Para entender la situación del lobo en España debemos retroceder a los años 70, cuando su caza indiscriminada estuvo a punto de hacerlo desaparecer y puso en jaque los valores ecosistémicos que aporta esta especie. Hasta hace poco, el lobo estaba protegido al sur del ... Duero, mientras en el norte estaba catalogado como especie cinegética, lo que provocaba una situación compleja.
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A partir del 22 de septiembre de 2021, la inclusión del conjunto de poblaciones de lobo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (Lespre) prohibió su caza en todo el país, por su importancia como patrimonio cultural y por los beneficios para nuestro medio ambiente y los ecosistemas. Y con ello, los beneficios económicos y sociales para nuestra sociedad.
Fue una decisión basada en un criterio científico y tuvo en cuenta el estado de conservación del lobo, que entraba en la categoría de «desfavorable o inadecuado» por haberlo catalogado como «especie cinegética» y que tuvo como consecuencias una elevada tasa de mortandad no natural, la desestructuración de las manadas y el desequilibrio ecosistémico natural. Era necesario un cambio en el modelo de gestión.
Existe un debate social y político en torno al lobo. Un debate intenso, en el que no debemos buscar buenos ni malos, ni culpables, sino soluciones basadas en la ciencia, como la coexistencia y la convivencia entre el lobo y la ganadería extensiva. Las medidas de prevención deben ser el componente fundamental, han demostrado su capacidad para reducir significativamente las pérdidas de ganado, como avalan experiencias del sector.
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En Europa hay ejemplos significativos, como el de Alemania, donde disminuyen los daños causados por el lobo mientras las poblaciones del cánido aumentan, al tiempo que se desarrollan medidas preventivas. En Francia, con un modelo similar, se ha observado una estabilización de los daños mientras el número de ejemplares crece.
En España podemos destacar casos de éxito, a través de medidas tradicionales y preventivas y acciones impulsadas por el Gobierno con una nueva estrategia de gestión y conservación del lobo que se basa en la coexistencia y el apoyo al sector ganadero.
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El Gobierno está totalmente comprometido en consensuar una solución. Lo prueban los 20 millones destinados a las comunidades para la coexistencia entre el lobo y el sector ganadero. No es justo que nuestro primer sector asuma todo el peso de una iniciativa necesaria para nuestra biodiversidad y nuestra sociedad, y por ello se establecen por primera vez medidas económicas directas por parte del Estado a nuestros ganaderos y ganaderas.
Dos sentencias recientes del Tribunal de Justicia de la Unión Europea respaldan esta apuesta por la coexistencia, prohibiendo la caza del lobo sin excepciones hasta que el estado de conservación de la especie sea favorable. La última declaró que la ley de la Comunidad de Castilla y León que permite la caza de lobo era contraria al derecho europeo.
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Estas sentencias deben hacer reflexionar a PP, Vox, PNV y Junts, que aprobaron en el Congreso tramitar un proyecto de ley para la descatalogación del lobo como especie protegida y su reversión a especie cinegética. La solución es la búsqueda de una gestión avanzada, de la mano del propio sector y la ciencia, que permita establecer un equilibrio entre el desarrollo económico y social de los territorios afectados y la protección de la naturaleza y sus especies. Por ello, la apuesta por un nuevo modelo de coexistencia entre el lobo y la ganadería extensiva es la solución. Una convivencia que es posible y necesaria.
Las evidencias científicas indican que el lobo provee de muchos servicios a los ecosistemas en los que está presente, incluyendo el control y la selección de herbívoros silvestres, minimizando la trasmisión de enfermedades al ganado doméstico. La disminución o eliminación de sus poblaciones supondría un impacto importante sobre elementos del ecosistema y de la propia ganadería.
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Es un reto de país. Una apuesta por un impulso a modelos de gestión de nuestros ecosistemas y de nuestro primer sector, con nuevos enfoques alineados con la ciencia y las nuevas prácticas que ya rigen en la mayor parte de los países de nuestro entorno. Las medidas protectoras y preventivas funcionan y no hay evidencia científica que garantice que las extracciones son la solución.
Debemos dejar la demagogia y el populismo y apostar por el apoyo a la coexistencia y el equilibrio asistidos por la ciencia. No enfrentar la ganadería con el medio ambiente y a este con la ganadería: el sostenimiento de ambos depende de su convivencia. Porque no hay ganadería sin medio ambiente ni medio ambiente sin ganadería.
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