La trama del espionaje marca el camino hacia un final de legislatura que ha tenido de todo. La legislatura de la coalición, la pandemia, la borrasca 'Filomena', los indultos, el volcán de La Palma y la guerra se acerca a un inevitable final. La aprobación ... del decreto antiguerra -el último 'match ball' salvado por el Gobierno- se presume como la última gran votación de una Cámara que ya está agotada.

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La mayoría de la investidura está rota y, en esta recta final, cada partido diseña su hoja de ruta para llegar lo más fuerte posible al carrusel electoral que comienza en junio en Andalucía. Durante las próximas semanas veremos cómo, en vez de recomponer las alianzas parlamentarias, tienden a agravarlas para fijar posiciones. Han pasado cuatro años desde el anterior ciclo electoral y parece que nada ha cambiado: el bloque progresista aguanta a remolque de las ocurrencias del independentismo catalán y el miedo a la extrema derecha. Sin embargo, esto le podría seguir funcionando a un Pedro Sánchez con la posibilidad de prorrogar los Presupuestos para aguantar hasta que le convenga o noviembre de 2023.

La mala gestión de la crisis del espionaje ha servido para recoser las grietas del independentismo catalán, mostrar las debilidades de la inteligencia española y ahondar en la sensación de fragilidad del Gobierno. Si la semana pasada empezaba con la ministra portavoz, Isabel Rodríguez, negando que en España se espíe y un día más tarde Margarita Robles presumía de ello, esta semana ha empezado con una comparecencia sorpresa en la que Félix Bolaños explicaba que tanto el presidente como la titular de Defensa han sido espiados. Sería cómico si no fuera tan grave.

Si bien parece que otros jefes de gobiernos europeos han sido espiados con el sistema Pegasus, el español es el primer presidente en ejercicio que reconoce una grieta en la seguridad nacional. Y aquí hay más preguntas que respuestas. ¿Cómo justifica el Gobierno las prisas por comunicar el espionaje a sus miembros? ¿Por qué ahora? ¿Quiere victimizarse o alterar el relato de los independentistas? ¿Es el espionaje a los independentistas lo que lleva a descubrir el espionaje al Gobierno? ¿Está Pedro Sánchez dispuesto a dinamitarlo todo con tal de marcar la agenda y aguantar en el poder? Es evidente que la última respuesta es un sí, pues solo supondría seguir la misma dinámica del resto de la legislatura.

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Los aspavientos de Podemos y sus socios de Gobierno son igual de complicados de entender. El enfado por la negativa a constituir una comisión de investigación solo puede ser explicado si atiende a generar relatos para el autoconsumo interno: la Ley de Secretos Oficiales impediría revelar información en dicha comisión a quien la tuviera. Al mismo esquema simplista obedece el hecho de señalar que el espionaje al Gobierno proviene de las cloacas del Estado, cuando todo parece señalar que responde a una fuerza extranjera. Esto solo consigue restar seriedad al espionaje a políticos, militantes y abogados independentistas, algo sobre lo que -cuanto menos- la ministra de Defensa debe rendir cuentas y depurar responsabilidades en un CNI disfuncional. Si los jueces del Tribunal Supremo han autorizado espiar a abogados de un juicio como el del 'procés', sobre el que decidía el mismo tribunal, es gravísimo; si se ha hecho sin autorización judicial, aún peor.

El espionaje sobre Sánchez y Robles ha descolocado a una ERC preparada para la confrontación. Los republicanos -todavía con un complejo hacia Junts que les impide consolidar líneas de acción propias- necesitan alejarse con los socialistas y los Comunes para conseguir la Alcaldía y la Diputación de Barcelona y, esta vez sí, convertirse en la fuerza hegemónica del independentismo catalán. Los órdagos para no aprobar medidas de las que están a favor, como el decreto antiguerra o la reforma laboral, sirven para contentar a un electorado viciado de discursos autocomplacientes. En cambio, los titubeos del PSOE sobre cómo abordar el denominado 'catalangate' muestran cómo siempre asumió la coalición con Esquerra como algo circunstancial.

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El Gobierno ya no tiene mayorías parlamentarias estables, la legislatura se acerca a su final y resolver quién está detrás del espionaje (algo que el CNI ya hasta descarta) va a ser la última de las preocupaciones de nuestros partidos políticos. La necesidad de marcar un relato llevará a instrumentalizar este caso en una Moncloa hundida en las encuestas, con una derecha desbocada y un independentismo catalán suscrito a la confrontación dialéctica. A la espera de ver cuál es el mapa que queda tras este malabarismo electoral que se avecina, parece que en Euskadi, con una EH Bildu abonada a competir con el PNV en su accidentalismo pragmático, no se esperan turbulencias.

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