![El crisol veraniego](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202208/10/media/cortadas/cava10-kFrD-U170942714553idH-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Los Chimberos cantaban entre sus bilbainadas eso de «apaga luz… que ya no puedo vivir con tanta luz». Pero es que lo pedían estando algo 'piripis'. Ahora, en pleno estío otros nos aconsejan medidas para aplacar la que se nos viene encima. Ante este crisol ... de factores que dibujan un incierto periodo a corto plazo, no puedo por menos que frivolizar como terapia.
Al parecer, las sucesivas olas de calor vendrán seguidas por periodos crudos de frío que combatiremos reinventando procedimientos utilizados desde la época de las cavernas. No hace falte que detalle. Sin embargo, a día de hoy, he tenido que comprar una torre ventilador que el proveedor advierte de su envío con retraso debido al alto volumen de pedidos. Desolación total porque ni siquiera me alivia de estos calores ver a Pedro Sánchez sin corbata. Abanico y botijo tampoco pueden hacer milagros. Lo que sí me parece preocupante es el gasto de calefacción del próximo invierno. Así que, en medio de la molicie estival, no puedo evitar pensar por qué el Gobierno no reflexiona sobre la prórroga de las centrales nucleares, como han hecho otros países europeos.
Pero, claro, también me preocupa pagar cinco euros por un tinto de verano (aguado) en un chiringuito o que el protector solar en una parafarmacia de un centro comercial costero tuviera un plus de seis euros frente al precio de venta normal en farmacia. La excusa fue clara y contundente: señora, yo solo trabajo seis meses.
He visto en playas gaditanas familias cargadas hasta las cejas, con carritos especiales, transportando una parafernalia de mobiliario playero, neveras, bolsas y cantidades industriales de bebidas en lata. La instalación tribal se prolongaba hasta el anochecer. Es cierto, en esas magníficas playas hay espacio para dar y vender, pero la playa se transforma en lugar de sociabilidad barato atemperando otros gastos cotidianos. En taparrabos y tanga, ¡hala!, hasta que la luna brille.
He de confesar, sin embargo, que la actitud de tales ciudadanos era de una dignidad y un respeto ecológico encomiable. Por contra, los botellones en playas norteñas siguen siendo el mejor ejemplo de la falaz cultura ecologista de «esos pobres chicos que no tienen dinero suficiente como para degustar en barra». Respuesta que me dio una madre demasiado comprensiva... Un depredador de cualquier desierto lo deja más limpio.
Las fotos y videos en redes muestran los adornos que la 'generación Z' aporta a playas de la costa cantábrica. El espectáculo de un lunes por la mañana produce la indeseada reacción de nadadores madrugadores que etiquetan imágenes en internet con epítetos de indudable precisión. Nuestro diccionario de la lengua es de una riqueza infinita.
De otra parte, por qué no decirlo, este verano me estoy empachando de ver -inevitablemente- culos (para qué emplear eufemismos elegantes) en arenales y aceras colindantes. También sigue asombrándome hasta grados insospechados el mundo del tatuaje, y no digamos, la creatividad de los diseñadores de camisetas. La más impactante vista, la de un padre cincuentón en degradado 'rosa pantera' con emoticono sonriente plastificado a gran tamaño, en plena barriga, color amarillo canario. Premio al surrealismo más desinhibido. Sin duda, mucho más efectista que la patochada del Ministerio de Desigualdad pretendiendo romper estereotipos con su campaña.
Y luego me recluyo ante la calima y resulta que es 'trending topic' televisivo una cabezona que se llama Mapi y la monta en la primera y en redes sociales. Con recua de 'haters', defensores y 'boomers'. Lo cual me ha permitido recordar que ¡yo también soy una 'boomer'! Es decir una nacida entre los 40 y los 60 del siglo pasado.
Pero es que la 'generación Z', para la que se piensa este tipo de programación televisiva, es definida entre otras virtudes por su incapacidad para redactar textos complejos, e incluso para comprender un prospecto sobre cómo funciona una lavadora.
Así que para eludir el aburrimiento me decido por curiosear Instagram y me encuentro con cremas que prometen piel tersa como la de los veinte años, un vídeo esperpéntico sobre un baptisterio romano, fotos idílicas de paisajes que nunca veré in situ, atuendos cool de 'influencers' icónicas, actores en bañador y hasta solicitud de amistad de caballeros tan atractivos que me hacen dudar. Porque cómo es posible que publicitándose en playas paradisíacas, conduciendo coches de alta gama, pilotando aviones y con aire de 'lo que necesito es amor' quieran saber si estoy casada, como primera pregunta. ¡Que bajón me ha entrado de la misma! Sospecha, que algo queda…
Y yo que había somatizado una cierta actitud de relax vacacional, no he tenido más remedio que volver a empezar la novela de 'El amante polaco', de Elena Poniatowska, con la esperanza de terminar de leerla algún día… porque sus 891 páginas me disuaden, por mucha historia apasionante que contengan. Y eso que no soy 'generación Z'.
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