Al año que acaba de concluir le ha tocado vivir tres golpes sucesivos: geopolítico, energético y económico, lo que ha llevado a 'The Economist' a utilizar el término 'permacrisis' para referirse a este periodo prolongado de inestabilidad e inseguridad. La idea es analizar lo que ... ha pasado y atisbar cómo pintan las cosas para el año en el que entramos.

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En el primer choque, el geopolítico, Putin le da una patada al orden internacional, invadiendo Ucrania, con China de perfil. Como el asunto no resulta tan sencillo, amaga con la amenaza nuclear, hasta que el G-20 le para los pies. La guerra continúa y, probablemente, lo haga en 2023 con sus efectos en la energía, alimentación e inflación. Se revitaliza la idea de Occidente, pero la mayoría de la población del mundo vive en Estados que no han secundado las sanciones al invasor. Dos bloques asoman en el horizonte, liderados por EE UU y China, separados por una brecha que se amplía, con todas sus implicaciones en las alianzas y en la cadena de suministros. La moraleja es que el tiempo de la paz por el comercio parece haberse ido. El desacoplamiento de las dos grandes potencias es un hecho y pasa factura. Como mejor ejemplo el covid, cuya enorme gravedad debería haber impulsado una nueva OMS, más preparada y capaz para lidiar futuros desafíos; algo que no se ha producido.

Del segundo choque, el energético, poco más que añadir, salvo que ha mostrado la incoherencia europea entre la realidad y el deseo. Salvamos este primer invierno, aunque habrá que ver lo que pasa con el segundo. Mucha finura necesitaremos para manejar el balance entre las necesidades del corto plazo y el objetivo de impulsar las energías renovables en el largo. Otra incoherencia europea: anhelamos crecer en renovables, pero los equipamientos necesarios para ello vienen de China.

De la suma de los primeros choques surge el tercero, porque la economía pierde fuelle, lastrada por la incertidumbre y las subidas del precio de dinero, sobre todo en Europa, la más castigada por la crisis, ya que la zona euro solo prevé crecer un 0,1% para 2023. Una reciente encuesta realizada por Eurochambres, preguntando a las empresas europeas por su previsión para el año, resulta poco optimista, sobre todo en Francia y Alemania, nuestros principales clientes. Concluida la barra libre de liquidez del BCE, persiste el control suave del déficit, pero dentro de unos años la UE puede despertarse con el ruido de un ajuste fiscal.

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La economía estadounidense, favorecida por la energía, presenta una inflación más controlada, un dólar fuerte y buena cifra de empleo, pero las elecciones pueden mostrar una sociedad dividida, aunque ni el ya procesable Trump ni un alicaído Biden sean cabezas de cartel, lo que puede aliviar la tensión. El gran programa público de estímulo en favor de las empresas del país pone en alerta a Europa. Por su parte, China sigue creciendo, aunque la crisis inmobiliaria, el férreo control que Xi impone a la empresa y la gestión del covid pueden debilitar su liderazgo. India, en 2023 el país más poblado de la Tierra, crecerá el 6%. No parece un mal año para las economías emergentes, ni para los países del Golfo. Finalmente, una Latinoamérica inestable puede perder su oportunidad.

Otra noticia del año es el pinchazo de las criptomonedas, con todos sus efectos de arrastre. También 2022 ha visto caer el valor de las compañías tecnológicas, a las que puede condicionar el hiperliderazgo de un solo hombre, su fundador. En 2023 la industria seguirá sufriendo problemas de erosión de márgenes por sus mayores costes. El sector de automoción, condicionado por la transición ecológica, no logra recuperar los niveles de 2019. Defensa y aeroespacial se ven fortalecidos por el mayor gasto en defensa, mientras las compañías energéticas seguirán con precios altos. El turismo crece con fuerza, pero sin recuperar aún los niveles globales previos a la pandemia. Un consumo a la baja no hará fácil la tarea para el comercio, incluido el 'e-commerce'.

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En resumen, despedimos 2022 con buen crecimiento económico, pero con un mundo desordenado y una guerra en casa. 2023 seguirá marcado por las mismas tensiones. En cuanto al medio ambiente, la crisis retrasa las urgencias. Nos esperan crecimiento bajo e inflación, especialmente en la zona euro, y la necesidad de ir adoptando políticas europeas para poder tener una posición propia en un nuevo concierto de Estados que comienza a fraguarse, donde habrá que ver la evolución de la posición saudí y el eventual encaje de Irán y las nuevas alianzas en el Pacífico. Se convocarán elecciones en Turquía y Argentina. No será un año fácil, pero hay que preguntarse cuándo lo ha sido, sobre todo tras haber sobrevivido a la pandemia. El ciudadano observa pasivo este alud de acontecimientos sucesivos y solo percibe un enorme ruido que le dificulta respirar, quizás una sociedad aturdida, que nos puede salir por cualquier sitio.

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