![Triunfo con olor a rancio](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2023/08/24/opi-martinez-de-madina-khrB-U2001071963211eSC-1200x1200@El%20Correo.jpg)
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Y ganaron las superjugadoras. Y triunfaron en un Mundial de ese juego considerado masculino hasta antes de ayer. Sí, señores. Sin tanto ruido, ni tanta alineación, ni partiendo favoritas, ni tanto dinero, ni tanto teatro. Ganaron. ¡Enhorabuena, pioneras!
Pero, ¡ay! Que algo ha pasado. Al ... igual que se obliga en el mundo a muchas mujeres a cubrirse, ya tenemos este triunfo de las féminas velado. ¿Y quién le ha puesto el velo? Nada menos que el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, con sus acciones, y también otros, con sus omisiones. Y saben a qué me estoy refiriendo, al dichoso beso en la boca que el citado presidente plantó a una jugadora de la selección, sin despeinarse.
Varios son los gestos que me han llamado la atención sobre el asunto estos días. Primeramente, las reacciones iniciales al presunto ósculo; entre ellas la de una periodista, contenta ella, que tildaba el beso de espontáneo, bonito incluso. Y el silencio sobre el ademán de ese hombre poderoso, el del beso, junto a otros muchos, en el palco de honor, agarrándose sus testículos, en señal de fortaleza y demostración de poder. ¡Sí, señor! ¡Eso mismo, con un par os hemos ganado! Claro, había un pequeño problema en el gesto, y es que las ganadoras no habían conseguido el triunfo gracias al par de él…
¡Qué horror!, pensé. Pero nadie decía nada. Es el momento de la estupefacción y el bajón general. ¿Esto todavía es aceptable? ¿Se puede dar licencia a alguien con ese cargo para ese comportamiento? Y es entonces cuando se empieza a notar ese olor a rancio que no termina de irse nunca. Seguidamente, comienzan las primeras reacciones recriminatorias hacia dicho comportamiento. Las personas con mejor olfato reprueban, rechazan y condenan los gestos. Pero el autor, y me imagino que no solo él, tilda las críticas, en un primer instante, de «gilipolleces»; y a los críticos, de «tontos del culo» y de «pringaos».
La jugadora dice que no le gustó, pero se pregunta que qué hace. Y la prensa internacional empieza a demostrar su estupefacción. Lo grave es que algunas personas no entienden el revuelo, ni siquiera pueden percibir que esas acciones ya no tienen cabida. No las huelen. Y cualquier mujer sabe lo que ha podido sentir la jugadora e identifica esa escena como un conocido abuso de poder.
La parte positiva de todo este asunto, porque la tiene, ha sido la reacción de muchos hombres y mujeres con poder, que es lo que importa finalmente, condenando dichas actuaciones. Porque si el poder lo condena hay posibilidades de cambio. Atrás se quedó la renuncia de quince jugadoras rebeldes a participar en la selección. Pero eso, con lo que ha supuesto a muchas de ellas, ha servido para algunas mejoras actuales. Y antes que ellas hubo otras que lucharon para poder jugar al fútbol; simplemente eso, jugar. Y ese juego es de machos, como nos lo demuestran cada día.
Las conquistas se van haciendo en la medida que las mujeres luchan por sus derechos, que son -no lo olvidemos- los mismos que tienen los hombres. Y es tremendamente positivo que tanto hombres como muchas mujeres que hoy ejercen el poder rechacen públicamente y sin tapujos, hechos que quizá todavía, a vista de algunos, no son reprobables. Pero sí lo son.
Ahora toca el paso de la denuncia a los hechos. Y para ello es algo tan simple como cumplir la ley y los protocolos, garantías de nuestro sistema. Vamos a ver este viernes qué deciden los hombres del fútbol, y si cierran filas en defensa de su par.
Y volviendo al olfato, parece ser que el presidente lo tiene diseccionado. No huele el abuso de poder, pero sí el posible movimiento de su silla. Y eso lo ha demostrado con el giro de guion pidiendo a regañadientes disculpas por su actuación. Literalmente, se ha cagado al sentir que su trono puede estar en peligro. Si organizáramos un curso de educación olfativa, esa asignatura la tendría convalidada. Sería mejor centrarse en otras que le ayudaran a él, y a otros muchos del fútbol, a sentir esos olores rancios, viejunos y rijosos. Por ejemplo: aromas del siglo XXI; diferencia entre beso en la boca y beso en la mejilla; las jugadoras no son tuyas, o diferencia entre poder jerárquico y poder subjetivo… Ahora bien, ese curso lo realizarían ya fuera de sus cargos. Venga, ¡a empujar un poquito para que así sea!
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