«Hay un clericalismo clerical y laical» (Papa Francisco).
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La auténtica democracia, más que poder popular, significa 'demofratria' o hermandad popular (que no populista). La identidad democrática sigue basándose en la libertad liberal, la igualdad social y la fraternidad de inspiración romántico-cristiana. Pero el ... capitalismo es abstractivo y extractivo, ya que trata de abstraerse de toda ligación o raigambre abajo, extrayendo por arriba todo tipo de beneficios y beneficiados. Así que la libertad liberal se pervierte en neoliberalismo crudo, la igualdad social en desigualdad asocial y la fraternidad en cofradía de beneficiarios.
El cristianismo originario representa la revolución fraterna frente al Imperio Romano, pero su elevación a religión oficial y estatal del imperio por Constantino la convierte de perseguida en perseguidora, como es sabido aunque no asumido. El posterior Concilio de Trento, tan italiano como español, consagra la supremacía de la Iglesia católica sobre toda otra religión, iglesia o ideario, autoafirmándose como un estado eclesiástico dentro del Estado político, anatematizando a infieles repudiados y disidentes echados desde el cielo a los infiernos. El Dios-amor de Jesús de Nazaret se retrotrae al Dios-temor y a veces terror (inquisitorial), en una orgía de puritanismo y rigorismo pseudomoral imposible de realizar en este mundo (y menos mal).
El Vaticano I, un concilio anticonciliar, será la cúspide de semejante involución religiosa, declarando la infalibilidad del Pontífice, convertido en Papa o cabeza visible de una teocracia de corte absolutista. Con ello el Dios-amor nazareno se reconvierte en el Dios-poder clerical, lo que ha llevado a la Iglesia a un callejón del que trata de salir parsimoniosamente el Papa Francisco, apoyado ahora en el Concilio Vaticano II (este sí un concilio conciliar). Podríamos ofrecer la historia del cristianismo y la cristiandad basada en dos mentalidades muy diferentes: la ascensional o vertical, y la asuncional o asuntiva, horizontal. La mentalidad ascensional corresponde a una visión triunfalista de la ascensión de Jesús, convertido en el Señor, desde la tierra al cielo directamente por el poder de lo alto; la mentalidad asuncional corresponde a la asunción de la Madona que es elevada asumiendo y recogiendo su cuerpo y alma terrestre. La mentalidad ascensional es típicamente patriarcal-masculina, mientras que la asuntiva es matriarcal-femenina.
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Ni que decir tiene que la mentalidad ascensional preponderante llega y arriba al capitalismo con su clericalismo laical y su retórica del ascenso y la ascensión, del ascendiente, una mentalidad que parece negar que el ascensor sea también un descensor, y que no habría descenso sino solo ascenso. Así se enfrenta lo alto contra lo bajo, el ascendiente y el descendiente, el ascenso al cielo y el descenso a la tierra, el trepa y el atrapado. Esta mentalidad clasista y clasificatoria desde las alturas se infiltra desde el culto religioso hasta la cultura civil, proyectando un ascender sin descender, una visión del éxito frente al fracaso y una mentalidad de subida a los cielos que acaba precipitándonos a los infiernos.
He podido observar mejor todo ello desde mi larga experiencia de enfermo incurable, rodeado de todo un mundo que, desde sus mejores intenciones, trata de ofrecerte ascensión sin asunción, puro ánimo y fuerza bruta, poder y potencia desde su situación sana y limpia, olímpica o presuntamente tal. Uno lo comprende porque ha pasado por esa misma vivencia positiva de la vida, pero resulta ridículo y aun contraproducente frente al fracaso, la enfermedad y la muerte. No necesitamos tanto ánimo viril y virulento cuanto ánima femenina e implicativa. El bueno o sano exige al malo o enfermo lo que no tiene ni puede apenas obtener, el poderío, teniendo que asumir la descensión y el sin-poder.
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La cátedra de Genética de nuestra Uni me escribe sobre la importancia de la epigenética, que yo interpreto como la asunción de la propia genética en un contexto humano y aun humanista. Un buen amigo me recomienda dejarme llevar por los médicos y medicinas, que admito con un toque crítico, por cuanto la fuerte quimioterapia lleva a un cierto sin-vivir, con perdón. Pero es lo que hay, y nos hace ver nuestra dependencia de la situación evolutiva de la Humanidad, y gracias, aunque asumiendo el final ineludible (esperemos los cuidados paliativos). Finalmente una compaciente de oncología me amiga un tanto con mi incierta suerte, así que trato de asumir mi parte en el destino humano, eso sí, aceptando positivamente la medicación, así como la vacuna no belicosamente contra sino frente al coronavirus.
No quiero cansaros más con mi perorata, pero es que hay mucho ascensional o negacionista de lo negativo, en vez de asumirlo siquiera críticamente. Volviendo al cristianismo cultural, el propio Jesús asume sus límites y el abandono de su Dios en el peor momento de la cruz, siendo resucitado por la fe en el amor de sus discípulos, inculcada por el propio nazareno. Pero el amor no proclama la ascensión del ego rimbombante, sino la asunción de la otredad rimbombada: compasión. Por eso os deseo que aprovechéis el no tener mi mal para tratar de vivir bien en lo posible y en la pandemia, que, como todo, pasará como nosotros a mejor vida.
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