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Existe el derecho a saber. Es consustancial al derecho a la educación explicitado en la Declaración de Derechos Humanos. No cabe por lo tanto, como temía Mafalda, que a los profesores les dé por el sabotaje y enseñen «todo mal» a su alumnado, porque eso ... sería atentar contra sus derechos básicos. ¿O sí?
Viene esta duda a cuento del programa 'Itxi Liburuak' que emite en euskara ETB. Su intención es abordar la historia vasca cerrando los libros (la metáfora no tiene precio) y dando paso a la clase magistral de un personaje conocido ante un grupo de estudiantes que, con la ayuda del presentador y diversas grabaciones, desarrolla un tema concreto. En concreto, el día 7 de abril, el tema elegido fue la industrialización con la «docencia» del músico Xabier Solano que acompañaba al habitual Gaizka Aranguren.
En un momento dado, Solano apunta: «En el siglo XIX había un municipio muy vasco en la margen izquierda de Bilbao (sic), tanto que no podía enviar representantes a las Juntas de Bizkaia porque allí pedían hablar en castellano. ¿Sabéis de qué ayuntamiento estoy hablando?». El auditorio prueba sin suerte. El preceptor explica que se refiere a Barakaldo, y continúa: «En Barakaldo hablaban todo en euskera en el municipio, pero debido a la industrialización se dio un cambio terrible. Nacieron muchas industrias y lo que pedían para trabajar en esas industrias era saber castellano. Por consiguiente, empezó a venir un montón de gente de fuera de Euskal Herria a trabajar, y los ciudadanos que estaban aquí, los vascos, tuvieron que ir a trabajar fuera, a América y a muchas otras partes». Para remate, el presentador sentencia: «Y como consecuencia, en unas pocas décadas, el erdara (se supone que se refiere al castellano) se impuso en toda la margen izquierda».
¿Hay algo cierto en todo esto? José Antonio Uriarte, uno de los ayudantes de Louis Lucien Bonaparte en sus conocidas investigaciones sobre el euskara, relataba el 16 de mayo de 1864 la situación sociolingüística de este municipio: «Los barrios de Regato y Retuerto son enteramente castellanos y es mui raro el que en estos habla bascuence: pero en los otros cuatro, que son Beurco, Burceña, Yrauregui y Landaburu la gran mayoría es bascongada, porque poseen ambas lenguas, y aun algunos mui jovenes no saben bascuence. En el barrio de San Vicente la mayoria es castellana, aunque tambien hai bastantes bascongados».
No era en el siglo XIX la anteiglesia de Barakaldo la más euskaldun, obviamente. Ni había sido despojada de su asiento 33 en las Juntas Generales. De hecho, aun siendo vascohablante monolingüe no habría tenido especiales problemas para defender sus intereses en ese siglo ni en el anterior, pues para entonces era ya habitual la presencia del euskara e incluso de traductores en los debates (Madariaga Orbe, Euskaltzaindia, 2014).
¿Y qué decir de esa imagen de vascos expulsados de su tierra y obligados a migrar? Hay factores muy diversos, políticos, sociales, o económicos que motivan la migración. Quizá hacer fortuna inspiró a Juan Zubileta, del mismo Barakaldo, cuando acompañó a Elkano en su viaje, o encontrar un lugar en paz a quienes huían de las guerras que asolaron el País Vasco en ese siglo XIX que ocupa al catódico docente, o muchos otros. Solo que, en este caso, no cabe incluir entre ellos la persecución lingüística. Como relata Azkona (Eusko Ikaskuntza, 2000), en 1873 el cónsul general de Uruguay en el País Vasco prometía paradisiacas situaciones a aquellos vascos que emigrasen a su país, a los que deseaba muy especialmente por ser trabajadores, católicos, y conocedores… del español.
En cuanto a las razones por las que se movió esa ingente cantidad de personas al País Vasco en esa época, no fueron otras que las económicas. La industrialización movió a los obreros de Guriezo a la acería de Nuestra Señora del Carmen en Barakaldo, al igual que llevó a los de Otxandio a Santa Ana de Bolueta en Bilbao, y a tantos miles más a las nuevas fábricas. Suma de intereses empresariales por conseguir mano de obra para sus proyectos y de necesidades laborales, y no una anacronía de perfiles lingüísticos.
Resulta preocupante tener que salir al paso de un panfleto que busca sustituir la historia certificada (la de los libros) por la historia falsificada, la de invenciones xenófobas de gentes «de fuera» que sustituyen a las «de aquí» privándolas de sus derechos e imponiendo su lengua, para justificar medidas inaceptables. Mayor preocupación si cabe que esta tentativa la albergue la función docente de nuestra televisión pública. Justo cuando vamos a eliminar de nuestro currículo la sugerencia de entendernos en forma de 'nosotros y ellos', nos deja nuestra ETB esta perturbadora versión a un clic.
Y más allá de la preocupación, la alarma. Este programa está dedicado al público más joven para satisfacer su legítimo deseo de conocer. Y por eso no será suficiente con una rectificación puntual. A no ser que se quiera sabotear su educación privándole de un derecho básico: el derecho a saber.
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