
Buenos días, tristeza
La búsqueda de la felicidad es el Eldorado posmoderno. La Psicología cotiza al alza. Empatía por doquier
sergio plaza cerezo
Viernes, 4 de noviembre 2022, 00:44
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
sergio plaza cerezo
Viernes, 4 de noviembre 2022, 00:44
El imperialismo de la economía, como disciplina aspirante a explicar cualquier tipo de decisión humana, estaba de moda hace algún tiempo. El análisis coste-beneficio, ... efectuado por agentes racionales que maximizan su utilidad, sin riesgo de equivocarse, simplificaba el mundo real. Títulos como 'El economista camuflado' o 'Freakonomics' se convirtieron en superventas.
En realidad, las personas sí nos equivocamos de forma sistemática. Los factores psicológicos pesan en decisiones con frecuencia irracionales. ¿A quién no persigue el 'problema del hubiera', cual lamento retrospectivo? Moraleja: la psicología cotiza al alza. La búsqueda de la felicidad es el Eldorado postmoderno, exigido por el imperialismo de la psicología. El cambio de vocabulario lo certifica: empatía, término repetido por doquier. Nuevo protocolo de cortesía.
En el contexto de la lucha contra la crisis del covid-19, la Unión Europea ha puesto en marcha un programa masivo de gasto público, que incluye el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia. Sí; resiliencia, otro término tomado en préstamo de la psicología. El economista Richard Florida, padre del concepto de 'ciudad creativa', asesora a sus clientes sobre el lugar de residencia donde puedan ser más felices: tipo de urbe, barrio y vivienda.
¿Adónde puede conducir la obsesión viral por el elixir de la felicidad, metaestelar en naciones occidentales de ingreso alto, donde, tal vez, haya más infelicidad? En la era del Prozac, cuántos alardean de haber salido de una depresión -lo que antes se ocultaba- tras estar bajo terapia. La entrada al reino de la euforia, catarsis celebrada desde una bipolaridad sistémica.
Los libros leídos dejan poso. Cuántos lectores de 'Un mundo feliz' (Aldous Huxley) recuerdan el 'soma', droga que quita las penas en un mundo distópico. ¿Hay exigencia social de ser feliz a toda costa, o aparentarlo? ¿Tristeza y 'no felicidad' te convierten, acaso, en subversivo?
La muerte, fuente inapelable de tristeza, debe quedar obviada: 'passed away' (se fue) es eufemismo estadounidense. Una vez visité a una viuda en Madrid, días después de haber perdido a su marido en accidente trágico. Su hija adolescente le recomendaba: «Mamá, lo que debes hacer es buscarte un novio tan guapo como el mío». El escritor Sergio del Molino lamentaba cómo, el día del entierro de su hijo, le instaban a animarse.
La muerte natural, repentina e inesperada de mi hermano, la persona más importante en mi vida, con 46 años de edad, me dejó en 'shock'. «Debes pensar que ha sido muy feliz con sus gatitos durante estos últimos años», me espetó una mujer, apenas diez minutos después de certificarse el óbito en el domicilio familiar. La aceptación de la pérdida, última etapa del duelo, puede resultar inalcanzable; pero, desde la estupidez y algo más, ya se me proponía delante del cadáver caliente. Titulares hirientes que noquean vía estrés postraumático.
Cuales clones, ciertas personas repetirían un tipo de mensaje: «Debes disfrutar del día soleado y escuchar el canto de los mirlos»; o «aunque sea egoísta, piensa en que estás vivo». ¿Nueva versión del 'carpe diem'? El énfasis, propio de secta, en el aquí y ahora desde el 'mindfulness', enfoque de moda en psicología, con nombre en inglés para ponernos firmes.
«Debes animarte», me decía un conocido doce meses después de la desgracia; y apostillaba: «Por nosotros», la mayoría moral que te percibe como antisistema si estás triste. «No celebro la Navidad, ya sin mi hijo», escribía mi madre. «No nos amargues», respuesta de una 'amiga' de Facebook. «Tienes que intentar, al menos, ser un poco feliz», me transmitía alguien.
'La invasión de los ladrones de cuerpos' (Donald Siegel, 1956) es un clásico hollywoodiense de serie B. Los hombres mutaban en seres carentes de sentimientos, contagiados por un virus inhalado desde el espacio. Una crítica velada contra el pensamiento único. Pero, ahora, la supuesta felicidad euforizante, sin concesiones a la apostasía, es religión laica.
«¿Un poquito mejor?», inquieren. «Estoy triste»; y mi respuesta inquieta. En cuestión de penas, no hay mudanza. Yo y mi circunstancia: un duelo, que no es depresión. En ningún momento dejé de impartir mis clases. A partir de la obsesión, no ceso de pensar en la desgracia; pero puedo hacer otras cosas. Antes conversaba; ahora reflexiono, escribo, desde el silencio.
«El sufrimiento me acerca a mi marido», comenta una viuda. Me identifico. Desde la 'no felicidad', pido que se respete el derecho a la tristeza. La grandeza de Occidente ha consistido en asumir la primacía del individuo; pero ¿nos están imponiendo los derechos colectivos?
Cuando me despierto, pienso: «Bonjour, tristesse», título de aquel libro, anticipador del Mayo francés, donde Françoise Sagan reivindica «el derecho a ser yo misma». Buenos días, tristeza.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
El ciclista vasco atropellado en Alicante murió tras caer varios metros al vacío
Alejandro Hernández y Miguel Villameriel
Favoritos de los suscriptores
Noticias recomendadas
El ciclista vasco atropellado en Alicante murió tras caer varios metros al vacío
Alejandro Hernández y Miguel Villameriel
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.