Las aguas bajan turbulentas en Osakidetza. El cese de dos directoras de la OSI Donostialdea y la dimisión de otros, unidos a la protesta de numerosos jefes de servicio, han desatado las alarmas. Que yo recuerde, nunca antes se había producido un hecho similar en ... Osakidetza. En general, los directivos somos percibidos por los profesionales sanitarios como aves de paso; unas veces nos sufren, otras nos aceptan y las más nos ven rotar con cierta indiferencia. Por eso es tan llamativo lo que está sucediendo. Admiro a mis compañeras por haber conseguido ese apoyo de los responsables asistenciales de ese gran hospital que es el Hospital Universitario Donostia. Créanme si les digo que no es nada fácil.
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Desde el Departamento de Salud argumentan falta de confianza y de alineamiento con las directrices de Osakidetza. El lehendakari manifiesta su apoyo a las medidas tomadas -se trata de mejorar la calidad de la asistencia sanitaria-. Los partidos políticos y los sindicatos se lanzan a degüello por aquello de aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid. Todo bastante previsible. Lo extraordinario habría sido que alguien se parara a escuchar y pensar en por qué se ha llegado a esta situación y qué se puede hacer para paliarla; porque las heridas ya están abiertas y dejarán cicatrices.
Las direcciones de los centros sanitarios siempre hemos tenido presente que somos personal de libre designación y que lo mismo que un día te nombran porque sí, otro te destituyen por la misma razón. También hemos tenido claro que nuestra dedicación es total, mañana, tarde y noche; llueva, truene o salga el sol. Y nuestra responsabilidad sobre la atención que se presta a nuestros ciudadanos siempre es máxima.
Miles de pacientes ingresados, de intervenciones quirúrgicas, cientos de miles de consultas y urgencias, millones de pruebas complementarias. De todo eso somos los máximos responsables. Cuando algo va bien, afortunadamente casi siempre gracias a nuestros grandes profesionales, no hay problema. Cuando las cosas se tuercen, que pasa, somos la cabeza de turco preferida, carne de cañón lista para el sacrificio. Así son las reglas del juego y lo aceptamos con resignación cristiana. Lo que no aceptamos tan bien es que seamos los únicos profesionales que no tenemos definido un desarrollo profesional como todo hijo de vecino. Por esto y algunas cosas más nos sentimos muchas veces desamparados por Osakidetza. Cuando toco estos temas sigo hablando en presente porque, tras meses de feliz jubilación, todavía me siento parte de esa gran familia.
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En el fondo, digan lo que digan, mi impresión es que Osakidetza no confía en sus directivos. Y, tristemente, aunque no se comente por si acaso, los directivos tampoco tienen mucha confianza en Osakidetza. Y así pasa lo que pasa.
En 1993 se aprobó en el Parlamento vasco el Plan Estratégico Osasuna Zainduz, conocido como Plan Azkuna. En él se abogaba por un cambio en el Sistema Vasco de Salud buscando un sistema de cobertura universal, equitativo y de calidad que dotaba a los centros y a los servicios asistenciales de herramientas novedosas para conseguir una mayor autonomía de gestión y descentralización operativa. El camino que ha recorrido Osakidetza desde entonces ha sido precisamente el contrario.
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Sin prisas pero sin pausas, se han ido dando pasos hacia un modelo cada vez más centralizado, donde las decisiones operativas han de ser consultadas y aprobadas siempre por instancias superiores, instancias que muchas veces ni están ni se las espera, supongo que muy ocupadas en tomar miles de decisiones banales. Lo peor es que, por querer controlarlo todo, no controlan nada. Salvando las distancias, me recuerda lo que está pasando en la guerra de Ucrania, donde el ejército ruso es tremendamente ineficaz al tener centralizada la decisión operativa, frente al ucraniano, donde sus regimientos tienen mucha más capacidad y autonomía a la hora de tomar decisiones.
En el ámbito sanitario hay que saber distinguir entre dos conceptos. Una cosa es la 'potestas' y otra la 'auctoritas'. La primera es cuestión de galones, ordeno y mando. La segunda es más complicada, se otorga, hay que ganársela. Y por ahí me parece que van los tiros, mucho de lo primero y poco de lo segundo. Así que cuando se dice que un directivo no está alineado con las directrices de la organización, en realidad se está pensando en adhesiones incondicionales, donde cualquier crítica o petición de explicaciones es tomada como alta traición.
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Osakidetza atraviesa una situación muy compleja. El covid, la falta de profesionales, la crisis de la Atención Primaria, la presión asistencial, en fin, un auténtico desafío. Para afrontarlo con garantías hacen falta las mentes más lúcidas. Las directoras destituidas lo son, las conozco bien. Una pena desperdiciar su talento, algo que no abunda en demasía.
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