Los huevos y la cesta
El Nobel fallecido Harry Markowitz aportó por primera vez una fórmula para medir de forma cuantitativa el riesgo financiero
Enríque Sáez
Viernes, 30 de junio 2023, 00:26
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Enríque Sáez
Viernes, 30 de junio 2023, 00:26
No pongas todos los huevos en la misma cesta». Difícilmente podemos encontrar una analogía tan sencilla de visualizar y de entender.
El lunes falleció la persona que más ha aportado al verdadero conocimiento de lo que significan los huevos y la cesta. Se llamaba Harry ... Markowitz. Era americano, había nacido en 1927, y en 1952, con tan solo 25 años, revolucionó como nadie lo haría jamás el mundo de las finanzas. En 1990 fue galardonado con el Premio Nobel de Economía. Curiosamente recibió el más alto de los galardones por sus estudios sobre una cuestión aparentemente tan irrelevante y tan prosaica como unos huevos y una cesta.
Ni lo uno ni lo otro. Markowitz aportó, por primera vez en la historia, una fórmula que nos permitiría medir de forma cuantitativa el riesgo financiero. Lo hizo gracias a una pequeña idea feliz, una genialidad, al utilizar para este fin un concepto estadístico antiquísimo: la varianza. No le fue sencillo convencer, a tan temprana edad, a los grandes de la época, para los que esta idea era demasiado 'out-of-the-box', y sin aplicación práctica alguna. A tal punto llegó el desinterés que se vio obligado a volver a publicarlo siete años después. A la segunda fue la vencida. Aquellos dos artículos de 1952 y 1959 marcarían un antes y un después en el mundo de las finanzas, y empaparían hasta el más recóndito de los rincones de las inversiones: acciones, bonos, inmuebles, proyectos empresariales…
La segunda gran aportación de Markowitz tuvo que ver con la medición, también cuantitativa, de los beneficios de la diversificación utilizando otro concepto estadístico muy antiguo: la covarianza. Nos enseñó a disminuir el riesgo sin disminuir la rentabilidad esperada incorporando a nuestra cartera de inversiones activos descorrelacionados. Una especie de herejía para su tiempo. Algo así como decir que '2+2=3'. Y cuantificó esta mejora. A partir de aquí vendrían corolarios con una enorme aportación práctica: ser capaces de maximizar la rentabilidad esperada para un riesgo determinado, o aspirar a una determinada rentabilidad futura con el menor riesgo posible. Nacía la llamada 'frontera eficiente', la combinación óptima de activos para cada nivel de riesgo.
Tuve la inmensa fortuna de ser alumno de Markowitz en unas pocas pero inolvidables clases magistrales cuando estudiaba en Londres a finales de los 80. Todavía no era Premio Nobel, pero para entonces ya era considerado por todos como el más grande entre los académicos de las finanzas. Han pasado unas cuantas décadas y en la Universidad seguimos enseñando a los alumnos que la maestría en las inversiones empieza por el riesgo: entenderlo, medirlo, gestionarlo… Por paradójico que pueda parecer no es hasta después de llegar a la excelencia en su dominio cuando empezamos a hablar de rentabilidades esperadas.
Terminamos la secuencia explicando, exactamente igual a como él lo hacía, que el criterio fundamental en la selección de las inversiones es la maximización del binomio rentabilidad-riesgo. Malo es, como se acostumbra en demasiados ámbitos, buscar grandiosas inversiones haciendo caso omiso de su riesgo; malo también tratar de minimizar los riesgos hasta hacerlos desaparecer, eliminando, sin duda, cualquier expectativa de retorno atractiva.
Años después llegaría la industria, el mundo profesional, que poco a poco fue entendiendo cómo aplicar estas teorías a la práctica. El esquema rentabilidad-riesgo es para nosotros el pan nuestro de cada día. Todos los fondos de inversión y fondos de pensiones debieran tener el sello 'Markowitz Inside', en clara alusión a la tecnología que utilizamos en la construcción de las carteras que gestionamos. Millones de inversores se benefician, seguramente sin saberlo, de los estudios y aportaciones de Markowitz.
Y no solo el mundo del 'asset management' tiene razones de peso para estarle agradecido. Toda la actividad de asesoramiento de clientes, el llamado 'wealth management', empieza con el archiconocido 'test de idoneidad', un cuestionario de obligado cumplimiento para identificar, fundamentalmente, la tolerancia al riesgo de nuestros clientes. Una protección inestimable para los inversores minoristas, recogida en la regulación, y que también debiera incorporar el citado sello 'Markowitz inside'.
Podemos reprocharle a nuestro querido maestro que una mente tan preclara no nos escribiera la receta mágica para acertar siempre. Peor aún, ni siquiera nos dijo nada sobre cómo no cometer errores. Pero hizo algo impagable por todos nosotros. Nos enseñó cómo lograr que nuestros errores, ¡inevitables!, no tengan consecuencias irreparables para nuestro patrimonio. Podemos conseguirlo con algo tan sencillo como aplicar el viejo dicho de 'no pongas todos los huevos en la misma cesta'. 'Markowitz inside'.
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