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Transcurrido un año y medio del inicio de la pandemia, parece que desde una perspectiva económica comenzamos a recuperar la ansiada normalidad. La actividad industrial, unida a la eliminación de las restricciones que afectan particularmente al sector de servicios, hacen que el crecimiento se esté ... recuperando a buen ritmo. No obstante, una de las cuestiones que comienza a preocupar es el repunte de la inflación.
Las últimas cifras apuntan a tasas anuales de aumento de los precios industriales en el entorno del 15% tanto en la comunidad autónoma del País Vasco como en el conjunto del Estado. La energía, con tasas que rondan el 30%, y los bienes intermedios (14%) son los elementos que explican el comportamiento global de los precios de esa actividad. Y el Índice de Precios al Consumo supera por primera vez en bastante tiempo la barrera del 3%. La explicación a este fenómeno económico no es una tarea sencilla y, de hecho, existen diferentes narrativas al respecto.
Los factores que se encuentran tras la cuestión son varios. Comenzando por los más coyunturales, es preciso señalar que el apagón y posterior encendido de la economía -que supuso pasar de la etapa de confinamiento a la posterior reapertura-, las sucesivas olas asincrónicas de la pandemia a nivel global y el asimétrico proceso de vacunación en los países desarrollados y emergentes han generado una serie de cuellos de botella y escasez de determinados productos intermedios que están afectando particularmente al sector industrial. Son muy llamativos los parones de producción que afectan al sector del automóvil debido a la escasez de semiconductores, un elemento básico en el proceso de fabricación que ha salpicado a otras actividades, como la electrónica.
La aproximación más benigna a los últimos datos de precios consiste en remarcar que esta escalada es de carácter temporal y que, conforme avance el proceso de vacunación en los países emergentes y, por tanto, los efectos negativos de la crisis sanitaria vayan cediendo, este problema desaparecerá y se recuperará la normalidad también en la tasa de aumento del IPC. Por el momento, esta narrativa se aproxima bastante a la que últimamente nos trasladan tanto la Reserva Federal como el Banco Central Europeo. En definitiva, el carácter temporal de estos desarrollos permite mantener una política acomodaticia, lo que apoyaría la continuidad de la fase de crecimiento actual.
En cambio, algunos economistas explican el fenómeno inmerso en un proceso de mayor calado que lleva a una perspectiva mucho más negativa en lo que respecta a sus posibles consecuencias. La base del argumento es muy sencilla. Para comenzar, dudan de la temporalidad de los problemas señalados previamente. Además, la pandemia previsiblemente influirá en la relocalización de las cadenas de suministro, un paso más en la senda de freno al proceso de globalización.
Por otra parte, algunos cambios estructurales que comienzan a tomar fuerza, como la orientación hacia una economía respetuosa con el medio ambiente, que supone de facto la obsolescencia de determinados sectores, y corrientes de fondo de largo recorrido como el envejecimiento de la población, conducen a un escenario de caída del potencial de crecimiento de la economía. Si lo anterior lo unimos en el momento actual con los impactantes estímulos fiscales -particularmente en el caso de Estados Unidos y significativamente inferior en la Eurozona- y monetarios, la inflación es el resultado lógico y claramente nocivo del choque de fuerzas planteado.
Lógicamente no son los únicos relatos que explican el fenómeno y tampoco es fácil separar el grano de la paja en estas cuestiones, pero lo cierto es que ambos tienen cierto grado de verosimilitud. Llegados a este punto sería preciso señalar que es posible escapar de las pesimistas conclusiones del segundo escenario. Ello requiere que el esfuerzo fiscal materializado a través de los fondos Next Generation habilatados por la UE sirva para realizar inversiones que apoyen el crecimiento de la productividad a través de la digitalización del entramado empresarial y el cambio hacia una economía verde.
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