Tenemos la justa ambición de obtener energía de forma limpia. Más aún, estamos obligados a conseguirlo en el plazo más breve posible. Para ello nos hemos empeñado en múltiples direcciones intentando producir energía renovable aprovechando el viento o el sol, el agua de los ríos ... o las mareas.
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También buscamos lícitamente ampliar el conocimiento y uso del euskara, solo que en ese caso, en lugar de diversificar las estrategias, las hemos reducido a una: la generalización de un modelo de enseñanza en el que únicamente el euskara es vehículo de conocimiento, el denominado como modelo D. De hecho, en la enseñanza obligatoria más del 90% del alumnado de la red pública y la mayoría de la concertada está matriculado en ese modelo. Estudiamos más lenguas, sí, entre ellas la otra lengua oficial del País Vasco, pero solo consideramos posible la enseñanza de las materias no lingüísticas (matemáticas, ciencias, artes…) en una única lengua (euskara).
Nos habían dicho que era la única estrategia eficaz. Sin embargo, encadenamos diez años de resultados decrecientes. Es cada vez más escaso el alumnado en los niveles avanzados, mientras crece el que se encuentra en niveles más bajos. Y no solo en asignaturas como Lengua Castellana, Inglesa, Matemáticas o Ciencias; también los resultados son peores en Euskara. La reducción de estrategias en beneficio de un único modelo no ha producido más y mejores vascohablantes, más bien lo contrario. El porcentaje de estudiantes que no supera el nivel inicial en euskara (y en castellano) se está incrementando en paralelo a la generalización del modelo D.
Reabre el Departamento de Educación sus cinco barnetegis -internados para intensificar el conocimiento y uso del euskara- y pone en marcha nuevos programas para incrementar la competencia lingüística. Y eso está bien, pero convendría que reflexionara sobre algunas otras cuestiones. La primera es que la escuela no puede ser la única productora de vascohablantes. La segunda es que no existe una única forma de euskaldunizar a nuestros escolares ni un único momento. La tercera es que no hay una manera exclusiva de ser vasco o vasca, ni de ser bilingüe. Y la más importante, que la euskaldunización no puede comprometer el resto de objetivos educativos y, sobre todo, el éxito escolar de cada estudiante.
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¿Qué es lo que impide una acción de gobierno sobre estas bases? Pues nada que tenga que ver con el euskara, sino, curiosamente, con el castellano. Algunas de las personas que defendieron con plena razón y justicia el derecho a la educación en la lengua materna para crear y consolidar el modelo D de enseñanza se niegan ahora a mantener esa posibilidad a quienes tienen el castellano como lengua predominante en su entorno más próximo.
Lo hacen contra evidencias científicas y recomendaciones internacionales. La última, conocida a comienzo del verano, corresponde al Banco Mundial, cuyo informe ejecutivo con el título de 'Alto y claro: políticas efectivas sobre la lengua de instrucción para el aprendizaje' subraya la necesidad imprescindible de «contar con políticas eficaces referidas al idioma de enseñanza a fin de reducir la pobreza de aprendizajes y mejorar otros resultados en esta área, así como la equidad y la inclusión».
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Recuerda esta institución transnacional que se pone a los estudiantes en desventaja cuando se les exige aprender en una lengua que no conocen bien, y plantea entre otros principios -cuya observancia nos sería muy útil- utilizar su primer idioma para acceder a otras materias académicas y continuar con la enseñanza de la primera lengua incluso después de que la segunda se convierta en el idioma principal de enseñanza.
El Departamento de Educación cuenta con datos suficientes para saber que estamos perdiendo mucho alumnado, especialmente con pocos recursos, que no puede seguir por diversos motivos una escolarización en un idioma que no es el que conocen en mayor medida. Pero se ha convencido de que nuestras lenguas oficiales actúan como rivales. Y, sin embargo, muchos niños y niñas podrían aprender mejor si la lengua que mejor entienden tiene también su espacio instructivo porque puede servir de base sólida para su progreso general e incluso avanzar más en el aprendizaje de un segundo y un tercer idioma.
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Pasar de utilizar un tipo de energía a otro no es tan sencillo como apagar y encender un interruptor. Exige tener en cuenta el entorno -empeñarse en obtener energía mareomotriz cuando no hay mar es imposible-, implicar al consumidor en la utilización eficiente de fuentes renovables y diversificar su producción. Concentrarse en un único modelo para obtener resultados no funciona. Sabemos que ni ambiental ni socialmente lo podemos hacer, pese a nuestros más que justificables deseos y claras necesidades. Pero en el caso de la energía euskaldunizadora… seguimos el camino contrario.
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