En su famosa canción sobre la Revolución Cubana, totalmente laudatoria del 'Gran Caudillo', Carlos Puebla escribió sus muy difundidos versos: «Y en eso llegó Fidel/ Y se acabó la diversión/ Llegó el comandante y mandó a parar». Entonces esto era posible, como en 1980 con ... la crisis de Mariel y en 1994 con la de los balseros. Pero hoy, perdida la deferencia (o el miedo) a los hermanos Castro, ya no hay nadie que pueda o sepa mandar a parar a una sociedad descontenta con buena parte de lo que ocurre a su alrededor.
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Como en el resto de América Latina reina en parte de la población cubana un profundo malestar con la forma en que se está gestionando la pandemia y los enormes costes (materiales y humanos) que deben enfrentar diariamente a consecuencia de la intensificación de la incidencia del covid-19. Para colmo, el sistema sanitario ya no es el modelo que Cuba exportaba al mundo décadas atrás. Y si bien sus estándares están por encima de otros países latinoamericanos, muchos sufren el colapso de los hospitales y se sienten desasistidos por la sanidad pública. La falta de medicamentos en las farmacias agrava la percepción de desamparo.
Rota la identificación entre el pueblo y los sectores dirigentes, heredada de los tiempos revolucionarios, impera en Cuba un fuerte sentimiento antielitista. El país ya no está dirigido por los comandantes de la Revolución, sino por sus hijos y sus nietos. Desde esta perspectiva, cada vez más cubanos se preguntan por los méritos de quienes hoy ocupan los mejores y más altos cargos en la Administración y por si el hecho de ser un destacado miembro del Partido Comunista es suficiente para estar dónde se está.
Económicamente las cosas no están mejor. El desabastecimiento se hace notar en prácticamente todos los rubros del consumo y las colas frente a las tiendas, incluso en las que solo se puede pagar en divisas, son interminables. La crisis venezolana está afectando a Cuba de una manera brutal. La menor llegada de crudo a través de Petrocaribe, en un país dependiente de los hidrocarburos, ya ha provocado serias restricciones energéticas y cortes continuos de luz, que afectan más a los sectores de menores ingresos, que no pueden contar con generadores de emergencia. Y la pandemia solo ha agravado las cosas al limitar a su máxima expresión el turismo internacional, una de las principales fuentes de divisas que permitía la continuidad del régimen.
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En este contexto de grave crisis económica, ausencia de divisas y pandemia, las autoridades económicas finalmente decidieron eliminar el sistema de doble moneda, sacando de circulación el peso convertible desde comienzos de año La medida se había retrasado por las turbulencias económicas que podía provocar, pero en un intento de mostrar su fortaleza y afán reformista, el Gobierno de Miguel Díaz-Canel decidió llevarla a la práctica. Una de las consecuencias más temidas de la aplicación de la medida, junto al aumento del desempleo, era el incremento de la inflación. En estos momentos, según economistas cubanos como Pavel Vidal, profesor en una universidad colombiana, el aumento de precios puede rondar el 500%.
Hay otro factor a tener en cuenta a la hora de entender lo ocurrido el domingo, la extensión de la represión. Ya desde la época de Sierra Maestra, Fidel exigía la unanimidad popular en torno a sus propuestas revolucionarias. Cualquiera que osara remar contracorriente era un mercenario, un traidor o un anticubano (o antipatriota). Los llamamientoss a la unanimidad, a hablar con una sola voz, la voz del Gobierno o la del partido, se mantienen, pero ya nada es lo que era.
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Las cosas han cambiado, y no solo por la presencia de Internet, un verdadero quebradero de cabeza para los gobiernos de cualquier orientación política, también para el cubano. Por eso, ante los menores problemas lo mandan cortar. Como muestran las acciones para limitar las protestas del Movimiento San Isidro, la represión está a la orden del día. Para acallar las últimas protestas, el Gobierno ha decidido sacar a la calle a sus seguidores más fieles, y también a las fuerzas especiales, como los Boinas Negras.
En sus más recientes intervenciones, Díaz-Canel atribuye lo ocurrido a la acción de EE UU y, muy especialmente, al embargo. Nuevamente domina la lectura conspirativa. Por supuesto, entre los factores a considerar no incluye ni la mala gestión ni la improvisación, porque eso sería admitir buena parte de su responsabilidad y del fracaso de la Revolución. Y por ahí no quieren pasar. Es algo irrenunciable.
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En su magnífica copla 'El bucanero', el trovador cubano Ray Fernández ilustra la frustración y el desaliento en la sociedad cubana: «Olvídense del tesoro, hemos perdido el mapa». El desconcierto ha llegado a la clase dirigente y por primera vez en tiempo tengo serias dudas sobre su capacidad de navegar en medio de una densa niebla, no solo sin brújula sino también sin mapa alguno.
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