Democracia paritaria
El foco ·
Necesitamos un nuevo contrato social, que debe construirse, conceptualmente y en la praxis, con una clara comprensión de la realidad de las mujeresirune aguirrezabal quijera
Domingo, 28 de noviembre 2021, 01:45
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El foco ·
Necesitamos un nuevo contrato social, que debe construirse, conceptualmente y en la praxis, con una clara comprensión de la realidad de las mujeresirune aguirrezabal quijera
Domingo, 28 de noviembre 2021, 01:45
Necesitamos un nuevo contrato social que nos ayude a corregir los excesos de la globalización, luchar contra el cambio climático, reducir las desigualdades y afrontar todos los desafíos de este siglo tan disruptivo.
La afirmación de que necesitamos un nuevo contrato social se extiende cada ... día. Hasta hace nada, mientras la socialdemocracia decaía, economistas como Stiglitz o Piketty predicaban (en el desierto) a favor de una reforma del capitalismo, más progresista. El Estado del Bienestar veía reducirse su papel y sus recursos ante la racionalidad neoliberal de la gobernanza mundial que domina desde hace más de cuarenta años. Tras el covid, la urgencia de un nuevo contrato social se acelera. Ahora es el grupo de países más industrializados, el G-7, el que propone un nuevo Consenso de Cornualles, cuyo cambio más trascendental consiste en revitalizar el papel económico del Estado en aras del bien común, lograr objetivos sociales para todos, construir la solidaridad internacional y reformar la gobernanza mundial.
Lejos de desmontar el capitalismo, se propone reestructurarlo. La economista Mariana Mazzucato ('Mission Economy', 2021) es una de las principales voces que reclaman un enfoque radicalmente distinto de la gobernanza económica democrática internacional. La clave de este pensamiento está tanto en la creación conjunta de valor público a largo plazo, entre empresas, la sociedad y los gobiernos (en lugar del beneficio privado a corto plazo), como en la resolución de lo concreto, lo cotidiano, lo que importa a la ciudadanía.
¿Podremos las mujeres participar en la concepción del valor público e incorporar lo que funciona para las mujeres de modo que el bien común lo sea de todos?
Mi propuesta es que la definición de los términos 'valor público' y 'bien común' esta vez incluya a las mujeres. La historia nos revela que incluso las transformaciones más revolucionarias, desde la Ilustración, pasando por el Estado Moderno y el Estado del Bienestar, fueron creaciones pensadas por y para el bienestar de los hombres. Las mujeres fueron básicamente ignoradas, se les negaron sus derechos y quedaron relegadas a criar y cuidar, sin capacidad de elegir y sin poder.
El feminismo se ha dedicado a plantear, evidenciar y convencer de que existe una discriminación estructural y multidimensional hacia las mujeres. Llevamos apenas veinticinco años de transformaciones relevantes, desde la plataforma de acción de Pekín en 1995. Ocupar espacios antes vedados es una de ellas. Tenemos infinidad de ejemplos a lo largo de estas dos décadas de 'primeras veces'. La primera mujer CEO, presidenta, astronauta, liga de fútbol de mujeres, Gobierno paritario de España (2004)... Y las que nos quedan. Gracias al impulso para revertir esta discriminación histórica se han logrado más avances que nunca antes en los derechos y en la praxis de las mujeres.
Pero es mucho más lo que aún nos falta -las brechas y resistencias legales, institucionales, de funcionamiento- que lo que hemos progresado. El World Economic Forum reconoce que al ritmo actual nos quedan 135,6 años hasta llegar a la paridad (Global Gender Gap 2021). La pandemia ha revertido los avances mundiales en la consecución de la igualdad de género. También lo hizo la crisis de 2008. La deriva reduccionista del Estado del Bienestar, con los recortes en servicios y prestaciones impuestos por la política de austeridad, tuvo un impacto demoledor en las mujeres.
La descripción que hace la profesora de Oxford Mary Daly es clara: «El objetivo de la igualdad de género ha sido esquivo, no solo por la oposición política, sino también por la falta de claridad sobre la mejor manera de enmarcar la igualdad y resolver las cuestiones relacionadas con la familia», ('Gender Inequality and Welfare States in Europe', 2020).
Las mujeres han accedido formalmente a más derechos, y se ha avanzado en la feminización del mercado laboral y el acceso de las mujeres a puestos de representación política (si bien seguimos aún en el 25% a nivel mundial). Pero esos avances no han modificado las conductas misóginas del sistema patriarcal y la racionalidad gobernante, el mantra neoliberal no ha dado respuestas aceptables para la vida cotidiana de las mujeres. No se han tenido en cuenta ni la economía no remunerada de los cuidados y las tareas domésticas ni la falta de libertad y seguridad de las mujeres, y lo que esto significa en todos los actos de la vida de una mujer.
McKinsey habla de uno de los efectos perversos de esa realidad de las mujeres durante la covid, el aumento de mujeres sufriendo un 'burnout' (2021). El feminismo neoliberal crea 'superwomen', que acaban exhaustas, como reconoce Nancy Fraser. Ignorar la cuestión de «lo que realmente importa para las mujeres» está teniendo resultados económicos perjudiciales.
Y ahí es donde el neoliberalismo se encuentra en una encrucijada. El mercado y los gobiernos necesitan el doble de inteligencias para decidir, mujeres profesionales y líderes. Pero si no abordamos la cotidianeidad y la ciudadanía social de las mujeres, el sistema fracasa. Porque absolutamente todas las dimensiones de la vida están atravesadas por la atribución de roles a partir de las diferencias sexuales y el sexo femenino sigue subordinado al masculino.
Es imperativo que el nuevo contrato social se construya, conceptualmente y en la praxis, con una clara comprensión de la realidad de las mujeres; esto es, que defina un nuevo modelo de democracia paritaria, donde el bien común y el valor público lo definamos de manera paritaria. El debate sobre la democracia paritaria es precisamente uno de los retos del proceso constituyente de Chile. Y lo debe ser en nuestro país, cuando toque.
Irune Aguirrezabal ha sido funcionaria de Naciones Unidas y directora de acción exterior y unión europea en el Gobierno vasco. Es autora de 'La democracia paritaria en América latina' (Marcel Pons, 2021)
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