Cataluña: Nueva temporada
No hay una campaña que llame a la participación electoral
félix montero
Martes, 9 de febrero 2021, 23:12
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félix montero
Martes, 9 de febrero 2021, 23:12
El domingo llega un nuevo capítulo del tiovivo que atraviesa la política catalana. A la mayor crisis territorial desde la instauración de la democracia se le suman las crisis sanitaria y económica provocadas por la pandemia del coronavirus. A los miembros de un 'desGovern' enfrentados ... por la vía para llegar a la independencia se añade un candidato socialista recién aterrizado desde la Moncloa. Un Podemos que necesita parar su caída libre en los territorios y una derecha enfrascada en disputas internas se presentan como actores secundarios. Estas elecciones podrían ser la trigésima temporada de una adaptación nacional de 'Borgen' que se alarga demasiado.
Son las elecciones de Schrödinger. Durante una semana estuvieron convocadas y desconvocadas a la vez. Quizás lo más sorprendente sea que, una vez el TSJC dictó sentencia firme, el silencio prevaleciera en un Gobierno catalán acostumbrado a las verborreas ante toda decisión jurídica. Si bien es cierto que el aplazamiento electoral supondría una anomalía democrática difícilmente justificable, también lo es que la convocatoria durante la pandemia debería exigir un despliegue institucional que no se está dando.
El mismo Govern que defendía el aplazamiento porque no podía garantizar la seguridad de la votación ahora debe convencer a la ciudadanía de que las elecciones son seguras. Es inexplicable que a estas alturas no hayan puesto en marcha una campaña institucional que llame a la participación. Del mismo modo, las medidas tomadas para adaptar la situación a la pandemia parecen insuficientes. Establecer un censo universal para evitar la movilidad por el territorio y ampliar los días de votación para descongestionar los colegios podrían ser una mejor idea que la división horaria establecida.
Más que la transferencia de votantes, será la capacidad movilizadora de cada partido lo que decante el resultado electoral. Con la pandemia como factor desmovilizador y un ambiente político más destemplado que hace tres años, la participación bajará. Con el electorado independentista falto de alicientes novedosos para acudir a votar en masa, habrá que ver si la posibilidad de pasar la página del procés consigue movilizar al electorado no independentista.
El PSC es el partido más beneficiado por la convocatoria de febrero. El avance de la pandemia y los problemas logísticos surgidos por la vacunación lastrarían la credibilidad de Salvador Illa. El llamado 'efecto Illa' generó un efecto llamada motivado por la expectativa de victoria; sin embargo, con todos los candidatos atacando al socialista, la campaña se le está haciendo larga. Recuperar al votante de las áreas metropolitanas de las grandes ciudades es el gran reto del PSC. Sin embargo, la indeterminación sobre con quién formaría gobierno puede provocarle fisuras tanto por la izquierda como por la derecha.
El independentismo vivirá una nueva disputa entre ERC y el mundo neoconvergente. Por mucho que pareciera que los de Oriol Junqueras tenían posibilidades de alcanzar la Generalitat de forma clara, las llamadas al desafío y las acusaciones de traición de Carles Puigdemont son siempre mensajes efectivos para el independentismo acérrimo más puritano. Es cierto que Junts no son 'los de siempre', pero eso no significa que sean mejores: el trumpismo identitario vestido de amarillo les convierte en la peor opción si se quiere dar una salida lógica, dialogada y en términos democráticos al conflicto territorial.
Pese a los intentos de Pere Aragonès e Illa por negarlo, el posible pacto entre ERC y PSC sobrevuela la campaña. Si esto llegara a darse, la legislatura en Madrid quedaría encauzada hacia la izquierda y una visión territorial más inclusiva; mientras, Cataluña aseguraría un horizonte tranquilo en el que el conflicto territorial derivaría hacia la mesa de diálogo. En el caso de que Illa fuera investido con los votos de ERC, estos no tendrían ninguna posibilidad de gobernar en el futuro. Sin embargo, quién sabe si sería posible que el PSC invistiera a Aragonès justificándose en el 'mal menor'.
Mientras, la derecha disputa sus primarias internas con estrategias muy diferentes. Ciudadanos, con un pésimo candidato, quiere perfilarse como el voto útil para evitar el tripartito; el PP busca explotar su marca de gestor con cameos de Isabel Díaz Ayuso; y el discurso de Vox oscila entre lo frentista, lo negacionista y lo friki. Aunque ninguno de estos partidos tenga posibilidades de gobernar, sí que podrían influir en un ejecutivo socialista. Más allá de las bravuconadas de la campaña, debería estar claro que con bagajes como el descontento social y los políticos encarcelados, el próximo gobierno catalán no podrá mirar solo hacia una parte de la población. A ver si, entre tanta traición y pasión, la política catalana se va a parecer más a La isla de las tentaciones que a Borgen.
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