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El recurso al arma atómica se presiente como la peor representación posible en la injustificable guerra que Vladímir Putin libra contra Ucrania desde el 24 de febrero. La paz en Occidente ya no es una certeza. Los esfuerzos económicos y el reinventarse cada día exigen ... más coraje en el universo ansiógeno de la destrucción infernal. Psicológicamente preparados para ejecuciones terroristas, combates o catástrofes ecológicas en directo, desde el hogar seguro, los 'avisos putinianos' afectando instalaciones nucleares ucranianas revierten la tranquilidad colectiva. Visto el bombardeo de Zaporiyia, el director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), Rafael Grossi, valoró la situación como «extremadamente preocupante». Desde la entrada en servicio de las primeras centrales en los años 50, jamás había estallado un conflicto de alta intensidad en un país nuclearizado. Putin juega muchas cartas en su cruenta invasión, desde el lenguaje paradójico al coqueteo con el fuego nuclear.
Convencido de que la «operación militar» sobre Ucrania sería un paseo triunfal como en Crimea en 2014, de la debilidad de los aliados transatlánticos y de que las sanciones occidentales tardarían o nunca se producirían, además de subestimar la resistencia ucraniana y la extraordinaria solidaridad europea con los refugiados, Putin ha realizado un pésimo análisis de situación. La falta de resultados inmediatos en su «operación militar especial» lleva al dirigente ruso a arriesgar en sus decisiones ofensivas. En la noche del 3 al 4 de marzo, exhibía su fuerza de disuasión disparando sobre la central de Zaporiyia, eso sí, sin tocar el corazón de la más potente instalación atómica de Europa. Al atropello se añadió una destrucción del sistema de control a distancia de los materiales nucleares de la central de Chernóbil y el bombardeo del Instituto de Física de Járkov, que acoge un reactor de investigación. Desperfectos y ocupaciones rusas impiden a la AIEA ejercer sus funciones de supervisión. «Lo que hacen los rusos es terrorismo nuclear», sentenció Petro Kotin, presidente del operador público de las centrales Energoatom en una entrevista con 'Le Monde'.
La invasión rusa de Ucrania revela la peligrosidad de la energía nuclear en tiempo de guerra. La seguridad ambiental de las centrales es condición esencial para su funcionamiento con total garantía. A ello se entregan expertos y recursos ensamblando las mejores decisiones tecnológicas. Pero Putin ha despertado el miedo, siempre latente, de las emisiones radioactivas y de escenarios peores. En 2017, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó una resolución sobre la protección de «infraestructuras esenciales», entre ellas las centrales nucleares, pero en caso de ataque terrorista. ¿Es terrorismo el proceder del amo del Kremlin? Las masacres perpetradas sobre maternidades, jardines de infancia, tranvías aterran lo mismo que las amenazas de ataques bioquímicos y radioactivos. Pero Putin conmina con avisos: no tiene apuros en devastar instalaciones nucleares civiles. Por lo inédito de la situación, los recursos jurídicos para proteger a los ciudadanos de los enclaves de alto riesgo en tiempo de guerra son frágiles. La IV Convención de Ginebra prevé la salvaguarda de estos emplazamientos pero hace falta que las partes beligerantes quieran. La acusación de 'terrorismo' lanzada por Kiev no es excesiva.
Con su chantaje sobre las instalaciones nucleares civiles ucranianas, Putin se arriesga a dilapidar un capital precioso para su economía y su influencia política. La industria de defensa y el nuclear civil son los escasos sectores en los que Rusia destaca en la exportación. Si el húngaro Viktor Orban ha confirmado los contratos con Rosatom, el conglomerado ruso de la energía atómica, Finlandia anunciaba la víspera de la invasión una «evaluación de los riesgos» de su encargo de una central rusa. Polonia, los estados bálticos y República Checa hace tiempo que rechazan los servicios de su poderoso vecino. Nuevas sanciones podrían frenar las ambiciones internacionales del grupo: exportación de reactores, combustible y servicios a China, India, Irán, Turquía, Egipto, Hungría, Armenia, Bielorrusia, Uzbekistán, Bangladesh…
El miedo a una escalada nuclear es la razón argüida por Alemania para dotarse de los cazas estadounidenses F-35. Primera decisión de Berlín en la renovación de equipos militares anunciada por el canciller Scholz el 27 de febrero, la ministra de Defensa, Christine Lambrecht, justifica la elección frente al Eurofigter de Airbus en que «es el único avión de combate inmediatamente disponible y homologado para transportar bombas nucleares en caso de urgencia. La participación nuclear de Alemania en el seno de la OTAN quedaría cubierta, en caso de necesidad».
Putin siembra el pánico con su «desnazificación» de Ucrania. La realidad es su fracaso. Zelenski es un héroe mundial; el presidente ruso, un criminal de guerra. Atentos a sus reacciones.
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