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Los pésimos resultados del centro-derecha registrados en las elecciones del domingo en Cataluña se suman a los exiguos escaños cosechados en Euskadi hace menos de un año. Tanto en Cataluña como en Euskadi la izquierda copa los parlamentos y también los gobiernos. No hay ... ninguna fórmula posible en ninguna de las dos comunidades que no pase por una presencia muy relevante de la izquierda. Una izquierda radical que está siendo incluso marginada entre los grupos políticos del Parlamento Europeo.
Habrá quien piense que PNV o Junts compensan la debilidad de fuerzas políticas nacionales de centro-derecha, pero creo que es difícil ver la ya insuficiente presencia de los herederos de CiU como una fuerza política representativa de la sociología de la derecha. Su simpatía hacia el pacto con la izquierda, tanto en Cataluña como en el conjunto de España, se suma a decisiones tan contrarias a la estabilidad y la libertad de mercado como el intervencionismo de la ley catalana de limitación de rentas del alquiler, que sumó los votos de PDeCat, la CUP y ERC.
Semejante situación ocurre en el País Vasco, donde el Concierto Económico ha dejado de ser una herramienta para la moderación fiscal en los territorios forales para acabar teniendo una presión fiscal superior a otras comunidades con menor capacidad normativa tributaria. También los pactos del PNV son mucho más intensos (y cabría decir que leales) con los partidos de izquierda, especialmente el PSE y el PSOE, pero también con Podemos, al que contribuyó a alzar al Gobierno de España.
Me parece interesante recordar que la 'ley trans', que está creando división entre las izquierdas con motivo del borrador de Irene Montero en el que se regula el cambio de sexo mediante una decisión personal que no requiere de informes médicos, ya fue aprobada en Euskadi en junio de 2019 con el acuerdo de todas las fuerzas de izquierdas, también con el del ahora renuente Partido Socialista. Pero también con el del PNV, cuya portavoz se sumaba a la izquierda, dejando solo al Partido Popular, diciendo que se sentía emocionada por el paso adelante, no el último, que se daba para lograr el derecho a la libre autodeterminación de la identidad sexual.
La izquierda lidera la opinión pública en Cataluña y Euskadi, marca el discurso y la agenda hasta un punto en el que el centro-derecha apenas si cuenta con un puñado de voces que expresen las opiniones que hoy en día son mayoritarias en el conjunto de Europa y, especialmente, en los países más desarrollados del continente y de la propia Unión. Sociológicamente, no es fácil encontrar países de la OCDE donde la representación del pensamiento liberal, el humanismo cristiano o el conservadurismo político se encuentre tan carente de presencia y con una desafección social tan acusada.
El pensamiento liberal, el que ha construido la Europa sin fronteras, no tiene fácil acomodo en las sociedades nacionalistas. Pero, sin duda, las organizaciones políticas que sí son liberales tienen su responsabilidad en no haber sabido canalizar el inmenso empuje que la construcción europea suponía para reforzar un ideario extendido con éxito por toda la Unión.
La idea de que el abstencionismo ha perjudicado a los partidos no independentistas no es enteramente cierta. Los únicos que han crecido en votos en las elecciones del domingo han sido, precisamente, dos partidos de ámbito nacional, el Partido Socialista y Vox. Rivales directos de los partidos de espíritu liberal, como el Partido Popular y Ciudadanos, que han perdido más de un millón de votos y pasan de 40 a 9 escaños.
Esta extrema debilidad no la podemos encontrar en la inoportunidad de la moderación o en la inconveniente valoración del mérito y la capacidad frente al igualitarismo socialista y comunista. No es posible creer que en un país europeo como España y en dos de sus principales regiones económicas no quepa el pensamiento de más éxito económico y político del mundo desarrollado. No es creíble que esta situación se deba a una debilidad de ideario.
La principal fuerza española de centro-derecha, el Partido Popular, ha mostrado su debilidad en las dos comunidades con menor implantación histórica y, consecuentemente, con menor estructura orgánica. Cuando el PP nacional se resfría los PP de Cataluña y Euskadi cogen pulmonía. Son mucho más dependientes de la formación nacional que las organizaciones de ese partido en Galicia, Castilla y León o, incluso, Andalucía.
Un mensaje amplio, profundo, que identifique una oferta nacional sólida es necesario para el éxito electoral del centro-derecha, pero también para contar con un mapa político compensado en el que las derechas, ahora menguantes en Cataluña y Euskadi, son tan necesarias como en cualquier otro lugar de Europa. El anómalo desequilibrio que vivimos ahora no puede traer nada bueno y, desde luego, es una culpa que no se le puede imputar a la izquierda.
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