informe Foronda', de 2014, del Instituto de la UPV del mismo nombre, se indicaba que las empresas vascas habían recibido un ataque de ETA y la 'kale borroka' cada tres días. No se conocen los datos de la 'microextorsión' sufrida por infinidad de comercios y pequeñas tiendas, que también tuvo un gran impacto.
Durante esas décadas, centenares de empresas (quizás miles si incluimos microempresas y autónomos) fueron deslocalizando sus estructuras e inversiones de Euskadi, en algunos casos (sobre todo, las grandes y tractoras) manteniendo aquí sólo su sede social. Perdimos 'de facto' una gran parte de nuestro tejido empresarial, y adicionalmente el impulso de las nuevas generaciones de esos empresarios, que hoy invierten y generan empleo y bienestar en otras latitudes. Hay que agradecer, más que nunca, a todos aquellos que continuaron con su actividad aquí. Y recordar sobre todo a los que, por hacerlo, pagaron con su vida.
La consecuencia de todo ello, en el plano económico, se plasma también en otro dato terrible. Euskadi perdió en esas décadas aciagas, según los informes de IVIE-Fundación BBVA, el 50% del «stock de capital relativo». (No recibíamos inversiones y además se nos marchaban las de aquí… durante décadas).
Este es 'nuestro bosque', destruido por la dura y triste historia vivida durante tantísimo tiempo. Ahora ha llegado el momento de 'repoblar' y reconstruir. Por supuesto de hacer también tratamiento de 'árboles' individuales, pero sobre todo de configurar un marco favorable para el impulso de proyectos empresariales locales e internaciones. Estamos además en un cambio de época que quizás cierre también una etapa de desarrollo estratégico de nuestro país.
Tenemos una oportunidad, contamos con un marco competencial muy singular que, impulsado desde el Gobierno con un proyecto de largo plazo, con la participación de las diputaciones y con el concurso de los partidos, organizaciones empresariales, sindicatos, universidades y otros agentes, podría permitir hacer de Euskadi un polo de atracción de inversión sostenible, como en Holanda, Irlanda o Singapur. Podríamos recuperar lo perdido y además dar un nuevo impulso para el futuro del país.
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