![El efecto Napoleón](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202105/05/media/cortadas/cavamesa05-kksE-U140264273458vBH-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Napoleón Bonaparte, 'el gran corso', nació en Ajaccio el 15 de agosto de 1769 y falleció el 5 de mayo de 1821 en la isla de Santa Elena. David Chanteranne dice en su reciente libro que enfermó de una úlcera cancerosa, y no envenenado como ... se creía durante un tiempo. Así que este 2021 no es únicamente coronavírico, sino 'bonapartiano'.
Parte de la prensa -no sólo española- ha enfatizado la controversia entre partidarios de un tipo y otro de memoria histórica, y ha recogido las dudas respecto de uno de los personajes más conocidos de la historia universal. Incluso hay quien piensa que la identidad nacional de los franceses se tambalea al repudiar el significado de Napoleón, sus errores y acciones más repudiables. Craso error. De entrada, la avalancha editorial es extraordinaria. El calendario de celebraciones para festejar el bicentenario de su muerte es ejemplar. Da gusto leer la web oficial de la Oficina de Turismo y Congresos de París, en la que se calendariza un sinfín de atractivas actividades no sólo para la capital, sino también en lugares ligados a la biografía del emperador, en ciudades imperiales y en el extranjero.
Y no sorprende que, dado el gracioso y sutil arte del saber venderse de los franceses, presenten a su figura imperial por excelencia como «este gran líder de la guerra y del Estado que construyó la Francia de hoy en día y que sigue fascinando al mundo entero».
De revolucionario jacobino a primer cónsul y de emperador cesarista a dictador, el gran estratega se identifica, especialmente, como artífice del Imperio napoleónico o Estado imperial creado por vía militar que en 1804 le permitió auto-coronarse y crear una estructura que quiso extender por Europa, hasta su derrota en 1815 en Waterloo.
Un recorrido cronológico de su vida nos situaría desde sus inicios en el colegio militar de Brienne hasta sus victoriosas campañas en Italia, Austria y Egipto, pasando por su coronación, sus fracasos y su declive tras la campaña rusa y la Guerra de Independencia española. También evocaría sus facetas íntimas, sus uniones con Joséphine y luego con Marie-Louise, y su heredero el 'rey de Roma'.
Los efectos de la acción napoleónica son tan diversos y numerosos que reunirlos en dos párrafos es imposible. Baste subrayar que Europa le debe haber expandido las ideas revolucionarias de libertad e igualdad ante la ley, el invento de una modalidad de guerra económica frente a los ingleses (bloqueo continental) y la negociación con el Pontificado sentando precedentes concordatarios, en su día novedosos. Sin olvido de lo que promovió en toda ciencia. Obviamente, el general que leía a Plutarco, Suetonio y los 'Comentarios' de César era un usurpador para muchos. Pero más allá de topicazos, colocó ex profeso en el trono español a su hermano José, a quien lo menos adecuado es tacharle de alcohólico. A mí siempre me pareció mejor como estadista que el pérfido Fernando VII.
José como gestor no tenía un pelo de tonto. Lo demostró en su exilio estadounidense. Y al igual que el emperador, cautivaba en el trato cercano. Entre damas hay datos conocidos -aunque a veces con algún detallito por medio, como regalar el palacio de Montehermoso de Vitoria a María del Pilar Acedo y Sarriá, condesa del Vado y de Echauz, esposa de Ortuño Aguirre del Corral, noble afrancesado y diputado que aprobó la Constitución de Bayona-. José compró para ellos el palacio y lo convirtió en efímero palacio real.
Así que los Bonaparte, de acomplejados, poco. Sin embargo, en psicología el complejo de Napoleón describe el complejo de inferioridad que sufren algunas personas de baja estatura. Ello conlleva, según diagnóstico poco fiable, muestras de cierta agresividad; más frecuente entre los hombres. A Napoleón pese a sus casi 1,70 de estatura se le imputa esto, pero esa versión se debe a los ingleses y su histrionismo -ilustraciones críticamente humorísticas- como parte de una campaña difamatoria.
Mítico o no, leyenda o realidad, Napoleón aflora hoy en la historiografía de muchas maneras y conecta con liderazgos desmedidos; en algunos casos, paranoicos. Verbigracia, Hitler.
Personaje sin duda polémico, sometido a debate en fechas propicias como este bicentenario, no creo que consigan desmoronar su mito los libros revisionistas que cargan con artillería pesada y mucha bilis, acusándole sólo de esclavista, traidor, megalómano o déspota sin conciencia. Pero ahí está la senda de la desmitificación. Por eso, observando la escena política actual debiera ser fácil identificar a 'los napoleonchus' que se multiplican en nuestros días. La marejadilla ante elecciones y campañas de descalificación responde a estratagemas que no alcanzan -ni de lejos- el mérito de las maniobras militares que dieron éxito al general Bonaparte. Por lo que no está de más recordar en estas circunstancias una de sus frases, aunque sean apócrifas: «Nunca interrumpas a tu enemigo cuando está cometiendo un error».
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