Hace unos días Donald Trump y Joe Biden visitaron Florida, un Estado pendular, cuyo resultado probablemente dependa de muy pocos votos. Allí viven numerosos hispanos o latinos y cerca del 20% de los votantes registrados son de origen cubano, puertorriqueño y dominicano, aunque también hay, ... entre otros, venezolanos y colombianos. Ambos candidatos buscan un apoyo esencial. Si Trump se concentra en el anticastrismo radical, ampliado a la Little Venezuela, en Miami-Dade, Biden se dirige a los puertorriqueños, que han crecido un 20% desde 2015. La gestión de Trump del huracán 'María', que en 2017 devastó la isla, es una espina clavada en quienes debieron emigrar.
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La insistencia de ambos en conquistar al electorado hispano de Florida muestra su potencial político-electoral. Como cada cuatro años, se dice que los hispanos están nuevamente ante la elección de su vida. Hay 32 millones de potenciales votantes, frente a los 27,3 de 2016. Según el Centro Pew, Biden aventaja a Trump en 34 puntos entre los votantes latinos, mucho más que el 10% del cómputo general. Esto es importante, ya que son la primera minoría en condiciones de votar, por delante de los afroamericanos.
El gran problema es que realmente lo hagan, dada su tradicional baja participación. En 2016 solo votó el 47,6% de los hispanos frente al 59,9% de los afroamericanos y el 65,3% de los blancos. Únicamente en 1992 superaron el 50%. ¿Será así esta vez? De esto dependen, en buena medida, las opciones de triunfo de Biden y las de los demócratas de recuperar el Senado.
California, Texas, Florida, Nueva York y Arizona concentran dos tercios del voto latino. Este representa el 43% de los electores de Nuevo México, seguido de California (30%), Texas (30%), Arizona (24%) y Florida (20%). Pero, más allá de las cifras, su naturaleza es contradictoria y heterogénea, al no ser el español su única seña de identidad. Si bien es recurrente la idea de que el voto latino en Florida, mayoritariamente cubanoamericano, es republicano, y en California y otros Estados con predominio mexicanoamericano es demócrata, se trata de una afirmación que debe ser matizada.
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Así como América Latina es diversa y llena de contrastes, lo mismo ocurre con los hispanos. Sus intereses son variados, incluso dentro de las comunidades nacionales. Esto se observa en dos de sus mayores grupos: los mexicanoamericanos y los cubanoamericanos. Los primeros, casi 37 millones, son mayoría entre los 60 millones de hispanos inscritos en el censo. Los cubanoamericanos, con 2.400.000, son terceros, superados por los nativos de Puerto Rico (5.800.000).
Las cifras oficiales no contabilizan a los millones de inmigrantes indocumentados, un número en descenso en los últimos años. Tras alcanzar su pico en 2007, con 12.200.000, en 2017 bajaron más de 2 millones. Otro hecho relevante es que los mexicanos ya no son la mayoría entre los irregulares, dado el retorno de muchos a su país.
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En cada grupo hay marcadas diferencias. Entre los mexicanos conviven los que tienen antepasados que vivían en territorios luego vinculados a EE UU, como Texas, Arizona, Nuevo México y California, junto a los llegados en los últimos años. Si entre los primeros el uso del español es marginal, entre los segundos el inglés es minoritario. Al igual que entre los hispanos en general, también ha descendido el número de familias mexicano-mericanas que hablan español en casa, mientras mejoró su nivel de inglés.
Las primeras migraciones cubanas tras la Revolución tenían un fuerte sesgo anticastrista. Quienes llegaron en los 60, con el paso del tiempo y las restricciones del régimen, pese a mantener sus tradiciones, fueron adquiriendo una mayor identificación con la política de EE UU. Después de los marielitos (1980), las nuevas oleadas aportaron mayor diversidad, en edad y proximidad a la sociedad cubana y a la forma de evaluar al Gobierno en La Habana.
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Más allá de que la gestión de Trump, incluyendo el combate contra el Covid-19, haya supuesto serios agravios contra los hispanos (el intento de construir un muro con México y hacérselo pagar a los mexicanos o la restrictiva política migratoria), el respaldo a los republicanos es importante. No hay que olvidar que muchos han ascendido socialmente, que aumentó el número de quienes han ido a la universidad y que el 80% posee la nacionalidad estadounidense. Ya son el segundo grupo étnico de más rápido crecimiento.
La agenda hispana está cargada de temas: migración, educación, sanidad y respuesta a la pandemia, seguridad, derechos humanos y libertades públicas. Y si bien en su mayor parte confían más en Biden que en Trump, eso no se traslada automáticamente al voto. En los últimos años se ha notado un mayor deseo de aumentar su participación política. De la proporción en que los latinos acudan a votar dependerá no solo su futuro sino también el de su propio país.
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