Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
El ajustado resultado de las elecciones norteamericanas ha sorprendido en nuestro país, especialmente a quienes llevaban semanas cantando una contundente victoria de Joe Biden. Resulta realmente bochornoso escuchar las explicaciones 'científicas' que hoy dan al escrutinio quienes ayer predecían que ocurriría algo completamente distinto. Porque ... nadie previó el nivel de apoyo obtenido por Donald Trump. Nadie lo hizo aquí. Pero tampoco allí.
Algo va mal, decía el maestro Tony Judt. Algo va mal allí. Y algo similar podría ocurrirnos también aquí en pocos años, salvo que espabilemos y tomemos nota de algunos males que acechan a la democracia norteamericana. Hay muchas más diferencias, por supuesto. Pero a mi juicio, en España -y en la mayor parte de Europa- contamos con dos ventajas con relación a Estados Unidos. Primera: medios de comunicación local-regionales más o menos fuertes. Segunda: partidos políticos más o menos sólidos. Ambos están en crisis, sí, pero están vivos.
Arrastrados por la doble crisis -económica y de modelo de negocio-, en la última década y media en EE UU han cerrado centenares de medios tradicionales de carácter local-estatal, especialmente en papel. Esto ha provocado «desiertos de noticias, especialmente en las regiones del país con dificultades económicas», según la Escuela de Medios y Periodismo de la Universidad de Carolina del Norte. Entre 2004 y 2018, unas 1.300 comunidades estadounidenses habían perdido totalmente la cobertura de noticias a través de medios locales. Alrededor del 20% de todos los periódicos locales (1.800) cerraron o se fusionaron desde 2004. Y según otro estudio de la misma Universidad, esta merma se acelera entre 2018 y2020. Sin duda, el coronavirus no va a frenar ese proceso porque solo entre abril y mayo de este año al menos otros 30 periódicos cerraron o se fusionaron.
Los medios tradicionales, por pequeños que sean, cuentan con profesionales del periodismo, lo que implica un contraste de la información antes de lanzarse a publicarla o contarla en antena. Si esto no existe, ¿cómo se informa la gente de lo que ocurre en su entorno más cercano? ¿A través una cabecera digital dirigida por no se sabe quién y con noticias que nadie firma? ¿Mediante las redes sociales, especialmente Facebook?
Quizás lo que está aconteciendo allí nos pueda servir para ser conscientes del pilar democrático que constituyen los medios de comunicación en nuestro país y, de paso, para que busquemos una buena colaboración público-privada para prestigiarlos y potenciarlos, de modo que no se repliquen en poco tiempo las claras consecuencias que los «desiertos de noticias» están provocando en EE UU.
Respecto de la segunda ventaja, nuestros partidos políticos, «expresan el pluralismo, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación», según la Constitución. Sobre el papel, compiten cuando hay elecciones y deben cooperar cuando no las hay en cuanto instrumentos permanentes de intermediación social. Y esta función supone una gran diferencia con relación a los estadounidenses: allí son meras plataformas electorales sin vida orgánica entre elección y elección. Sin embargo, esta ventaja española también está en riesgo.
Entre otras muchas, una de las razones que componen la desafección política es la práctica desaparición de esa función de intermediación social que deben cumplir los partidos. El hecho de que existan diferentes opciones en sana competición es una de las esencias de la democracia, puesto que facilita la expresión del pluralismo. Pero el acuerdo entre diferentes es tan importante como el propio pluralismo, ya que la tarea de todo buen gobernante es mantener la cohesión social de la ciudadanía. Y para ello, la cooperación es esencial.
El riesgo estriba en que uno de los cambios más importantes que viene sufriendo nuestra política desde el 15-M es la agudización de la capacidad competidora de los partidos, de los viejos y de los nuevos. Existe la sensación de estar inmersos en un proceso electoral permanente, lo que ahonda en la polarización de la sociedad.
La competición es necesaria. La cooperación es esencial. En la competición manda la comunicación. En la cooperación manda la política. Aquí y ahora, sobra comunicación y falta política. Si queremos preservar esa segunda ventaja que nos diferencia de los norteamericanos debemos abordar las reformas necesarias para que los partidos cumplan su función de intermediación, siendo verdaderamente permeables a la sociedad y funcionando de manera democrática.
Así pues, España no es EE UU. Pero si nuestros medios local-regionales se debilitan y no reformamos nuestros partidos para que cumplan con su función esencial -dejando de ser maquinarias dirigidas por un reducidísimo grupo de personas, sin apenas contrapesos-, el terreno estará bien abonado para que crezca el 'trumpismo' en nuestro país.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.