Recientemente hemos conocido que 132 familias bilbaínas no han encontrado matrícula para sus hijos entre 0 y 2 años en el Consorcio de Haurreskolak. También se ha dado una situación semejante en San Sebastián e Irún. Ha sido la tónica dominante en el centro de ... las dos capitales vascas. Desde el pasado curso 2023-2024, el Gobierno vasco ofreció gratuidad en el Consorcio de Haurreskolak, como una de las medidas que busca abordar la Estrategia Vasca 2030 para el Reto Demográfico.
Ante ello, hemos de manifestar que, si se circunscribe la gratuidad al Consorcio de Haurreskolak, siempre se generará saturación de demanda donde más instancias de matrícula se presenten, como es el caso que nos ocupa. La reducción de ese incentivo a un solo ámbito eleva la presión de solicitudes desde el comienzo, y, consecuentemente, produce estas cifras de familias que no han encontrado plaza en el Consorcio. Y no son sólo números, sino circunstancias familiares, las de quienes no van a poder participar gratuitamente de la necesaria conciliación vital con el trabajo.
Esta disonancia debe combatirse con sentido de amplitud. No podemos quedarnos satisfechos únicamente con lo que pueda implementarse desde la red pública. Necesitamos poner los medios al alcance para que todas las familias tengan la opción de matricular gratuitamente a sus hijos en el primer tramo de edad. Hay que buscar caminos más allá de lo programado hasta la fecha y tener el valor de desafiar tópicos del lenguaje y el malentender político que no contribuyen en nada a abrirnos paso. Somos una sociedad con una historia de pluralidad en el campo de las iniciativas educativas, y asumirlo es sensato.
Contamos con numerosas escuelas de educación infantil privadas que, actualmente, no pueden acceder a un régimen de concierto educativo. ¿No sería conveniente abrir un proceso de diálogo con estas para que engrosen la oferta gratuita de la educación entre 0 y 2 años? Desde el Partido Popular entendemos que sí.
Si tomamos en consideración las escuelas privadas y se da la alternativa al concierto, podremos aliviar la saturación de un sistema que hoy no puede abarcar solo con el Consorcio la escolarización de los dos primeros años de todo niño. No hace falta aumentar el tamaño de las Haurreskolak, ni abrir nuevas, pues tenemos una infraestructura de escuelas privadas que disponen de ese espacio. Lo que se precisa es actuar.
Las propias escuelas infantiles privadas quieren ser gratuitas para las familias, o alcanzar una financiación que reduzca lo máximo su coste. Disponen de todo lo necesario: vocación universal, así como una calidad atestiguada por el cumplimiento de cuanto se les exige desde la Administración pública y lo que facilitan por su propia cuenta, por su propio buen hacer. A día de hoy, lo único que no pueden ofrecer es gratuidad, porque carecen de un concierto educativo con el Gobierno vasco. Esto es precisamente lo que defendemos.
Y, si hablamos de reto demográfico, es difícil que surta efecto una estrategia que no lleve consigo todos los recursos existentes para acelerarlo en lo posible. El horizonte de recuperar la demografía perdida pasa por un planteamiento ambicioso, que supere en lo educativo la división entre red pública y privada-concertada.
De hecho, reforzar en sí el Consorcio de Haurreskolak no es incompatible con abrirse a una negociación con las escuelas infantiles privadas. La educación siempre es un bien que repercute en la sociedad, y debe incorporar todas las energías que trabajan por ella.
Es injusto que las familias que no han encontrado plaza en el Consorcio tengan que pagar una cuota que podría rebajarse o anularse, si se accediera a que las escuelas privadas se concierten. Las medidas de gratuidad que se dirigen en exclusiva a las escuelas que dependen de la Administración no están consiguiendo incluir a toda la ciudadanía.
Las escuelas privadas, mal llamadas guarderías, han resuelto durante muchos años los problemas de conciliación de las familias con la vida laboral. Estas no se merecen, por principio, quedar al margen de un concierto educativo que daría lugar a la extensión de la gratuidad. Hablamos de educación y cuidados, no de cualquier otro negocio.
No se trata de duplicar el lucro de una iniciativa particular, sino de cubrir desde las instituciones públicas la fuente del ingreso de las escuelas infantiles privadas, porque su misión no está desconectada de una necesidad social. De hecho, cumplen un cometido relevante para todos.
En el País Vasco, tanto las congregaciones religiosas, plataformas de ikastolas y las escuelas infantiles privadas han contribuido históricamente a la educación de nuestros niños y jóvenes. No son prescindibles. Sin ellas no se puede responder a toda la demanda de escolarización.
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