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La UE nació para ocuparse del mercado común europeo y dejó su seguridad en manos de la Alianza Atlántica. Esta duplicidad seguirá, pero con matices que Europa deberá despejar en la cumbre del 75 aniversario de la OTAN en Washington. El asunto clave es si ... crea un marco de defensa propio, aunque integrado en la OTAN. De momento, la Comisión propone un comisario de Defensa para coordinar la producción de armas y evitar la llamada 'Europa de las 27 municiones distintas'.
Emmanuel Macron lanza el debate con un discurso que augura una Europa débil, salvo que impulse su autonomía en tecnología, industria y defensa. Reclama una defensa propia y amaga con poner su arma nuclear al servicio de la UE. Apuesta por ser una potencia económica y no depender de Estados Unidos en defensa, de Rusia en energía y de China en suministros estratégicos industriales. Mensaje con cierto tufo electoral y protagonista, pero que marca el futuro camino europeo.
Conviene saber de dónde venimos antes de pensar a dónde vamos porque la OTAN nació, a iniciativa de un grupo de socialistas europeos, para contener a la URSS. En palabras que suenan hoy trasnochadas de su primer secretario general, lord Ismay: «Una organización para mantener a los rusos fuera, a los americanos dentro y a los alemanes abajo». En 1954, Molotov sorprende al pedir el ingreso de la URSS ante el escepticismo aliado, que la rechaza por desconfianza. En 1966, De Gaulle, celoso de la hegemonía anglosajona, opta por dotarse de su propia arma nuclear y sacar a Francia del mando militar. Sarkozy la reintegra en 2009. En 1982, España se une tras casi treinta años sin incorporaciones.
Al caer el muro de Berlín, se disuelve la URSS, lo que facilita la entrada de Hungría, Polonia y Chequia en 1999 y luego un goteo de países del Este, lo que parece ir contra la conversación entre Baker y Gorbachov en 1990 por la que se aceptaba la reunificación alemana en la OTAN a condición de no ampliarla. El arquitecto de la política de contención soviética, George Kennan, lo considera «el error más fatídico de la política estadounidense en la era posterior a la 'guerra fría'». Un error que explica, pero no exculpa al mayor responsable del conflicto: Putin y su nostalgia imperial, heredera de la máxima de Catalina la Grande, que decía que la mejor forma de proteger sus fronteras era expandiéndolas.
El resto es reciente: Europa acerca Ucrania a Bruselas y Putin invade Crimea en 2014, sin reacción occidental, lo que, unido a la caótica retirada aliada de Afganistán en 2021, le anima a invadirla entera, dando aire a una OTAN sin rumbo, que recibe a Suecia y Finlandia. Lo cierto es que la mayor factura de la invasión la paga Europa y especialmente Alemania, dispuesta a pagar, pero no a enviar armas. Ahora Ucrania, causa inmediata del lío, busca una difícil adhesión, que se debatirá en Washington. La gran paradoja es que Rusia es Europa, aunque nuestros modelos, opuestos en la 'guerra fría', siguen siendo hoy distantes. Por eso, tras Putin y otros que le sigan, Rusia será siempre Europa; una Europa lejana por el Este, pero también peligrosamente cercana por África, donde los mercenarios rusos del África corps, que algunos asocian al Kremlin, llenan el vacío de la pérdida de influencia francesa y ceban la bomba del Sahel. Siendo realistas, en el horizonte asoma una paz imperfecta porque esta guerra pinta tablas y cuando esto llegue la UE tendrá que seguir intentando acercar a Rusia, al menos para eludir la amenaza nuclear.
Hoy, la OTAN es un sistema de seguridad para sus 32 miembros -22 europeos- basado en el concepto de defensa mutua, que implica que un ataque contra uno de ellos es un ataque contra todos, aunque su auténtica fuerza reside en la disuasión que su mera existencia provoca, lo que llevó a decir al general Montgomery que, de haberse creado antes, no se hubiera producido la II Guerra Mundial y que su continuidad era la mejor forma de evitar la tercera.
La cumbre de Washington deberá elegir secretario general y definir el futuro de una Alianza que, como recuerda su biógrafo Peter Apps, es tan fuerte como sus miembros decidan que sea. Con las inciertas elecciones americanas, el riesgo existe, aunque cabe reconocer la contradicción de la opinión europea, que se indigna cuando Trump amenaza con desatendernos en caso de conflicto, pero que al mismo tiempo considera la OTAN algo diabólico. Otro estudioso del asunto, Sten Rynning, insiste en que la organización necesita redescubrir su misión clásica de defensa euroatlántica en lugar de mirar al Pacífico.
De Gaulle se preguntaba si estaría dispuesto un presidente americano a sacrificar Nueva York por París. Quizás nosotros podemos también hacernos la pregunta inversa: si asumimos sacrificar París por un lejano Pacífico. Tanto si respondemos afirmativa, negativamente o con un clamoroso silencio, ya vamos tarde con la defensa común europea.
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