En su ya clásico ensayo sobre 'La enfermedad como metáfora', la crítica Susan Sontag se refiere a la frecuente utilización de enfermedades infecciosas para describir algunos de los miedos e inquietudes de las sociedades contemporáneas. Además, Sontag afirma en varios puntos del trabajo que la ... enfermedad ha sido empleada como metáfora para sugerir que algunas formas de gobierno promueven la corrupción, la discriminación y la injusticia. Aunque los ejemplos que la autora utiliza proceden de otros contextos y momentos históricos, si el ensayo hubiese sido escrito más recientemente, habría encontrado claros indicios de esos mismos fenómenos en su país. En este sentido, pensar en la Administración Trump como un periodo de pandemia sociopolítica en la que varios de los órganos vitales de una democracia se han visto dañados no parece del todo descabellado. Lo que estas últimas semanas han puesto sobre el tapete es si Joseph Biden Jr. será capaz de dar con el tratamiento adecuado para curar esos males.

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Más de 200 días después de su toma de posesión, Biden ha logrado reconducir algunos de los asuntos que más hacían peligrar la salud interna del país, así como su posición global. Las prioridades del nuevo Ejecutivo al llegar a la Casa Blanca el pasado enero parecían claras: atajar la pandemia del covid-19, hacer frente al cambio climático, dar un espaldarazo a la economía del país, poner fin a los abusos raciales, reformar la política de inmigración, retomar el desarrollo de un sistema sanitario más accesible y equitativo e intentar recuperar el papel preponderante de EE UU a nivel mundial. Si bien Biden estableció un récord histórico al firmar diecisiete órdenes ejecutivas en su primer día en el Despacho Oval, es difícil predecir cuántas de ellas van a llegar a buen puerto.

Wade McMullen, vicepresidente de Programas y Estrategia Legal del Instituto Robert F. Kennedy de Derechos Humanos, ya advertía de que «hay tantas cosas por hacer -desde los retos de la inmigración hasta la guerra contra el terrorismo, pasando por la desigualdad y el olvido de la clase trabajadora en favor del sector financiero- algunas de las cuales son previas a los desaguisados de Trump». Repasemos brevemente los éxitos y las limitaciones de los pasos dados hasta el momento por la Administración Biden.

En la columna de los activos habría que incluir la respuesta mucho más clara y decidida en la lucha contra la pandemia. Al contrario que Trump, Biden se ha dejado asesorar por científicos, ha formado un equipo competente para gestionar y acelerar la vacunación y ha advertido de los riesgos de las nuevas variantes. En la misma línea, el presidente demócrata ha abordado el problema del cambio climático como lo que es: una emergencia. Volvió a adherirse por ello casi de inmediato al Acuerdo de París y se ha comprometido a reducir a la mitad las emisiones de gases para 2030, además de incluir el tema como pilar fundamental de la seguridad nacional y de su estrategia económica.

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Pero quizás el esfuerzo más destacable del nuevo Ejecutivo ha ido orientado a la reactivación económica. Para ello se han aprobado varios paquetes de medidas que en algunos casos sobrepasan la cifra astronómica del billón y medio de dólares. Así, se ha puesto en marcha un Plan de Rescate con ayudas directas a todos los estadounidenses para combatir los efectos de la pandemia y otro paquete de dos billones de dólares destinados a infraestructuras que generarán empleo y servirán para relanzar los sectores más afectados por la crisis.

Deberá gestionar las potenciales fricciones con China y Rusia e intentar recuperar el multilateralismo

Dicho esto, como ya se señalaba al principio, no todo está siendo un camino de rosas para el Ejecutivo demócrata estos últimos meses. Si nos referimos únicamente a tres de los asuntos en los que Biden se ha encontrado con más obstáculos, habría que mencionar sus propuestas relativas a la cuestión migratoria, su intención de sacar a sus tropas de varias zonas de conflicto y lo que se refiere a las injusticias sufridas por minorías raciales en el país. Por un lado, el Congreso se está tomando su tiempo a la hora de respaldar las leyes sobre la regularización de millones de inmigrantes, la gestión de la llegada de menores desde América Central o de la reunificación de familias. Si bien se han revocado leyes sobre el rechazo a ciudadanos de países musulmanes o sobre la construcción del muro en la frontera sur, otras van a tener más problemas para salir adelante.

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Como la apresurada salida de Afganistán ha puesto en evidencia estas dos últimas semanas, su gestión del final de varios conflictos en tierras extranjeras -casi todos vinculados a la 'guerra contra el terror'- puede generar más de un quebradero de cabeza. Por último, hay toda una serie de medidas relativas al control del trabajo policial, la igualdad de oportunidades entre distintas razas, la posesión de armas de fuego o la violencia de género que permanecen en el limbo legal hasta que el Congreso tenga a bien empezar a debatirlas.

Por si todos esos obstáculos no fueran suficientes, la Administración Biden va a tener que gestionar también las potenciales fricciones con China y Rusia en los ámbitos político y comercial, así como intentar recuperar el multilateralismo en sus relaciones con sus socios, principalmente europeos. Visto lo cual, parece evidente que el Ejecutivo demócrata va a tener abundante trabajo en lo que resta de mandato.

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