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Después de abjurar ante el tribunal de la Santa Inquisición y negar que el Sol, y no la Tierra, ocupaba el lugar central en nuestro sistema, aseguran que Galileo pronunció aquella frase entre dientes: «E pur si muove» -«Y sin embargo se mueve»- en referencia ... al planeta Tierra. De igual modo, y a pesar de los balbuceos o de la tibieza inicial frente a las medidas con que abordar una respuesta conjunta a los efectos de la pandemia, Europa volvió a ser madre antes que madrastra. Y hoy podemos afirmar, como Galileo Galilei, que Europa se mueve y que lo ha hecho en la dirección adecuada.
Pese a los discursos iniciales de atrincheramiento de algunos de los estados de la Unión y pese a los antecedentes de la respuesta insuficiente a la anterior crisis económica -¿habría sido posible este acuerdo con Reino Unido dentro?-, Europa ha acabado por alumbrar los denominados fondos de reconstrucción, el arsenal económico de mayor dimensión que nunca antes se haya implementado en el seno de la UE. Una respuesta a la altura del colosal reto ante el que nos ha situado la Covid-19, en cuya génesis el Gobierno de España ha jugado un papel esencial y para cuyo desarrollo queremos generar nuevas dinámicas cooperativas de trabajo.
Saber que no estamos solos para abordar el desafío de reiniciar las economías nacionales, colapsadas ante el primer golpe de la pandemia en el mundo, es una idea que reconforta, frente al populismo de algunas de las respuestas nacionales de primera hora. Sin embargo, sería deseable que tamaño esfuerzo viniese acompañado de un cambio en el comportamiento de los agentes públicos y privados que deberán ejecutarlos. Estos fondos no están ideados para volver cuanto antes al punto previo a la pandemia y proseguir con las inercias consabidas, sino para provocar un salto en clave ecológica y digital. Se pretende caminar hacia una economía europea más densa en conocimiento, más competitiva frente a los mercados internacionales, más resistente y preparada ante episodios adversos. Y debiera representar la piedra de toque para alumbrar dinámicas de trabajo cooperativas entre empresas y regiones, un cambio cultural en el que la cogobernanza será determinante. Hablamos de engrasar el trabajo en común y el emprendizaje colaborativo entre administraciones públicas, empresas, clusters, centros tecnológicos y universidades.
Euskadi debe hacer un ejercicio de pragmatismo a la hora de articular proyectos solventes que encajen en la filosofía de la reconstrucción impulsada desde España y el resto de miembros de la Unión. Nuestro desarrollo tecno-industrial está protagonizando proyectos que requieren de fuertes inversiones en ámbitos como el de la economía del hidrógeno, la digitalización de la máquina herramienta, la automoción inteligente, las energías renovables, la aeronáutica o los equipos de transporte. Por ello es importante que sepamos diferenciar la paja del grano, que tengamos presente la idea de conjunto, que favorezcamos aquellos proyectos con capacidad de tracción sobre toda una cadena de valor y que, a la vez, sigamos actualizando nuestro sistema educativo para adaptarlo a esas nuevas necesidades de fortalecimiento de una base productiva cualificada para afrontar esos retos.
Evitemos la enésima hoguera de vanidades, esquivemos los provincianismos estériles, seamos rigurosos en nuestras propuestas, tratemos de impulsar aquellos proyectos que verdaderamente puedan ejecutarse a tiempo, representen una palanca de cambio y vayan acompañados de una movilización de inversiones públicas y privadas. No se trata de multiplicar estructuras, sino de maximizar el rendimiento de recursos y capacidades ya instaladas para generar un crecimiento orgánico capaz de retener y atraer nuevo talento, y de generar nuevos partenariados internacionales.
El Gobierno de España es un auténtico aliado del tejido industrial vasco. Colaboramos en su internacionalización, en su ganancia de valor, y ahora queremos contribuir a que experimente un salto relevante que le permita superar la presente crisis y tomar impulso incorporando nuevas capacidades. Los encuentros y visitas que estamos manteniendo durante los últimos meses a diferentes centros productivos de Euskadi están ayudando a alinear objetivos y estrechar complicidades. La reciente constitución del nuevo Gobierno vasco de coalición también alimenta esa esperanza de ofrecer respuestas cabales y ponderadas de manera coordinada.
El buen empleo de esta inédita inyección financiera en nuestro sistema productivo es el mejor homenaje que podemos tributar a esa generación que ha sido golpeada por el virus con particular saña, y que fue la que construyó con su esfuerzo y abnegación el Estado de Bienestar del que hoy disfrutamos. Nuestra mejor aportación será estar a la altura del desafío que se abre ante nosotros para ser capaces de convertir la amenaza del coronavirus en una oportunidad para construir el futuro.
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