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El movimiento 15-M, del que se han cumplido diez años, fue un fenómeno nacido de la frustración de la izquierda ante la imposibilidad del Partido Socialista de superar la crisis económica sin un grave coste social. El desencanto de la ciudadanía apuntaba a un ... éxito del Partido Popular en las elecciones del 22 de mayo, lo que una parte de la izquierda no era capaz de digerir ni aun antes de que se llegara a producir.
Los mensajes lanzados en esa semana electoral eran de desconfianza hacia el sistema y de deslegitimación de unos resultados que iban a dejar a la izquierda fuera del poder municipal y autonómico. El discurso contra el modelo de representación inundó las plazas de España y se difundió la idea de que quienes asumían las responsabilidades políticas eran una casta ajena a la sociedad, sin principios éticos y que no ejercían el poder sino que lo detentaban ilegítimamente. Democracia Real Ya fue la asociación organizadora de aquel fenómeno y su mensaje principal era el de que el sistema de representación de las democracias occidentales era un engaño.
Afortunadamente, diez años después seguimos votando en sobres cerrados y no a mano alzada en asambleas controladas por agitadores profesionales. Quienes excitaron la insatisfacción popular por la crisis económica y por la gestión que de la misma hizo el presidente Zapatero han tenido la oportunidad de ejercer la representación política de sus votantes y lo han hecho incumpliendo los principios éticos que se habían impuesto y transgrediendo todos los compromisos de transparencia que habían anunciado. El apoyo social se ha desvanecido. En estas elecciones al Parlamento de Madrid, el partido de Pablo Iglesias ha tenido menos respaldo del que obtuvo Izquierda Unida en aquellas elecciones autonómicas de 2011.
Los reportajes y análisis que han proliferado en este aniversario se inclinan por creer que el fenómeno no ha tenido consecuencias eficaces por cuanto los propósitos que habían esgrimido no se han alcanzado y ni la precariedad laboral, ni el acceso a la vivienda, ni la inestabilidad del sistema de pensiones se han resuelto. Todo ello, a pesar de haber accedido a importantes cuotas de poder en todos los ámbitos institucionales.
Sin embargo, no creo acertado pensar que no ha tenido ningún efecto en la política. Creo que se ha producido una agitación de la agenda de prioridades y que determinados elementos que no estaban en primer plano lo están ahora constantemente, como lo son la ideología feminista, el movimiento LGTBI o el animalismo, entre otros.
En el caso vasco, además de estos discursos, la reacción al 15-M ha alentado o acelerado algunos procesos que habrían sido difíciles de pronosticar. El 15-M fue un movimiento genuinamente español. Nació por iniciativa de grupos de izquierda que operan en el conjunto de España y tuvo un efecto inmediato en las tres capitales vascas y en muchas otras localidades populosas. La izquierda abertzale, acostumbrada a ejercer el control absoluto de los movimientos sociales, se vio desbordada por una marea que no obedecía a las consignas nacionalistas que siempre imprimía.
Podemos logró ganar en el conjunto de Euskadi y superó a Bildu en las tres provincias vascas. Pero Podemos no quiso aguantarle el pulso a Bildu. Por el contrario, su papel se ha centrado en la normalización y el blanqueamiento del partido de Otegi y ha apadrinado su integración en la política nacional sumándolo a la 'mayoría Frankenstein'. La izquierda abertzale se permite expresar, como lo hizo Arnaldo Otegi en marzo, que dejar caer ahora al Gobierno de Sánchez sería «muy irresponsable».
A su vez, el Partido Nacionalista Vasco también se ha visto impregnado por la influencia podemita. Pese a la manifiesta incomodidad que le causa el protagonismo de Bildu en la Carrera de San Jerónimo, el PNV comparte con la izquierda abertzale su apoyo a un Gobierno en el que participan miembros del Partido Comunista de España, Podemos y PSOE. Es uno de sus principales aliados y comparte su agenda social y económica. Lo ocurrido en este década transcurrida desde el 15-M ha hecho que el PNV se sume al Gobierno de izquierdas más radical de Europa y que, además, lo haga sin fisuras. Esto explica que el lehendakari fuera uno de los primeros en calificar el régimen tributario de Madrid como paraíso fiscal y que, para evitarlo, el PNV anunciara su apoyo a la homogeneización de impuestos en el ámbito de la Agencia Tributaria.
Se ha posicionado junto a Unidas Podemos y al PSOE en todas sus decisiones económicas y presupuestarias y también en otras sociales como la Ley de Eutanasia, a la que se ha sumado sin ningún reproche.
Entre los 'éxitos' de la 'nueva política' está el de haberse cargado el modelo de dos partidos con apoyos transversales para crear el modelo de dos bloques, izquierda y derecha. El PNV parece cómodo donde está. Como ha dicho el ministro Castells, «los movimientos sociales no toman el poder, toman las mentes, que es lo más importante».
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