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Seguramente conozca el cuento de Hans Christian Andersen 'El rey desnudo'. Unos sastres llegan a un reino muy lejano y engañan a todo el pueblo afirmando que solo los inteligentes son capaces de ver el precioso traje que le confeccionan. Para los tontos será invisible. ... La mentira solo queda al descubierto cuando el rey desfila ante el pueblo y un niño es capaz de decir con valentía: «¡Pero si el rey va desnudo...!». Como en el cuento, en Rusia nos encontramos ante un rey autocrático. Pero, cuidado: en ocasiones nos encanta tenerlos.
Cuando dan resultados, son muy cómodos para sus súbditos. No les hacen pensar, tan solo que obren según su pleno mandato. Al fin y al cabo, como ellos no toman decisiones, si las cosas no salen será culpa del rey. Ahora bien, para lograrlo necesitan éxitos inmediatos para ejercer su estilo. Más allá de dictaduras como las de Castro, Hitler o Mugabe, un caso claro es el de Margaret Thatcher, quien, gracias a su victoriosa guerra de las Malvinas en 1982, ejerció un estilo autocrático de liderazgo. O el propio Putin con la adhesión de Crimea a Rusia y la reactivación de un orgullo nacional post-soviético. Sin embargo, los tiempos han cambiado. Y si un líder no se adapta a los tiempos corre el riesgo de morir (le pasó a la 'dama de hierro' en los 90).
Tres factores que muestran cómo han cambiado los tiempos. Por un lado, vivimos en una sociedad mucho más informada en la que resulta extremadamente difícil imponer el 'relato único' que un estilo autocrático requiere. Putin lo intenta con el control nacional de los medios (especialmente, 'Russia Today') de manera coercitiva, pero hoy poner puertas a Internet es casi imposible. Por otro lado, ante el exceso de 'fake news', las élites de la sociedad están cada vez más formadas. Las principales universidades del mundo reciben a alumnos de todas las nacionalidades y funcionan como contrapeso de estas 'fake news'. Un tercer factor de por qué son malos tiempos para los líderes autocráticos es la velocidad a la que el mundo está cambiando. El dirigente despótico no escucha, él tiene solución al problema. Esto le empobrece y sesga su visión del mundo. ¿Recuerda el reciente ridículo del jefe de los espías rusos, Serguéi Naryshkin, en una reunión del Consejo de Seguridad de Rusia? Proponía dar una última oportunidad a Ucrania. Sin embargo, Putin lo acorrala y fuerza a que se retracte de sus palabras, dejándolo en clamorosa vergüenza y escarnio público. Lo más grave fue que Putin permitió difundir esas imágenes a escala mundial haciendo gala ante el mundo de su estilo de poder autocrático.
Si un líder autocrático obtiene una victoria a corto plazo, estos hechos pasan a segundo plano para sus súbditos. Obtenido el resultado, el precio fue intenso pero corto. Todos contentos. El problema surge cuando la obtención del resultado se alarga. Y todo apunta a que va a ser este el caso de Putin. Fruto de la feroz resistencia de los ucranianos, la victoria inmediata no está siendo tal. Y fruto del golpe mundial a las finanzas rusas, la moral de la tropa y de los súbditos disminuye. En el mundo de hoy, sin dinero, los relatos épicos se desvanecen. Sin dinero es difícil ganar una guerra larga.
Pero ¿cómo hemos podido llegar hasta aquí? Principalmente porque hemos dejado florecer a un nuevo líder autocrático: Vladímir Putin. Digo bien, hemos. No es solo labor de los rusos. Si nos importa lo que haga su líder, tenemos también responsabilidad sobre las consecuencias. Ante dirigentes autocráticos, debemos ser como el niño que, con valentía y dispuesto a pagar el precio, es capaz de decir que el rey está desfilando desnudo.
Lamentablemente Putin no es el único, probablemente usted tenga alguno más cerca. En nuestras vidas diarias, los alimentamos principalmente de una manera: con nuestro silencio. Nos callamos por el qué dirán o por el miedo a las consecuencias y eso los alimenta, los hace crecer. Si no lo para hoy, puede que mañana sea tarde, lo alimentó demasiado. El poder del abusador depende, sobre todo, del silencio de los demás. Abstenerse y no hablar no es una posición neutra, es apoyar al abusador. Mire si no el caso de China en este momento.
En conclusión, aunque hoy en día proliferan menos que hace unas décadas, los jefes autocráticos siguen existiendo. No sólo en Rusia, sino también en nuestras empresas y organizaciones. Estos estilos se alimentan de nuestro silencio. No podemos permitirlo. Ya que cuando crezcan serán imparables.
Putin podrá tomar Ucrania, pero fracasará por no lograr una rápida victoria para los suyos. Y todo porque, aunque tarde, por fin todos hemos escapado del silencio y nos hemos pronunciado. Nuestras voces se han unido y ya no nos callamos frente a sus agresiones. No lo olvide en adelante: callarse no es una posición neutra, es alimentar a la bestia.
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