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La próxima guerra en suelo europeo se producirá en los Balcanes. Esta afirmación suena rotunda y, aunque conjeturar en estas cuestiones sea aventurado, todo indica que los conflictos no resueltos de las guerras yugoslavas se manifestarán más pronto o más tarde. El primero de ellos, ... el de Kosovo, genera tensiones constantes que amagan con transformarse en algo más en cualquier momento, tal y como comprobamos con la cuestión de la prohibición de documentos y matrículas serbias (septiembre de 2021) y con los violentos enfrentamientos con los soldados de la KFOR la pasada semana.
El freno que supone la aspiración serbia a formar parte del club europeo puede no ser suficiente para que en un momento determinado la chispa reviente los frágiles equilibrios del panorama kosovar o los de una Bosnia en la que la República Srpska presiona inmisericordemente a un Estado artificial en el que las tres facciones conviven simplemente por la presión internacional.
Remitiéndonos a los últimos días, la coyuntura en el norte de Kosovo ha sido de gran tirantez, nerviosismo y violencia. En primer lugar, porque los serbios son la comunidad mayoritaria de esta zona y nunca han reconocido ni a Kosovo ni a sus autoridades. Serbia tampoco ha reconocido la independencia autoproclamada en 2008 por su antigua provincia y cada cierto tiempo las tensiones entre Belgrado y Pristina reaparecen. Y, en segundo lugar, y siguiendo la estela de la realidad anterior, porque dimitieron en masa de las instituciones locales de la región y, tras la convocatoria de nuevas elecciones municipales realizada por Pristina, las boicotearon y se llevaron a cabo con una participación inferior al 3,5%.
Solo los albaneses eligieron a los alcaldes y cuando la semana pasada el Gobierno de Albin Kurti dio el visto bueno para que ocuparan las alcaldías, haciendo caso omiso a las advertencias de la UE y Estados Unidos, se produjeron los enfrentamientos. Los manifestantes serbios, que se reunieron frente al Ayuntamiento de Zvecan, demandaban la retirada de los ediles albaneses y la de las fuerzas de policía de Kosovo. Como esto no ocurrió, los soldados de la KFOR tuvieron que separar a ambas partes antes de intervenir contra unos manifestantes que respondieron lanzando piedras y cócteles molotov contra los soldados antes de ser rechazados a varios cientos de metros del Consistorio de Zvecan. La KFOR ha reforzado su presencia en el norte del país a la par que el presidente serbio, Aleksandar Vucic, daba la orden de que el ejército se pusiera en estado de máxima alerta.
La renuncia previa a los cargos y el boicot de los más de 40.000 serbios del norte de Kosovo a las elecciones del 23 de abril fueron una respuesta al incumplimiento por el Gobierno de Pristina de un incremento de la autonomía de la región tal y como se acordó en 2013 bajo el amparo de la UE. De ahí que cuando los alcaldes elegidos por este 3,5% de la población fueron a tomar posesión de sus cargos en tres de las cuatro localidades de la zona -Leposavic, Zubin Potok y Zvecan, la cuarta es Mitrovica Norte- se iniciaran los violentos enfrentamientos. El intento de imposición por parte de las autoridades kosovares y la intervención de sus fuerzas policiales generaron la censura y reprobación de Estados Unidos y en menor medida de la UE porque entienden que un nuevo conflicto armado en el corazón de Europa contribuye bien poco a la ansiada solución de la guerra en Ucrania.
Así se manifestó en la cumbre europea celebrada en Moldavia la pasada semana al considerar que las guerras balcánicas que destruyeron Yugoslavia, con sus más de 250.000 muertos y sus dos millones y medio de desplazados, no deben volver a ser motivo de disputa política en ningún sentido, y menos en unos momentos en que Ucrania padece los horrores de la guerra. Cumbre en la que Serbia y Kosovo volvieron a chocar de forma directa.
El aumento de la violencia de los últimos días vuelve a generar nuevas alarmas y temores al calentamiento del ambiente y a la exacerbación del enfrentamiento étnico en una zona europea habituada a ello. Los radicalismos nacionalistas, tanto el albanokosovar como el serbio, están muy presentes en la actual exasperación del conflicto. La mayoría albanesa se ha mostrado incapaz de gestionar la situación manifestando fuertes contradicciones internas y lejos de realizar cualquier gesto de apertura hacia la minoría serbia. Los oprimidos de antaño se han convertido en opresores. La minoría serbia, por su parte, no ceja en su empeño desestabilizador, alentado por Belgrado. Los dos son responsables de la situación y sería una catástrofe que al conflicto ucraniano se sume otro en Kosovo, aunque haya intereses e intenciones en este sentido.
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