Los condenados del Sahara
La crisis actual no preludia una reanudación del conflicto. Es un intento de los saharauis de no caer en el olvido y la irrelevancia
Historiador. Especialista en el islam contemporáneo
Martes, 17 de noviembre 2020, 00:21
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Historiador. Especialista en el islam contemporáneo
Martes, 17 de noviembre 2020, 00:21
Cuando Marruecos alcanzó la independencia en 1956, liberándose de los imperialismos francés y español, le faltó tiempo para desplegar su propio imperialismo contra todos sus vecinos. Al mismo tiempo que la monarquía marroquí reforzaba su absolutismo interno, reclamó como propios la totalidad del Sahara Occidental, ... Mauritania, una pequeña parte de Senegal y amplias porciones de Argelia y de Malí. Este programa fracasó. Argelia se defendió por las armas en una breve guerra fronteriza. Francia respaldó la independencia de su antigua colonia mauritana, y los territorios reclamados en Senegal y Malí estaban demasiado lejos para que el tema pudiera tomarse en serio. Los países árabes, que habían respaldado a Marruecos en principio, acabaron marcando distancias ante el descarado anexionismo marroquí. En 1970, el único frente abierto todavía era el Sahara Occidental.
Durante la década de 1960 el ministro de Exteriores español, el bilbaíno Fernando María Castiella, comprendió la inevitabilidad de la descolonización. En 1969 logró descolonizar Ifni y Guinea Ecuatorial. El Sahara iba a ser el siguiente, pero Marruecos no respetó lo pactado sobre Ifni mientras que Guinea caía en manos de un dictador psicópata, Macías. En octubre de 1969 Castiella fue destituido y se adoptó una política de obtusa intransigencia sobre el Sahara, que empezó a erosionar la tan proclamada «tradicional amistad hispano-árabe», que, bajo espesas capas de retórica, había sido muy real durante décadas. A mediados de 1975, el maquiavélico rey de Marruecos Hasán II ya había logrado el apoyo de casi todos los países árabes, salvo los prosoviéticos como Libia o Argelia, más el de Francia y EE UU, que pensaban que un Sahara independiente sería un mero satélite de Argelia y por lo tanto de la URSS.
Hasán II, padre del monarca actual Mohamed VI, hizo su jugada en el momento justo. Los ministros de un Franco agonizante e incapacitado se acobardaron y optaron por ceder. La guerra duró años por el apoyo argelino a la guerrilla saharaui, el Frente Polisario, y por la gran torpeza militar mostrada por los marroquíes. Pero al final los invasores encontraron la táctica adecuada, construyendo líneas sucesivas de posiciones defensivas que neutralizaban la movilidad saharaui. A partir de ahí la abrumadora superioridad numérica marroquí se impuso. Desde entonces los saharauis son prisioneros en su propio país o malviven en Argelia o los pocos segmentos de territorio que quedan fuera de los 'muros' defensivos marroquíes.
De esta forma, el Sahara Occidental pasó de ser colonia española a colonia marroquí. Hasán II se centró en ocupar las ciudades y sacar rendimiento a los caladeros de pesca y las minas de fosfatos, desdeñando ocupar el resto del país. No se planteó atraerse a los saharauis mediante políticas desarrollistas, reinversión de beneficios en el propio territorio u ofertas de empleos y puestos de mando en el sistema. Todo lo contrario: se tendió a postergar a los autóctonos en favor de marroquíes emigrados tras la conquista.
La crisis actual no es el preludio de una reanudación del conflicto. Es un intento de los saharauis de llamar la atención y no caer en el olvido y la irrelevancia. Por eso, más que disparar, se han dedicado a lanzar amenazas y proclamas, bloqueando ciertos puntos clave para el tráfico de camiones. Puede que carezcan de medios y de número de tropas para acometer en serio las defensas marroquíes, pero por lo menos pueden estorbar y hostigar. En teoría, debería haberse celebrado un referéndum de independencia en el que podrían votar los censados por España más sus descendientes, pero el Gobierno marroquí se niega en redondo incluso a considerar la idea. Hasán II ofreció la autonomía a los saharauis, pero bajo el despotismo monárquico de la dinastía alauí semejante oferta no tiene sentido. La autonomía ofrecida no sería real, sino mero otorgamiento de poltronas para los lideres saharauis a cambio de rendirse.
A día de hoy las expectativas de los saharauis son oscuras. Argelia, su único apoyo real, no quiere entrar en nuevos conflictos. Los reconocimientos diplomáticos de la República Árabe Saharaui por parte de 50 gobiernos y de la Organización para la Unidad Africana tienen cierta importancia simbólica, pero carecen de consecuencias prácticas. Que de vez en cuando haya algún alboroto diplomático y algunas escaramuzas fronterizas es para Marruecos un coste perfectamente asumible a cambio de conservar el territorio con todos sus recursos.
La única oportunidad real para los saharauis sería que Marruecos sufriese algún tipo de crisis interna tan severa que ya no pudiera retener el Sahara, consiguiendo así los saharauis la independencia, igual que los países bálticos cuando se desintegró la URSS, pero eso parece muy improbable.
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