Nadie me podrá negar la siguiente afirmación: la mejor noticia política, institucional, democrática, foral y convivencial que hemos tenido los vascos en nuestra historia se llama Constitución española de 1978. Una norma cargada de eficacia, de claves de progreso y desarrollo y de oportunidad luminosa ... después de un periodo de oscuridad y aislamiento.
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Y creo que de una manera sintética y resumida se pueden dar siete razones que describen esta rotunda afirmación y que justifican que otros 46 años de Carta Magna son necesarios y deseables para nuestro bien. Razones que hacen que mañana, 6 de diciembre, sea un día para la celebración y para la satisfacción ciudadana.
La primera clave de su eficacia en esos ámbitos señalados es que fue la madre del Estatuto de Gernika de 1979 y ese tándem, unido al de nuestras instituciones forales e históricas, ha desarrollado esta tierra como nunca lo había hecho una norma.
Podemos decir, por otra parte y segunda razón, que fueron la Constitución y sus claves de desarrollo político las que acabaron con el fantasma de una perpetuación de las dictaduras. La de Franco y la que quiso imponer ETA.
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Su dimensión foral y el reconocimiento de los derechos históricos vascos sería la tercera razón del éxito constitucional en Euskadi. Un conjunto de normas e instituciones forales se han preservado y desarrollado en Álava, Bizkaia y Gipuzkoa para justificar una singularidad integradora. La foralidad ha ejercido de gran 'pegamento' entre territorios y de estos con el Estado. Y el Concierto Económico ha sido y es la mejor prueba de una relación sólida.
Se ha logrado en estos 46 años, y al amparo de la norma fundamental, canalizar las aspiraciones políticas en un marco democrático que ha conseguido atemperar las opciones rupturistas, aunque después de mucho sufrimiento. El Estado de Derecho que surgió de ella acabó con la máxima expresión de la ruptura política, la de la violencia de ETA. Por ello, y como cuarta razón, podríamos hablar de un nacionalismo constitucional, aunque ya sé que algunos lo negarán, pero de facto es así. La potencia política que representa neutraliza día a día las estrategias de ruptura.
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El desarrollo económico impulsado tras el 78 ha convertido a nuestra tierra, gracias a la integración europea consecuencia de la aspiración constitucional, en una de las regiones más prósperas y desarrolladas de Europa. Esta quinta clave se fundamenta en un espíritu emprendedor que encontró en el tándem Constitución-Estatuto un amparo y una serie de garantías de progreso, empezando por las garantías institucionales.
La sexta clave es que los vascos acertamos en nuestro voto aquel 6 de diciembre. El 'sí', más de 479.000 apoyos, multiplicó por más de tres veces al 'no', 163.160 votos, y el primero ganó por el 70,2% del voto válido frente al 23,9% del segundo. La abstención que propugnó el PNV se convirtió en aquel momento en una aceptación pasiva en busca del Estatuto de Gernika, aprobado al año siguiente; confirmación categórica de la aceptación del texto constitucional. Bien se puede decir que ha sido la formación jeltzale la que mejor ha sabido desenvolverse en ese marco en Euskadi y la que más ha aprovechado política e institucionalmente sus potencialidades.
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Una razón fundamental, la séptima, es que nuestra Carta Magna ha sido el final de la fractura entre tradición y modernidad después de cuatro guerras, tres carlistas y una civil; suponiendo el cierre a esa mirada de retrovisor que describía dramáticamente una desconfianza entre vascos. La tradición, la modernidad, lo rural, lo urbano hoy se apoyan en nuevas expresiones ciudadanas que encuentran un respaldo apaciguador en las normas constitucionales.
Los vascos hemos encontrado en la Constitución del 78 estabilidad política, progreso económico y social, defensa de la tradición foral y cultural, instituciones legislativas y normativas nutridas de competencias y capacidades, marcos de derecho superadores y deslegitimadores de la violencia nacionalista, y no podemos más que seguir brindado por su éxito y desearle larga vida.
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Hace 46 años yo votaba en Vitoria por primera vez en mi vida, recién cumplidos los 18, y lo hacía con un 'sí' lleno de expectativas, incertidumbres y curiosidad. He votado desde entonces en todas las ocasiones en las que hemos sido convocados, elecciones o referendos, y analizando de cerca la política vasca al calor de la democracia constitucional está claro que probablemente nunca existirán razones mejores que las expuestas para afirmar que la Constitución del 78 ha sido la mejor noticia que los vascos hemos tenido en nuestra historia.
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