Cerramos el año 2023, que se despide con dos guerras cercanas y una economía que salva los muebles. El mensaje central es que sufrimos los vaivenes de un mundo en cambio, cuyos síntomas son la guerra fría entre americanos y chinos, el rediseño de los recursos energéticos y el impulso de la inteligencia artificial. Todo un torbellino, que nos trasladará a un mundo diferente al vivido en las últimas décadas. En este escenario, la mejor noticia del año es el encuentro de los dos líderes globales, Xi y Biden, lo que permite canalizar su relación.

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Del 2023 ya lo sabemos casi todo, así que vamos a aventurarnos a mirar al nuevo año. Para empezar, habrá elecciones en más de setenta países. La elección americana, quizás con dos caras nuevas, puede marcar nuestro futuro y la de Taiwán, alterar el precario equilibrio del Pacifico. Los terribles conflictos en Ucrania y Gaza parecen dibujar el riesgo de un mundo fraccionado en dos bloques. El Occidental, centrado en democracia y mercado y el Oriental, liderado por China y secundado por Rusia e Irán, que pretende aglutinar el llamado sur global, bajo el denominador común del recelo al orden post 1945. Dentro del enorme drama humano, los dos conflictos se han mantenido locales, sin generar una guerra regional.

En cuanto a la energía, conocemos su importancia desde la época de Tintín. El petróleo va a seguir pintando, y si no fíjense en las adquisiciones de las grandes petroleras americanas en 2023, pero se abre un nuevo reparto de cartas para las energías del futuro, nuclear incluida. Chinos y americanos han decidido hacer una apuesta por las renovables, pero sin abandonar lo que hoy sostiene su actividad, lo que ha permitido el acuerdo COP 28, abriendo una nueva búsqueda del Dorado por los nuevos recursos, donde litio, cobre, níquel y otros minerales ganan protagonismo. En esa línea apunta el acuerdo UE con Mercosur.

La economía ha esquivado la recesión, pero crecerá poco. Los bancos centrales tardaron mucho en creerse la inflación, lo que luego ha exigido una gran subida del precio del dinero, que pasa factura. Tiene pinta de que no veremos la primera bajada hasta finales de año. La economía americana no va mal, pero Biden no consigue que la gente se lo crea y solo prevé crecer un 1%, como Japón, Francia y Alemania. Hay mucha sobrecapacidad industrial en China, que nos acaba afectando. Las empresas dibujan ya una regionalización de las cadenas de suministros, asociadas a la moneda: dólar, yuan y euro. La sequía limita el tráfico en el canal de Panamá y los ataques yemeníes, en el de Suez.

En cuanto a la UE, hemos ganado en apuesta geoestratégica, pero no levantamos el vuelo y Rusia crecerá más que nosotros en 2024, pese a las sanciones. En ese empeño, apuntamos ahora contra sus diamantes, pero la verdad es que la cosa no acaba de funcionar. Todo indica que el empate infinito de la guerra de Ucrania nos deberá llevar a un acuerdo de paz imperfecto, antes de cerrar el próximo año. España ha recuperado en 2023 el PIB del 2019 y la previsión para 2024 es el 1,2%, con una incertidumbre política que, según anota The Economist, y confirma el Banco de España, le resta oportunidades. Contamos con una sociedad más centrada que su expresión política, chirrían las costuras de la democracia y quizás, flota en el aire una cierta sensación de despilfarro del legado de la transición. Seguimos a tope con el turismo, pero alejamos la inversión extranjera y cultivamos la política del avestruz, hasta que venga paco con la rebaja.

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Si ha llegado hasta aquí, quizás le interese saber que la palabra clave del año 2023 es la inteligencia artificial generativa, que ha venido para quedarse. Las empresas la aplican y los estados la regulan. Queda para la historia la peripecia de San Altman, que pasa, en tres días, de ser despedido como CEO de Open AI, a ser fichado por Microsoft y luego aclamado por su primera compañía, poniendo encima de la mesa, todo un debate sobre lo que nos jugamos en este envite. No se pueden poner puertas al campo, pero cuando Altman, el más listo de la clase, traslada sus dudas, da miedo lo que se nos puede venir encima.

Para concluir, déjenme revisar algunas fechas del 2024. Para empezar, elecciones en Taiwán, Indonesia, México, UE y CAPV. En junio, París nos ofrecerá un descanso con los Juegos Olímpicos. En septiembre, cumbre de la ONU donde India, Indonesia y Turquía pedirán una gobernanza que refleje la realidad económica y demográfica. Para relajar, Barcelona acogerá la Copa América de vela en octubre. En noviembre conoceremos al próximo presidente americano y finalmente, Brasil acogerá en diciembre la reunión del G20. Durante todo el año habrá mucha aventura espacial, tanto de estados como de millonarios. Si me permiten la frivolidad, quizás el mundo se nos queda pequeño y la guerra de las galaxias acabe siendo real, pero, en fin, no creo que llegue en 2024.

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