![La conquista de la paz](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202110/22/media/cortadas/ares22-kvZC-U1509080101352xC-1248x1400@El%20Correo.jpg)
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Ahora que se han cumplido diez años del final del terrorismo en Euskadi y en el resto de España, es necesario resaltar lo mucho que han cambiado las cosas para bien en esta década. Hoy disfrutamos de la paz y la libertad conquistadas, dejando atrás ... décadas de dolor, sufrimiento, atentados y asesinatos que nunca se debieron producir.
Pero la paz y la libertad que hoy disfrutamos no son un regalo de ETA. Son una conquista que con muchos sacrificios hemos conseguido. Son fruto del trabajo de muchos: de la Policía, de la Guardia Civil y de la Ertzaintza, que, defendiendo la legalidad democrática y estatutaria, persiguieron a los terroristas y a quienes les daban apoyo y los pusieron a disposición de la Justicia para que fueran juzgados.
Al final del terrorismo también contribuyeron los jueces y fiscales, que a pesar de las amenazas, el chantaje y el asesinato de alguno de sus miembros, con profesionalidad e independencia, juzgaron a los terroristas y actuaron aplicando la ley contra aquellos que les daban amparo y justificación.
La paz y la libertad son fruto también de la colaboración internacional, del coraje, la resistencia y el ejemplo cívico de algunos empresarios, profesores, periodistas, sindicalistas y por supuesto muchos concejales y cargos públicos que no sólo resistieron sino que combatieron el terrorismo y defendieron muchas veces en solitario la democracia, la pluralidad y la paz. Por supuesto, el fin del terrorismo es fruto del ejemplo cívico de muchos ciudadanos y ciudadanas que no miraron para otro lado y que, a pesar de tener que escuchar a los que jaleaban a los asesinos y gritaban «ETA, mátalos» en las concentraciones y manifestaciones, siguieron denunciando pacíficamente las atrocidades del terrorismo, exigiendo su fin y contribuyendo decisivamente a su deslegitimación.
El fin de ETA fue también consecuencia, por supuesto, de una política que combinó diálogo, firmeza democrática y tolerancia cero, combatiendo el terrorismo en todos los frentes, impulsada por los gobiernos socialistas en Madrid y en Euskadi, donde se dejaba muy claro a los terroristas que si seguían con sus actividades lo único que conseguirían sería prolongar el sufrimiento y el dolor, pero que nunca lograrían sus objetivos y que, más pronto que tarde, serían detenidos y puestos a disposición de la Justicia.
También en el diálogo con los dirigentes de los radicales abertzales se les dijo que si seguían apoyando y justificando la violencia terrorista no podrían hacer política. Que tendrían que optar entre bombas o votos, como muy bien dijo Alfredo Pérez Rubalcaba.
ETA no nos regaló la paz. Sabía que si seguía con sus actividades terroristas, arrastraría al final a los radicales abertzales que querían hacer política. Y si los radicales abertzales optaron por hacer política respetando las reglas del juego y la legalidad fue porque comprobaron que ese era el único camino posible para defender sus posiciones desde la política.
Los que tuvimos la responsabilidad política e institucional en la etapa final del terrorismo sabíamos que teníamos que hacer gestos y facilitar el camino para que ETA abandonara cuanto antes y definitivamente todas sus actividades terroristas. Y lo hicimos. Y contamos con la colaboración de algunos dirigentes de otros partidos políticos en Euskadi, mientras otros pusieron palos en las ruedas. Pero arriesgamos, seguimos adelante y lo conseguimos.
Es necesario reconocer que a lo largo de los últimos años ha habido gestos de los radicales abertzales que han ido en el buen camino. Y reconocer que el hecho de que los dirigentes de Sortu digan ahora que «nunca debió haberse producido» el dolor de las víctimas es un paso muy positivo, entre otras razones porque si alguna vez hubo una batalla por el relato los radicales abertzales la dieron por zanjada el lunes con esta declaración.
Yo estoy empeñado en mirar al futuro, si hace falta con un poco de amnesia, pero nunca a contribuir a que se reescriba la historia, porque en Euskadi y en España ha pasado algo muy sencillo de explicar: unos asesinaban y otros eran asesinados, unos apoyaban el terrorismo y otros les hacíamos frente. No se trata de arrojarnos el pasado pero cada uno tiene que hacerse responsable del suyo para poder avanzar.
Hoy el respeto y la convivencia en Euskadi se están asentando, hasta tal punto que aquellos que, hasta no hace mucho, por mis responsabilidades políticas e institucionales, me llamaban «verdugo» o «carcelero» cuando se cruzaban conmigo por la calle, ahora o bien bajan la mirada o miran para otro lado o simplemente me dicen «¡Aupa!». Yo, por supuesto, les contesto «¡Aupa!» con dignidad y sin rencor.
El futuro de Euskadi lo tenemos que construir toda la ciudadanía juntos, respetando la pluralidad y las reglas de convivencia democrática que nos hemos dado, recordando y honrando a las víctimas del terrorismo y defendiendo valores éticos de paz y respeto al diferente para que nunca más nadie tenga la tentación de pretender defender unas ideas con la violencia y el terror.
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