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Hace unas semanas, Ignacio Marco-Gardoqui publicaba un artículo en este periódico comentando las críticas del lehendakari a la Comunidad de Madrid por ejercer la escasa autonomía fiscal de la que dispone. Destacaba el siguiente dato: «en la década de los 70, entre las 100 ... primeras firmas españolas, 23 estaban en el País Vasco. Las que quedan hoy se cuentan con una mano». Lo grave es que el lehendakari, en vez de acusar, no se pregunte por la causa de que desaparezcan empresas y de que, en contra de lo que sucedía antes, no surjan nuevas. ¿Qué ha ocurrido para que decrezca la iniciativa emprendedora en el País Vasco?
Este preocupante dato me recordó una noticia que apareció recientemente sobre las titulaciones más demandadas por los estudiantes que inician una carrera en el País Vasco. De todas las ofertas relacionadas con las emblemáticas ingenierías, hoy llamadas grado en Ingeniería y, con un año más, máster en alguna especialidad, solo dos grados cubrieron sus plazas. En los demás grados quedaron muchas vacantes.
Además del dato en sí, lo más preocupante es que ni los responsables universitarios ni el Gobierno vasco, no digan, aunque sea mentira, que van a estudiar las causas. De la noticia emanan, por lo menos, tres interrogantes: ¿cuál es la consecuencia inmediata?, ¿por qué ocurre? y ¿qué repercusión tiene este hecho en el desarrollo económico del País Vasco?
La consecuencia inmediata es la pérdida de nivel en las ingenierías. Es un hecho indiscutible que la selectividad es, gracias a la política educativa de los gobiernos, la fase final de una sucesión de (casi) aprobados generales. Este hecho está dando lugar a un corte, a veces muy abrupto, entre los alumnos que aprenden y los que, al no aprender, dejan de comprender y pierden el interés por el conocimiento. Dicho de otra forma: si cada peldaño no se ha aprendido ni entendido, es imposible entender el siguiente.
Al no producirse selección en las ingenierías, una parte importante de los alumnos que inician estos estudios están imposibilitados para entender. Esto ocurre a pesar de que, respecto a etapas anteriores, se ha producido una apreciable bajada de nivel en los contenidos. Este hecho conduce a las situaciones de incapacidad que reflejaba un ilustrativo artículo de opinión, sobre un examen de Matemáticas, en EL CORREO del 4 de julio de 2016. Evidentemente, siempre hay alumnos brillantes. Recordemos que el número de ellos por cada mil habitantes es aproximadamente el mismo en unos lugares y otros. Así, un país pequeño y cerrado tiene muchísimos menos alumnos excepcionales que uno grande y abierto.
Esto tiene una importante repercusión en el desarrollo tecnológico, industrial y económico en una comunidad autónoma, como la nuestra, pequeña en población y cuyo recurso económico más importante es la industria. Recordemos que hace unos años una buena parte de los alumnos de Ingeniería venían de otras partes de España. Mayoritariamente eran alumnos de muy alta capacitación intelectual. De ellos, una parte se quedaba en el País Vasco. Las empresas se nutrían de los estudiantes locales y de los que venían con títulos obtenidos fuera. Actualmente, el País Vasco ya no es atractivo para los de fuera y, de los de dentro, muchos de los mejores se van a lugares que les ofrecen trabajos más atractivos.
Esto, no a cortísimo plazo, pero sí a plazo corto y medio, tiene repercusiones en la competitividad del país y, por tanto, en la economía. La urgencia en cambiar esta dinámica se debe a que la respuesta no es inmediata. Es como el cambio climático. Cortando hoy las emisiones no aparece la recuperación mañana. Tarda años. La tardanza en la corrección juega a la contra.
La clave es analizar por qué ocurre. La respuesta no es simple y no se puede abordar en las limitadas dimensiones de un artículo de opinión. Afecta a personas, organizaciones, política científica y tecnológica del Gobierno, dedicación de fondos a la Universidad, estructura de la propia Universidad, política de selección del profesorado, a las causas por las que el trabajo de ingeniería en las empresas pierde atractivo entre los jóvenes vascos, a la ausencia de retos tecnológicos reales...
Esta es la tarea, que con expertos de verdad, deben abordar urgentemente, sin matices políticos, Gobierno y Universidad, separada y conjuntamente. Una buena parte del futuro competitivo del País Vasco depende de cómo la Universidad y el Gobierno vasco ponen los remedios para frenar el descenso y comenzar el crecimiento.
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