El español es una lengua vasca. Lo es por ser el idioma que conoce la totalidad de la población vasca peninsular y por tratarse del medio que empleamos prioritariamente para comunicarnos entre nosotros. Esa razón es la misma que hace del español la lengua de ... los andaluces, los argentinos o los mexicanos.
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Pero los vascos no somos titulares del español solo por uso, también lo somos por generación, por creación, por influencia. En efecto, la influencia de la otra lengua vasca, la exclusivamente vasca, el euskera, fue definitiva para que el latín popular hablado en las proximidades de Vasconia tuviera una singularidad particular que lo distinguió de otros dialectos romances y acabara haciendo de ella la principal lengua de toda la península y, posteriormente, una de las más importantes del mundo.
Se atribuye al historiador Claudio Sánchez Albornoz la frase de que «el castellano es el latín hablado por los vascos», que es una forma muy expresiva de explicar el alto grado de influencia que los hablantes vascos hubieran ejercido en los orígenes del romance castellano. Sánchez Albornoz no fue el único que advirtió esta influencia. El creador de la escuela filológica española, don Ramón Menéndez Pidal, había dejado escrito en 'Los orígenes del castellano' que «Castilla había metido una cuña vasca en Hispania». Como refiere el sabio gallego, el castellano se formó en los albores de Castilla, cuando aún era un condado entre reinos como León, Navarra o Aragón. El castellano se crió en el espacio que hoy conocemos como Cantabria, norte de Burgos, suroeste de Álava y el oeste de Vizcaya.
Con el desarrollo político de Castilla y su expansión hacia el sur merced a la reconquista, Castilla expandió con ella ese idioma que se distinguía de los otros romances peninsulares y entre cuyas singularidades estaba la influencia fonética del euskera.
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No son muchos los términos de origen éuskaro que forman parte del castellano, se cifran en 95 las palabras que se usan en español con este origen. Sin embargo, la influencia que ejerció la fonética vasca sí que es mucho más importante, particularmente en la simplificación del sistema vocálico, que, en español, como en euskera, es de cinco vocales, coincidentes con las cinco letras vocálicas del abecedario. Sin embargo, como saben los estudiantes de cualquier otra lengua romance, incluidas el gallego o el catalán, los dialectos del latín acostumbran a distinguir fonemas vocálicos que a quienes tenemos una formación castellana se nos hacen muy difíciles de diferenciar, como también nos cuesta advertir la distinción que en francés o en inglés hacen de la b y la v, que para nosotros son indistintas, precisamente, por esa misma influencia del euskera, que iguala ambos fonemas.
El castellano está influido, por tanto, por el euskera, como también lo está por las lenguas romances con las que ha convivido, tales como el asturleonés del reino de León, previo a Castilla y única organización política española que se consideró imperio. Y, por supuesto, del navarro-aragonés, romance propio de los reinos de Navarra y Aragón. Pero la influencia del euskera es estructural del castellano y eso se debe al mismo origen del idioma, que nació y se singularizó en zonas en las que se hablaba en euskera.
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El propio Menéndez Pidal había hablado de la importancia de los cartularios de Valpuesta, una pequeña población a caballo entre Burgos y el sur de Álava que fue una de las primeras diócesis con ascendencia en territorio vasco y donde tuvo su origen uno de los tesoros más importantes del naciente idioma castellano. Fundada en el año 804, gracias al impulso del rey Alfonso II, los cartularios de la diócesis de Valpuesta están constituidos por 184 documentos que datan desde el mismo año de la fundación de la diócesis hasta mediados del siglo XII.
Los monjes, alfabetizados en latín, no podían eludir incorporar en sus escritos administrativos, relativos a herencias, donaciones y compraventas, los giros y hábitos lingüísticos que usaban en su lengua ordinaria. En esos deslices es donde se percibe que existía una lengua popular diferente al latín culto y donde reside el especial valor de esos documentos medievales que revelan el origen del castellano.
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Las investigaciones realizadas por el franciscano Saturnino Ruiz de Loizaga y, más recientemente, por la filóloga guipuzcoana Emiliana Ramos abundan en la idea de que sin tratarse de textos escritos en romance, cosa que no se llega a hacer hasta el siglo XIII, son el anticipo de que se hablaba un idioma popular que, efectivamente, estaba influido por el euskera.
Las circunstancias políticas hicieron del castellano una de las principales lenguas del mundo, pero no es desdeñable el hecho de que su sencillez fonética ayudara a su expansión. El esperanto, la lengua internacional planificada, escogió del castellano esta misma sencillez fonética que el español había tomado del euskera, por lo que su influencia ha llegado a través del español a otras lenguas.
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Un motivo para la completa identificación de los vascos con nuestra lengua universal, que, por razones como esta, más merece llamarse español que castellano, pues tiene su origen más íntimo en espacios políticos más allá de lo que fue y es Castilla y de la que los vascos podemos reclamar título de propiedad.
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