Vladímir Putin considera la desaparición de la URSS la mayor catástrofe del siglo XX; por eso su sueño es recuperar su grandeza, emulando a Catalina la Grande, quien decía que la mejor manera de defender las fronteras de Rusia era expandiéndolas. Con cargo a esa ... idea, recupera Crimea en 2014 y gestiona una tibia reacción europea, que había apostado por la paz a través del comercio. Años más tarde, justo seis meses después de la retirada estadounidense de Afganistán, invade Ucrania. Alemania, amante del alma rusa y su gran valedor y proveedor, se siente estafada, rompe amarras con Putin y comparte la respuesta occidental, liderada por EE UU, en el marco de una renacida OTAN.
Publicidad
Desde el punto de vista militar, la invasión no ha sido un paseo. Tras muchas idas y venidas, el conflicto se estanca y todo apunta a una guerra de desgaste. La paz por territorios asoma como solución, pero todavía ningún bando ha tirado la toalla. Zelenski releva a su popular general estrella, Zaluzni, y espera los aviones F-16, que pueden darle un respiro, aunque las elecciones en sus aliados americanos y europeos le quitan el sueño y la ayuda económica. Rusia parece hacerse fuerte en Donetsk y Járkov, planeando una nueva ofensiva en junio, porque el bando ruso gana de largo en municiones y tropas, mientras en el invadido escasean ambas, las primeras por el atasco del Congreso de EE UU, y las segundas, por su población más reducida y castigada.
Dos años más tarde, muchas cosas han pasado, que cabe analizar atendiendo a diversas perspectivas: militar, geoestratégica, económica y energética. En todo caso, la primera lectura de la invasión debe ser el enorme drama humano: las vidas de los combatientes, con cientos de miles de ucranianos repartidos por Europa, que ha sabido acogerlos.
La segunda lectura de la invasión puede ser geoestratégica, porque Rusia no está sola y las reacciones dibujan un mundo dividido en dos bloques, resumido en una frase que hace fortuna: 'The West and the rest'. Occidente, liderado por Estados Unidos, quiere pararle los pies a Putin, mientas el llamado Sur global, encabezado por China, se deja querer y se queja de la falta de respuesta occidental en casos similares. El orden internacional se tambalea y la ONU, su gran símbolo, acusada de parálisis, necesita una seria reforma porque no refleja la realidad actual, ni en su peso económico ni en su población. Su Asamblea General, a celebrar en septiembre en Washington, abordará este cambio de gobernanza, una de las claves del nuevo orden global.
Publicidad
Desde el punto de vista económico, la inflación azota a todos, pero no hay duda de que la UE paga los platos rotos. Como muestra, un botón, porque la gran paradoja es que el crecimiento ruso ha sido superior al europeo en 2023, y también lo es la previsión para 2024, pese a los doce paquetes de sanciones de la UE. La realidad viene mostrando que las sanciones se eluden, porque vendedores y compradores encuentran canales alternativos.
Aprovechando el viento favorable, Putin se da el gusto de una entrevista buenista, hablando de que la guerra puede acabarse pronto y también de las elecciones americanas, que vienen calientes, con Wall Street en récord pero con un Biden bajo en las encuestas. La UE ha ganado unidad en su política exterior y cierto posicionamiento estratégico, pero pagando un precio. La opción de Trump como presidente puede forzarnos a elegir entre apoyar a Ucrania en solitario o negociar una paz débil, que quizás explote en unos años. En esa hipótesis, los expertos se inclinan por la segunda opción. Sin perjuicio de la continuidad de la OTAN, se echa de menos una defensa europea con presupuesto y entidad propios, que sea más eficiente que la Europa de las 27 municiones distintas.
Publicidad
Además, la invasión pone encima de la mesa la dependencia europea del gas ruso, que se reduce del 40% al 12%, aunque a costa del carbón alemán y de cambiar las reglas sobre la marcha, otra derivada de la invasión. En todo caso el asunto nos lleva a otra ampliación de la UE, en favor de Ucrania y otros, con todos sus efectos económicos y el desplazamiento del centro de gravedad hacia el este, dejando al sur aún más en la periferia. La alternativa es aceptar un estatus de Ucrania como una antigua Alemania del Este.
Para concluir, justo antes de la Conferencia de Seguridad de Múnich, se comunica la muerte del opositor ruso Alexéi Navalni, abogado becado por Yale, excandidato a la Alcaldía de Moscú que, con un tercio de los votos, engancha a la gente joven cuando habla de 'la bella Rusia del futuro'. Tras sobrevivir al veneno, retorna a Rusia, donde sufre distintas condenas, que le postran en un penal del Ártico. Quizás desconocemos ahora el posible alcance de su figura, cuyo extraordinario coraje alaba 'Financial Times'. Mientras tanto, Putin prepara las elecciones de marzo, que pueden darle el poder hasta 2030, salvo que las derivadas de la guerra y de la muerte de Navalni le persigan.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
A la venta los vuelos de Santander a Ibiza, que aumentan este verano
El Diario Montañés
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.