El interminable expediente del acuerdo nuclear iraní resurge una vez más, como un recurrente Guadiana geopolítico. El tema se planteó por primera vez hacia el año 2000 y se tornó virulento durante la presidencia de Mahmud Ahmadinejad, que mantuvo una política exterior verbalmente agresiva. Sin ... embargo, Ahmadinejad era solo un subordinado, muy díscolo, pero subordinado, del dictador supremo y unico gobernante efectivo del país, el ayatolá Alí Jamenéi, sucesor de Jomeini. Por lo tanto, llevamos ya más de veinte años con el espectro amenazador de una bomba atómica islámica chií, manejada por una oligarquía clerical fanática que alberga indisimulados designios de expansión y hegemonía regional.
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Ahora bien: ¿puede Irán construir realmente una bomba atómica? ¿Dispone de la tecnología y del personal cualificado? No basta con refinar uranio hasta cierto punto; es necesario crear un dispositivo muy complejo, para el que se requiere enorme precisión y sofisticados cálculos matemáticos. Ciertamente, Irán ya no es un país subdesarrollado. Posee capacidad industrial y técnica, y recientemente hemos visto que Putin sufría la humillación de tener que acudir a Teherán para comprar drones y otros equipos que su propio país ya no es capaz de fabricar. Sin embargo, el nivel de los iraníes sigue siendo bajo. Por ejemplo, lo más avanzado que tienen en tecnología aeronáutica es una versión tuneada del Northrop F-5, que data de finales de la década de 1960.
El mero hecho de que la oligarquía clerical iraní se muestre dispuesta a firmar un acuerdo me induce a creer que, a día de hoy, Irán carece todavía de la capacidad industrial y tecnológica para diseñar y fabricar una bomba atómica. Lo que sucede es que, haciéndose los duros, fingen ceder y encima logran algo a cambio.
Las reiteradas afirmaciones de los israelíes y otras gentes e instituciones, asegurando que Irán está a pocos meses o incluso semanas de conseguir la bomba, no me merecen credibilidad alguna porque se repiten sin cesar desde hace años e incluso décadas. Si hubiera algo de cierto, los iraníes no estarían negociando, o fingirían negociar sin mostrar verdadero interés. En realidad sucede lo contrario: Irán parece más interesado que antes en firmar un acuerdo y ha cedido en varias exigencias supuestamente irrenunciables, como el retirar a la Guardia Revolucionaria de la lista de organizaciones terroristas o el veto a determinadas investigaciones del Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA).
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Las afirmaciones iraníes de que su programa nuclear es pacífico equivalen a cuando Putin repetía durante meses que no planeaba invadir Ucrania, mientras todos sus actos demostraban lo contrario. Si los ayatolás pudieran conseguir armas atómicas, se pondrían manos a la obra de inmediato, saltándose cualquier tratado que hubieran firmado, y ninguna sanción ni presión exterior les importaría lo más mínimo. Lo harían y luego pondrían a sus estafados socios ante los hechos consumados. Únicamente una amenaza inmediata y creíble de ataque militar a gran escala disuadiría a los ayatolás de fabricar armas nucleares si creyeran que está a su alcance inmediato conseguirlas.
Asunto totalmente distinto es que el ayatolá Jamenéi albergue el designio maquiavélico de firmar la paz por ahora y romper el tratado dentro de unos años, en cuanto crea que de verdad están preparados para construir armas atómicas. Por desgracia, esa es la hipótesis más probable. Pero, entretanto, Jamenéi, de 83 años, tal vez fallezca y su sucesor cambie de política, o se derrumbe el régimen, cuya base popular se va evaporando año tras año, a medida que la sociedad iraní se vuelve más laica.
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Israel ruge contra el acuerdo, pero cada vez más con la boca pequeña, pues ve que no va a poder evitarlo. El mito de la influencia omnímoda que ejercerían los israelíes en Washington a través de un 'lobby' todopoderoso ha quedado desmentido una vez más. Eso sí, el 'lobby' israelí existe, es muy influyente, es poderoso en el rencor y, sin duda, en breve plazo lo veremos trabajar a toda máquina a favor de una victoria electoral republicana, con Trump al frente si es posible.
En resumen, el acuerdo nuclear con Irán no es más que un aplazamiento, que se va a firmar a sabiendas de lo que es porque así les conviene a las dos partes a corto y medio plazo. Pero si el régimen sacerdotal iraní dura lo suficiente y no cambia de política tras la muerte de Jamenéi, los norteamericanos solo tendrán dos opciones: resignarse a un Irán con armas nucleares o ir a la guerra para impedírselo por la fuerza. Creer lo contrario no es más que buenismo, en el más despectivo sentido de la expresión.
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Pero, ¡ojo!: el acuerdo no se ha firmado todavía. ¡No se pierdan el próximo episodio!
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