Urgente Grandes retenciones en la A-8, el Txorierri y la Avanzada por la avería de un camión

Los dos grandes partidos que concurren a las elecciones en todo el Estado español son el PP y el PSOE. Y dada su estructura (diferente a otros partidos) tienen en sus filas a los 'barones' (como se les llama, o se hacen llamar, no sé). ... Y ¿quiénes son esos barones? Pues, principalmente, personas con poder, bien porque sean presidentes de alguna comunidad autónoma o bien porque tengan gran dominio territorial, aunque el concepto haya ido cambiando con el tiempo. Y mira que he dicho personas con poder, y no varones, cuando en realidad los barones son hombres, principalmente.

Publicidad

Por cierto, he introducido el término 'baronesas' en distintos buscadores en línea y la que se cita, una y otra vez, es la baronesa Thyssen, nada que ver con este asunto. Recordemos que 'barón' o 'baronesa', además de ser la persona poseedora del título nobiliario, tiene la acepción de persona con gran influencia en un partido, empresa o institución. Y es esto, precisamente, a lo que se refieren cuando hablan de los barones de partido. Sabemos que. además de éstos, están los antiguos barones; es decir, los que tuvieron gran poder en épocas pretéritas, pero, añado yo, no quieren dejar de tenerlo.

La Transición española ha sido analizada bajo diferentes prismas y valorada muy positivamente, según la mirada de cada analista, claro está, pero laureada con éxito por una gran mayoría. Los agentes vivos de esa época y de las posteriores están muy orgullosos de sus propias acciones, actitudes e indudables aptitudes para gobernar. Llevamos años asistiendo en el panorama político español a un espectáculo realmente sorprendente, como si de una obra de teatro se tratara, donde sus intérpretes (los políticos en cargo) necesitan uno o varios apuntadores (los que tuvieron cargo), como si no supieran o hubieran olvidado el texto.

Y en todo este escenario nobiliario es donde se proyecta la obra bajo el título 'Yo sí que lo hice (o lo haría) bien'. Y presencio atónita, un día y otro, la representación de la función donde lo que dice el actor, pongamos por caso el Gobierno, o el presidente, o la persona portavoz del partido, es contrario a lo dicho por el apuntador; es decir, por otro barón. Pero lo peor es que se oye en el patio de butacas. ¿Se imaginan estar en el teatro, que el personaje diga 'te quiero' y el apuntador grite 'te detesto'?

Publicidad

Y es en uno de los asuntos actuales, y candentes, los posibles indultos a los presos del 'procés', donde tenemos, por enésima vez, un fiel reflejo de estas contradicciones. Desconozco el funcionamiento interno de un partido, pero lo que no parece razonable es que los diferentes puntos de vista y opiniones contrarias dentro de una misma organización, normal que los haya, salgan a la luz en ruedas de prensa. Es decir, abiertamente, si aquél dice A, yo digo B. Y lo anuncio. Que se sepa. Como tampoco parece sesudo que los que un día tuvieron poder y dirigieron el país tengan que estar tutelando, contraria y continuamente, a los nuevos dirigentes. ¡Y bien alto!

Tal parece, además, que la memoria juega malas pasadas y que los actos cometidos en el pasado estén velados por un tamiz actual. Ya no se recuerda quién y a quiénes se ha indultado, ni quién ni con quién se tuvieron conversaciones, ni otras acciones que cada Gobierno, de uno y otro color, rojo o azul, ha realizado en cada momento bajo la convicción de que era lo mejor para el país, equivocadamente o no. Es como los niños que nacen con tres kilos y medio y, al cabo de los años, ya se han convertido en cuatro y medio; o cuando quedaste semifinalista en la carrera, que pasados los años te hicieron ganador. Y todo por no querer dejar el poder del todo, por imponer ideas propias y demostrar todo lo que uno vale. En definitiva, que inflo a voz en grito todo mi ego. Pero si de verdad interesara el bien común, y no el hundimiento del otro (otro, aunque sea de los tuyos), ¿no se podría hacer en privado?

Publicidad

Y en este contexto me viene a la cabeza la de veces que se acusa a las mujeres de criticarse entre ellas, de rivalizar, de despedazarse, que, dicho sea de paso, no deja de ser un instrumento paternalista más para ponerlas del lado de ellos y debilitarlas. Pobrecitas, dicen, se llevan mal. Pero cuando se habla de poder, del varón dirigente, entonces la consideración es muy otra. Se emplea, como el refrán español, lo de «donde hay barbas que callen faldas».

Ellos sí están legitimados para despedazarse con los de su propia familia, con los de su propio partido y con el contrario. Se les da voz, se les escucha, se les abren titulares, ruedas de prensa, entrevistas. Pero, eso sí, al más alto nivel de intelectualidad.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad