Urgente Grandes retenciones en la A-8, el Txorierri y la Avanzada, sentido Cantabria, por la avería de un camión

Durante el confinamiento leí una de esas obras fundamentales que almacenan polvo en alguna estantería mientras esperan cierta relajación de los quehaceres cotidianos que permita al lector sumergirse en ellas: 'Las uvas de la ira', novela de denuncia que el Nobel estadounidense John Steinbeck escribió ... en 1939. La historia lineal es bien sencilla. Son los años de la Gran Depresión. Los Joad, granjeros de Oklahoma, tratan de emigrar desde su tierra natal a California en busca de trabajo y, por consiguiente, de una vida mejor. Es el mismo viejo sueño americano de los pioneros. Las penurias que soportan son de corte épico, pero nada arredra a esta familia de supervivientes que soporta los abusos del poder, las injusticias, el trato de animalidad, el ataque al orgullo y el despojo de la dignidad con mansedumbre, sin apenas rebelarse; y si alguno de sus miembros lo hace, pagará las consecuencias. Novela prohibida, controvertida, quemada públicamente, que ahora, con la gran crisis económica que nos aplasta y el recorte o supresión de libertades esenciales, está más vigente que nunca.

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La diferencia de nuestra actualidad con la de aquellos nómadas desahuciados es que en la novela de Steinbeck el abuso de poder se llevaba a cabo por derecho, mientras que, por el contrario, aquí y ahora se apela, para ejercerlo, a la participación activa y responsable de la ciudadanía. Te limito la movilidad, te confino, dice nuestro paternalista Estado, pero debes colaborar, ya que las medidas son por tu bien y por el de tus semejantes.

No pongo en duda que la situación es difícil por inesperada, extrema y pertinaz, pero nadie dijo nunca que gobernar fuera fácil y el Gobierno, más que nunca, se halla indefenso ante los resultados negativos de la pandemia. Lo que se pensaba que iba a funcionar en la primera ola ahora no sirve. Hay que cambiar de estrategia, hay que endurecer las normas, insisten. Pero algo -seguramente mucho- tienen por fuerza que estar haciendo mal. Las noticias son desoladoras. Leo que el sector servicios se hunde con cifras sin precedentes y que la industria -más estable que el sector servicios- no conseguirá que la endeble inyección de los ERTE la salve de una enfermedad que amenaza con aumentar en crudeza y prolongarse en el tiempo. Un panorama nefasto.

Pretenden que observemos el modelo chino. A pesar de la desconfianza que suscita por ocultar información sobre la pandemia, sabemos que el gigante asiático vive nuevas olas de coronavirus, como el resto del planeta, pero son cercadas y atajadas de inmediato. En parte por las medidas sanitarias, el excesivo control de los infectados, la infinita cantidad de PCR realizadas, el éxito de las 'apps' domésticas de detección y rastreo de contactos, pero en mucha mayor parte por la responsabilidad y obediencia ciudadanas, nos dicen. Europa suspende en civismo, China no. Al occidental nos falta la vigilancia individual y la disciplina del asiático. Características que han fomentado, por otra parte, una entrega a la laboriosidad alienada que ha matado la maravillosa creatividad de la que hacían gala sus antepasados (dinastías Han, Tang, Song, Ming…)

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Y visto todo esto, yo pregunto: ¿somos los ciudadanos los cobayas de un hipotético experimento social sobre la capacidad de obediencia a la autoridad sin que exista una reflexión por nuestra parte sobre la idoneidad y eficacia de las normas? Esto no es ficción, tiene precedentes. ¿Es más dañino el virus a las once de la noche que a las cuatro de la tarde? Si el coronavirus se propaga por contacto estrecho, ¿puede una calle vacía o poco transitada conservar gotículas y aerosoles y que estos mantengan su índice de contagio y letalidad? ¿Caerá en desuso el indeterminismo del libre albedrío? ¿La mascarilla seguirá siendo obligatoria a pesar de no haber frenado la curva ascendente de contagios? ¿Los 'baby boomers' de familias numerosas tendremos que hacer algoritmos rigurosos para no sobrepasar el número de seis personas en la casa matriarcal? ¿Es aceptable la 'tabula rasa' para confinar a tres provincias con diferentes tasas de contagio?

Y además: ¿qué será lo próximo? ¿Volveremos al confinamiento total? ¿Resistiremos impasibles este gran liberticidio, el mayor acaecido en casi medio siglo de democracia? Democracia endeble que no da seguridad al ciudadano, pero criticarla y desmontarla más de lo que ya está es algo que hoy, en esta columna, no toca.

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Pienso en esos adolescentes y jóvenes a los que la pandemia les está robando un tiempo de vida irrecuperable. Para ellos, biología y psicología en constante evolución, cada día es, o debería ser, una aventura irrepetible y extraordinaria. Cuando retomen la normalidad lo harán, como los Joad, habiendo dejado sus jirones de edad arruinada en el camino.

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